El rey de España fue sorprendido cazando elefantes en Botswana, África. El hecho solo se vino a conocer porque tuvo una caída que le produjo una factura en la cadera que obligó a su traslado a España para ser sometido a una operación quirúrgica. Al salir del quirófano, para sortear la oleada de críticas, declaró: “Lo siento mucho. Me he equivocado. No se volverá a repetir”.
El hecho no tendría mayor trascendencia si se hubiese tratado de cualquier hijo de vecino. Sin embargo, no es este el caso por tratarse de uno de los pocos monarcas que siguen existiendo en el mundo. Un rey cuyo prestigio se forjó al alero de su destacado rol en la transición española desde la dictadura de Franco a la democracia actual y reforzado por su actuación ante el fallido golpe de Tejero en febrero de 1981.
Desafortunadamente, una serie de hechos han minado el prestigio de la familia real española, de los cuales este no es sino la gota que rebalsó el vaso. Primero el yerno acusado de corrupción, luego uno de sus nietos, quien recientemente se disparó accidentalmente el pie la escopeta que tenía en sus manos, y ahora el propio rey cazando elefantes en un safari. En el caso del nieto, se trata de un niño jugando con armas de fuego. Todo esto, en un continente sumido en la hambruna y mientras la economía española se hunde.
El resultado es una monarquía en jaque, cuya existencia en los tiempos actuales viene a ser como una reliquia histórica, una anécdota, turística, resabios de una época dorada que se fue, pero que se resiste a batirse en retirada.
El rey, al declarar que “lo siento mucho; me he equivocado y no volverá a ocurrir”, ha logrado amainar la crítica, sin embargo el hecho dejará huella por ser, lisa y llanamente, impresentable que no logra ocultar el proceso de descomposición en que se encuentra la monarquía en España a quien le llueve sobre mojado. Es como para pensar que los miembros de la monarquía no saben qué hacer con el tiempo y los recursos económicos de que disponen.
Que conste que del safari se supo por casualidad, nada más que porque se facturó, obligando a hacer pública una actividad que estaba catalogada como privada. Participando en una caza de elefantes mientras al mismo tiempo el rey preside honoríficamente, desde 1968, una organización mundial protectora de la naturaleza, como lo es la WWF (World Wide Fund for Nature), organización conservacionista independiente internacional.
Para cualquier persona con dos dedos de frente es claro que ese cargo es incompatible con la matanza de elefantes indefensos. También ha quedado meridianamente clara la ausencia total de ética en el comportamiento del rey. Todo esto mientras en España a los ciudadanos de a pie, común y corrientes, les están dejando sin trabajo o reduciendo sus remuneraciones. Gracias al sacrificio de un elefante, la monarquía española debe tener sus días contados.
Como dices, lo ocurrido resulta impresentable. Hasta hace poco, la impresión que tenía de la monarquí española,siendo una figura anacrónica, era de austeridad (dentro de lo que cabe) y jugó un papel positivo en la política española de las últimas décadas. Y me gustó el "¿Por qué no te callas?" a Chávez, aunque la actitud estuviese reñida con la compostura esperable de una "figura real".
ResponderBorrarLo ocurrido, además de inmoral, resulta "inconveniente" para el futuro de la familia real.
Sería interesante saber que piensan del hecho Doña Sofía y el Príncipe de Asturias, que hasta aqui han tenido un comportamiento digno.
Saludos.