La capital del reino está sufriendo, ya no solo por el Transantiago, sino por el tren metropolitano (metro). Los problemas del Transantiago, si bien se han mitigado, o la población se ha adaptado a ellos, parecen estar contagiando al metro. En mi opinión, tales problemas no debieran ser resueltos, para que se agudicen y fuercen decisiones que de otra manera no se adoptan.
Como todo lo que se deja al libre mercado, salvo que exista capacidad de planificación urbana no capturada por intereses espúreos, la tendencia es a la conformación de megápolis de 5, 10 y más millones de habitantes a expensas de pequeñas ciudades y del desarrollo integral del país. Estas megápolis concentradoras de población demandan, entre otros, más y más transporte y seguridad pública. Esto es, inversión pública por más y más calles, subterráneos, policías.
De tiempo en tiempo, se nos anuncian ampliaciones de líneas existentes, o nuevas líneas del metro; o de aumentar la planta de carabineros. Todo esto, para mantener la sostenibilidad de Santiago. Desgraciadamente, por esta vía, los recursos destinados a sustentar la capital del reino son cada vez más significativos. Como los recursos tienen usos alternativos, el resultado es que todo peso que se destina a Santiago, es peso que se resta de regiones.
El resultado es lo que tenemos, una capital que tiende a absorber más y más recursos, que convive con regiones raquíticas, que por lo mismo van perdiendo y ganando atracción. Perdiendo, porque bajo el modelo de desarrollo que vivimos, centralizador, los mejores empleos tienden a concentrarse en Santiago, dado que allá está todo. Ganando, porque la vida en regiones tiende a ser más plácida, menos tensa.
En concreto, al país le haría bien dar vuelta la tortilla, esto es, hacer un alto, y tomar la decisión de hacer más atractivas las regiones y menos atractivo Santiago. Ver como un bien fortalecer asentamientos humanos en regiones y como un mal el crecimiento de Santiago. Visto así, deben aplicarse impuestos a quienes viven en Santiago y subsidios a quienes viven en regiones.
Actualmente, las empresas tienden a usar las regiones como espacios para extraer recursos y trasladarlos a la capital. Los impuestos que tales actividades generan, deben ser para las regiones donde tienen lugar.
Los recursos humanos más calificados tienden a concentrarse en Santiago, restándole fuerza a las regiones. Esto puede cambiar si se les subsidia cuando se instalan en regiones y se les castiga con impuestos cuando prefieren estar en Santiago. Así de simple.
Lo descrito está asociado al concepto de las externalidades que manejan los economistas. Externalidades negativas, cuando genero costos en terceros y que uno no paga; externalidades positivas cuando genero beneficios en terceros por los cuales éstos no pagan. En este caso, Santiago está generando externalidades negativas, que estamos pagando quienes vivimos en regiones.
En concreto, en su propio beneficio, a falta de decisiones políticas contundentes, Santiago debe colapsar si es incapaz de dejar atrás un modelo de desarrollo centralizador que está imposibilitando un modelo de desarrollo nacional, integrado, descentralizado.
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