El Ministro de Educación, Harald Beyer, ha cometido al menos un par de deslices poco éticos. Uno de ellos tiene que ver con el ranking de gastos por alumno en las universidades, y el otro con el ranking de empresas relacionadas con las universidades.
Bajo la realidad universitaria chilena actual, no se puede hablar de un sistema universitario propiamente tal, a lo más de un conjunto de instituciones que se denominan universidades, pero tan distintas que se hace imposible homologarlas.
En efecto, hay universidades que no realizan investigación alguna, que no publican, que no generan bienes públicos, que son eminentemente docentes y que por tanto, el total de sus ingresos lo destinan a la docencia, en tanto que otras investigan y publican los resultados de sus trabajos investigativos, que destinan parte importante de sus ingresos a este ámbito de su actuación. Por tanto, si una universidad aparece con un gasto mensual por alumno de $ 10,000 y otra con un gasto de $ 100,000 no se puede inferir que la primera es más eficiente que la segunda, ni que necesariamente sea de menor costo como se quiere dar a entender implícitamente. Tampoco nos dice algo respecto de la calidad del profesional que está egresando de la primera, ni del nivel de vulnerabilidad del alumno que ingresa.
En relación al ranking de la cantidad de empresas con las que se relacionan las universidades, Beyer vuelve a mezclar peras con manzanas. Encabeza el ranking la Universidad de Concepción con más de 50 empresas, en circunstancias que se sabe que el grueso de las relaciones que establece con ellas es con propósitos de desarrollo regional, al igual que las que establecen otras universidades tradicionales y estatales. Estas relaciones con empresas no tienen nada que ver con las que establecen muchas de las universidades privadas y que no tienen otro propósito que servir de “salida” al lucro que en el ámbito de la educación superior está expresamente prohibido por ley. Adicionalmente, el Ministro Beyer tampoco se refiere al lado más opaco de la relación universidad-empresa, que son las donaciones que reciben algunas universidades -esencialmente las privadas localizadas en la Región Metropolitana- y que les permite deducir de sus impuestos el monto de la donación. En definitiva, son recursos públicos cuya asignación la deciden los propios contribuyentes privilegiando aquellas instituciones con las cuales tienen una mayor afinidad ideológica.
Él sabe más que nadie todo esto, por tanto, lo que está haciendo el Ministro Beyer es emborracharnos la perdiz. Busca meter en un mismo saco a universidades que son tales, en el auténtico sentido de su significado, con universidades que no lo son, que solo tienen el nombre de tales, cuyo objetivo más que generar, transmitir, difundir conocimientos, es lucrar. Busca “empatar”, “igualar” universidades que lucran con las que no lucran; busca confundir universidades privadas con universidades públicas. Por ley, y por ética, ninguna
universidad debe lucrar, ni pública ni privada. Ojalá lo entienda el Sr.
Ministro si lo que realmente desea abordar en serio la crisis del modelo de
educación imperante.
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