abril 19, 2013

Incendio en la pradera educacional

La destitución de quien fuera Ministro de Educación, Harald Beyer, ha desatado las más iracundas reacciones en las esferas de gobierno, responsabilizando a la oposición parlamentaria de crispar el clima político, la paz social. Por la forma con que el gobierno había asumido la acusación constitucional, es evidente que constituye una derrota de proporciones porque apostó a la división opositora movilizando a todas sus huestes y todos los recursos posibles. Primero en la Cámara de Diputados, y esta semana en el Senado, fracasando en ambas.

Entre los botones más grotescos se incluyen la asignación de recursos a un fondo para la educación municipal y la entrega de un informe que daría cuenta de una mejora en los puntajes Simce. Desafortunadamente, cuesta creerle al gobierno cuando afirma que la oposición actúa electoralmente, y que el gobierno no. Esta dicotomía es la que tiene a la credibilidad gubernamental por los suelos.

Lo que estaba en juego con la destitución de Beyer era algo más de fondo que dimes y diretes de última hora. Beyer representó a quienes quieren perfeccionar el modelo educacional que tenemos; la oposición, incluyendo en ella al movimiento estudiantil y la ciudadanía que lo apoya, en cambio, aspira modificarlo de raíz. Como dijera en su oportunidad, en sus tiempos de dirigente estudiantil, Camila Vallejo: “mientras ellos quieren podar el arbolito, nosotros queremos extirparlo de raíz”. Esta dicotomía está bien representada con el slogan “educación pública, gratuita y de calidad”, en oposición a la educación mercantilizada.

Lo que se ha denunciado en la educación superior, gracias al movimiento estudiantil, el lucro en las universidades, es lo que ha puesto sobre la mesa este otro slogan: “no al lucro”. El país está cansado del drenaje de recursos desde los más pobres a los más ricos; está cansado del endeudamiento de los de abajo para el enriquecimiento de los de arriba. Con el agravante, en el caso de las universidades, que este drenaje es ilegal y que por décadas se ha hecho la vista gorda. Mientras no se corte este drenaje, lo más probable que los estudiantes sigan movilizados, porque tras ellos están sus padres, con trabajos cada vez más precarizados que no quieren seguir endeudados y abusados.

La destitución es una invitación a reflexionar al respecto y recordar que la educación es un derecho.

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