En un programa televisivo, quien fuera Ministro de Hacienda en tiempos de Michelle, Andrés, afirmó que Guido “es el líder del clientelismo, de las malas prácticas¨. ¿Razón de tamaña acusación? Por las presiones que habría ejercido sobre él para que contratara a determinados personajes a cambio de que le aprobara los proyectos que como Ministro presentara al Congreso.
El clientelismo existe en todos los niveles, no solo en el campo político, donde por lo que general se trata de intercambio de favores a partir de los poderes que las partes tienen. En este intercambio el cliente es una persona que otorga su apoyo electoral, mediante su voto, a quien le provee algún favor expresado en el acceso a un puesto de trabajo o a algún otro beneficio tangible. Un clientelismo menos conocido es el ejercido por los grandes empresarios, quienes brindan su apoyo financiero, particularmente durante períodos electorales a favor de quienes son proclives a sus intereses.
Durante las campañas políticas esto se puede visualizar con mucha claridad por la desigual distribución de recursos publicitarios de que disponen unos y otros. Sobre todo en el caso de aquellas donde se concentra el percentil de más altos ingresos (Vitacura, Las Condes).
Hace no mucho el gobierno invitó a conversar al clan Matte, en su condición de empresarios de una empresa hidroeléctrica, con motivo de su “téngase presente” por el cual dejaron en suspenso sus proyectos energéticos. Este hecho reveló una forma de clientelismo, quizá más sofisticado, más sobrio, pero que no por ello deja de inscribirse en lo que es el clientelismo propiamente tal, esto es, un intercambio de favores al margen de lo establecido, al margen de lo legal, pero no por ello ilegal, aunque sí pueda ser éticamente reprochable.
El clientelismo es consustancial a sociedades con altos niveles de desigualdad, donde coexisten sectores con bolsillos bien llenos y pocos votos, junto con sectores con muchos votos y bolsillos más bien vacíos.
Personalmente me resisto a caer en el clientelismo, pero no es fácil. Recuerdo que hace exactamente 20 años, postulé a la alcaldía de la comuna donde residía, allá donde nace la patria. Durante la campaña recorría los barrios acompañado de mi familia y un grupo de jóvenes entusiastas y voluntarios que se habían comprado mi cuento. En el recorrido una pobladora me interceptó: “Señor: ¿porqué habré de darle mi voto? ¿acaso Ud. me va a pagar las cuentas de agua, luz y gas?” Mi respuesta fue inmediata: “¿Acaso Ud. cree que mi función como alcalde será la de pagar sus cuentas? Mi función será velar por el bien común”.
Como comprenderán los lectores, con esa clase de respuestas, mi candidatura estaba condenada al fracaso. En el fenómeno del clientelismo siempre hay al menos dos partes, las que deben ponerse de acuerdo para “el intercambio de favores”. El desafío es resistir la tentación de no decidir y/o actuar en base a las convicciones, y que uno de las partes rechace una oferta indebida para que el intercambio no tenga lugar.
El clientelismo existe en todos los niveles, no solo en el campo político, donde por lo que general se trata de intercambio de favores a partir de los poderes que las partes tienen. En este intercambio el cliente es una persona que otorga su apoyo electoral, mediante su voto, a quien le provee algún favor expresado en el acceso a un puesto de trabajo o a algún otro beneficio tangible. Un clientelismo menos conocido es el ejercido por los grandes empresarios, quienes brindan su apoyo financiero, particularmente durante períodos electorales a favor de quienes son proclives a sus intereses.
Durante las campañas políticas esto se puede visualizar con mucha claridad por la desigual distribución de recursos publicitarios de que disponen unos y otros. Sobre todo en el caso de aquellas donde se concentra el percentil de más altos ingresos (Vitacura, Las Condes).
Hace no mucho el gobierno invitó a conversar al clan Matte, en su condición de empresarios de una empresa hidroeléctrica, con motivo de su “téngase presente” por el cual dejaron en suspenso sus proyectos energéticos. Este hecho reveló una forma de clientelismo, quizá más sofisticado, más sobrio, pero que no por ello deja de inscribirse en lo que es el clientelismo propiamente tal, esto es, un intercambio de favores al margen de lo establecido, al margen de lo legal, pero no por ello ilegal, aunque sí pueda ser éticamente reprochable.
El clientelismo es consustancial a sociedades con altos niveles de desigualdad, donde coexisten sectores con bolsillos bien llenos y pocos votos, junto con sectores con muchos votos y bolsillos más bien vacíos.
Personalmente me resisto a caer en el clientelismo, pero no es fácil. Recuerdo que hace exactamente 20 años, postulé a la alcaldía de la comuna donde residía, allá donde nace la patria. Durante la campaña recorría los barrios acompañado de mi familia y un grupo de jóvenes entusiastas y voluntarios que se habían comprado mi cuento. En el recorrido una pobladora me interceptó: “Señor: ¿porqué habré de darle mi voto? ¿acaso Ud. me va a pagar las cuentas de agua, luz y gas?” Mi respuesta fue inmediata: “¿Acaso Ud. cree que mi función como alcalde será la de pagar sus cuentas? Mi función será velar por el bien común”.
Como comprenderán los lectores, con esa clase de respuestas, mi candidatura estaba condenada al fracaso. En el fenómeno del clientelismo siempre hay al menos dos partes, las que deben ponerse de acuerdo para “el intercambio de favores”. El desafío es resistir la tentación de no decidir y/o actuar en base a las convicciones, y que uno de las partes rechace una oferta indebida para que el intercambio no tenga lugar.
Tiene mucha razón Profesor , el clientelismo existe en todas partes y en todas la s situaciones.. y el pobre por se más vulnerable esta mas proclive a caer y ser sujeto del clientelismo.. Dios nos pille confesados ahora que pronto hay elecciones
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