La expulsión de Gary Medel, en un partido por las eliminatorias para el próximo campeonato mundial, pone sobre la mesa algunas cosas que son importantes de considerar. De partida, era un partido clave, ante un rival de fuste, y en el que por la condición de local, era necesario ganarlo. A ello se agrega que al frente se tenía un rival al que no se podían otorgar ventajas gratuitas. Antes de esta fase Chile lideraba las posiciones; al terminarla, con dos derrotas inapelables, entramos en zona de peligro y la clasificación se pone cuesta arriba.
Recientemente, el mismo jugador, nuestro querido Gary Medel, volvió a ser expulsado en un partido en el que su equipo, Sevilla, iba ganando. Y estaba jugando nada menos que ante el Barca de Alexis, Messi, Villa, Xavi, Fabregas. Una vez más su temperamento lo traicionó.
Quedar fuera del próximo mundial no es broma, sobre todo cuando estamos ante una generación de jugadores como nunca antes en nuestra historia futbolística hemos tenido. Nunca tantos jugadores nacionales son protagonistas de las principales ligas mundiales.
Lo concreto es que lo ocurrido demuestra una vez más que no basta con ser un buen, un excelente jugador. Recordemos el caso del mismo Maradona. Su trayectoria futbolística se vio truncada por razones ajenas al futbol propiamente tal. Un buen jugador, al igual que en todas las esferas laborales, no es solo aquel que juega bien a la pelota. La sociedad actual demanda competencias adicionales que trascienden lo futbolero. La inteligencia futbolística ya no está concentrada en la habilidad de las piernas, sino que en la capacidad para integrarse a un equipo de trabajo, de no perder el foco, de separar lo relevante, lo principal, de lo accesorio, irrelevante o secundario.
El sitial que ocupa el futbol en los medios de comunicación, coloca a los futbolistas como modelos a seguir. Modelos de comportamiento y que por tanto, interesan a la sociedad toda. En la actualidad tenemos casos ejemplares, dignos de ser admirados, seguidos. Ahí está Messi, el Pulga, trabajador, incansable, distribuidor, sencillo, goleador, sin palabras de más. Entre los nuestros me atrevo a destacar a Matías, Mati-gol, quien no la ha tenido fácil. De pocas palabras, técnica depurada, siempre con la cabeza en alto, ha sido capaz de mantener su vida privada fuera de las luces faranduleras.
Otro ejemplo de que no basta con ser un buen jugador es el de nuestro arquero Johnny Herrera quien está siendo formalizado por conducir en estado de ebriedad. Si nos limitáramos a sus virtudes futbolísticas hace rato que debiera haber sido convocado a la selección nacional. La única razón por la que no lo ha sido es porque lo futbolístico no se agota en el juego dentro de la cancha, sino que se extiende más allá de ella. Tiene que ver con la forma como nos relacionamos, y comportamos, con los demás jugadores, con el público, con la sociedad. Tiene que ver con el nivel educacional-cultural, aunque no se agota en él. Más bien, diría que tiene que ver con la madurez.
No hay nada nuevo bajo el sol. Lo expuesto es válido no solo en el ámbito deportivo; se extiende más allá de él. De nada sirve tener una estrella en un ámbito específico, si no es capaz de comportarse como tal. Basta ver en nuestros respectivos entornos laborales para percatarnos de ello. Tipos que saben mucho, capos, estrellas, pero que como personas, son un desastre. Es lo que algunos llaman inteligencia emocional, o la inteligencia para relacionarse con los demás.
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