En uno de los partidos de gobierno, Renovación Nacional, se está incubando una crisis de proporciones, y a la que no son ajenos otros partidos. La crisis se podría reducir a las diferencias entre Carlos Larraín, máximo dirigente de RN, y el presidente Piñera. Si bien no son nuevas, ya que son de siempre, adquieren realce por tratarse del partido del presidente y tener elecciones municipales del próximo año y parlamentarias y presidenciales del año inmediatamente siguiente.
Es la eterna pugna entre liberales y conservadores. Piñera representa a los primeros, en tanto que Larraín, a los segundos. Larraín es homofóbico, Piñera no lo es; Larraín tiene sus ancestros, Piñera no los tiene; Larraín se entiende con la UDI, Piñera no, salvo a través de su primo Chadwick. Para Larraín, los estudiantes que protestan son una manga de inútiles y subversivos; para Piñera son representantes de una causa noble, grande, justa. Piñera, junto con Allamand ha sido partidario de cambiar el sistema binominal, a diferencia de Larraín que se siente muy cómo con este sistema. De hecho, hoy es uno de los beneficiarios de dicho sistema al acceder al senado como senador designado, sin un solo voto popular. Uno se pregunta entonces, ¿qué hacen en un mismo partido? Difícil explicárselo, quizá sea porque la necesidad tiene cara de hereje.
Se trata de un problema que existe desde los comienzos de RN cuando nadie se explicaba qué hacían en un mismo partido personas como Piñera y Cardemil, subsecretario del Interior en tiempos del innombrable y responsable de posponer los resultados del plebiscito del 88 con miras a que se desatara el caos y abrir espacio a una intervención militar como salida a la derrota en las urnas.
Al igual que en otros partidos, en RN conviven distintos sectores, que en vez de producir una sinergia positiva, lo ha esterilizado. En la elección presidencial, RN no logró capitalizar para sí el triunfo de Piñera, dado que la UDI se ha mantenido como el partido con la bancada más poderosa en la Cámara de Diputados. Y en las elecciones que vienen no se ve que RN pueda sacar provecho de su condición de ser el partido del presidente. Tampoco se ha visto a una RN cuadrada tras Piñera, y al igual que la UDI mantiene una cierta distancia.
Lo ideal para RN que este conflicto se dirima constructivamente, lo que se ve difícil, porque el tiempo, en vez de curar heridas, las ha profundizado. Los liberales reclaman por una cabeza partidaria que represente una mano extendida para acoger al centro político, en contraposición a Larraín cuyo discurso es más propio de un patrón de fundo.
El desafío que los liberales de RN enfrentan no es menor: derrotar a la derecha discriminadora, llena de prejuicios, que recurre a la tradición y a la religión, que hace la vista gorda ante los “deslices” sacerdotales, para reemplazarla por una nueva derecha, más abierta, más fresca, más tolerante, más dialogante, menos cartucha, menos autoritaria, con la mirada puesta en el futuro antes que en el pasado.
Ningún partido está exento de estas tensiones que por estos días afecta a RN y que el homenaje al brigadier (R) Miguel Krasnoff, condenado por violación a los DDHH, por parte de un coronel (R) y alcalde de la UDI deja al trasluz. Tensiones que se posponen una y otra vez gracias al binominalismo, pero que más temprano que tarde saldrán a luz.
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