Recientemente el Presidente de la República, Sebastián Piñera declaró, en relación al Golpe y sus consecuencias, que “hubo muchos que fueron cómplices pasivos: que sabían y no hicieron nada o no quisieron saber”. Esta simple frase remeció el escenario nacional, en particular, dentro de su propio gobierno y entre sus huestes.
No podía ser de otro modo porque los cómplices pasivos a los que hace mención, están entre quienes conforman el primer gobierno de derecha en 20 años y quienes lo respaldan. Son los primeros sorprendidos porque los desnuda, al reconocer, a décadas de distancia, lo que se sabía tras las bambalinas, pero que se ocultó y negó persistentemente al amparo de tribunales de justicia y medios de comunicación que abdicaron de sus funciones. Unos, amedrentados por el miedo que la dictadura había instalado, pero no pocos, convencidos que la depuración, la “limpieza”, “la extirpación del cáncer marxista” era imprescindible para hacer de Chile una gran nación.
Es de temer que quienes siguen resistiéndose a asumir su responsabilidad con los horrores cometidos, no pocos, de repetirse la historia, confrontados a una situación similar, tales cómplices activos y pasivos, volverían a actuar del mismo modo. Una y otra vez, convencidos que el dilema existencial es dicotómico, esto es, “o ellos o nosotros”, “si no los matamos, nos matan”, no hay espacio para unos y otros.
Superar esta dicotomía, esta visión del mundo entre “buenos y malos”, y donde siempre los malos son los otros, los que piensan distinto, es el drama que nos mantiene rezagados. A lo largo de estas décadas hemos aprendido mucho, pero aún nos falta por aprender.
El clima que se vivió hace 40 años era de una beligerancia tal que el golpe fue absolutamente previsible, donde la política entendida como el espacio de diálogo y discusión civilizada de las diferencias y de resolución de los problemas de la sociedad, había sido totalmente sobrepasada por la militarización, expresada tanto por el lenguaje como por el protagonismo que adquirieron las FFAA y los polos revolucionario y reaccionario entre las distintas fuerzas políticas, en desmedro de posturas moderadas totalmente sobrepasadas y que buscaban salidas políticas. Los poderosos intereses económicos y financieros afectados, junto con un contexto internacional de guerra fría, terminó por hacer lo suyo.
Lo que sobrevino fue un golpe y una dictadura cuyas características han dejado heridas que se resisten a cerrar. A lo largo de todas estas décadas, quienes alimentaron a la dictadura han tenido la desfachatez de responsabilizar de ello a las víctimas y sus familiares de quedarse entrampados en el pasado sin mirar el futuro, como si fuera posible poner una lápida a lo ocurrido.
Cualesquiera sean los errores que antes del golpe se hayan dado, nada puede justificar los horrores que se desataron desde entonces y que han ido saliendo a la luz pública gracias a la apertura democrática, la perseverancia de las víctimas y sus familias, y de los sucesivos gobiernos. Los avances en esta materia son incuestionables y le hacen bien al país en su conjunto. Todo ello, “en la medida de lo posible”, definido por la correlación de fuerzas fácticas y no fácticas, políticas, sociales, económicas, culturales.
Desafortunadamente, salvo excepciones, en las fuerzas de la derecha, UDI y RN, no se visualizan mayores y sinceros arrepentimientos entre quienes conformaron el poder civil que empujó política, económica y financieramente el golpe. Por el contrario, ante las expresiones de Piñera reaccionaron con molestia. La propia candidata a sucederlo, Matthei, se distanció de sus palabras aludiendo a su edad en esos tiempos, cuando tenía 20 años, omitiendo las barbaridades cometidas cuando tenía 25, 30 y 35 años. Todo un prototipo de complicidad pasiva que no se quiere reconocer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario