El domingo pasado fueron las elecciones presidenciales en Bolivia, y en la semana, Chile enfrentaba a Bolivia en un partido amistoso preparatorio para la copa América que se desarrollará en nuestro país.
Todos sabemos que nuestras relaciones con Bolivia son complejas, inestables, por momentos positivas, pero por lo general, negativos, sin relaciones diplomáticas a nivel de embajadores, no obstante que compartimos fronteras, o quizá por eso mismo. Lo concreto es que con Bolivia no nos llevamos bien, por los motivos que sean, en circunstancias que no debiera ser así, sino que todo lo contrario. Con todo, lo que ocurra con Bolivia es seguido con interés por estos lares.
Una vez más, Evo Morales, ganó holgadamente, como se esperaba. No cabe duda que su ascendiente popular habrá de tener múltiples causas, incluyendo su etnia, su tranquilidad, su capacidad para sortear dificultades y que Bolivia no se vaya al carajo, que era lo que muchos temían.
Con la elección de Evo, Bolivia ha dado un paso de gigante, que Chile está lejos de dar. Mal que mal, no se vislumbra en el horizonte posibilidad alguna que un mapuche alcance la presidencia de la república.
Lo que se tendrá que resolver más temprano que tarde, es su sucesión. Que las mismas autoridades sean elegidas una y otra vez es señal de que algo no funciona, por más brillante que sea una autoridad. Si bien no se puede descartar que una autoridad sea extraordinaria, por lo general es un signo de pasividad por parte de los electores y/o de autoridades cuyo poder produce obsecuencia. Que un país, una región, o una institución dependan de un único personaje, o de sus familiares, o de los designados a dedo, me da mala espina.
Casualmente, en la semana, en la ciudad de Coquimbo, en un partido de futbol, se vieron las caras Chile y Bolivia. Se esperaba un triunfo arrollador de Chile, ya sea por su condición de local, por sus pergaminos, como por historia. El resultado fue decepcionante, con sabor a derrota, porque el empate fue logrado a último minuto con un penal más que discutible.
El resultado también representa una advertencia que no nos hace mal, sino que por el contrario, nos viene muy bien. Nunca hay que cantar victoria antes de tiempo. Aún no le hemos ganado a nadie y ya se nos estaban subiendo los humos a la cabeza. El empate invita a la mesura, a no pasarnos películas, a poner los pies en la tierra, a recordar que para ganar algo en la vida, hay que trabajar en equipo, que no hay atajos, que hay que transpirarla. Y respetar a los adversarios porque hasta los chicos pueden agrandarse en cualquier momento.
Tanto en política como en futbol, en la semana, los bolivianos han dado que hablar.
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