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Por estos días las descoordinaciones o discrepancias al interior del gobierno, ponen al trasluz un dilema que no es exclusivo de la derecha, sino que nos atraviesa permanentemente en las más diversas circunstancias. Las dos almas que conviven en los más diversos grupos humanos, y también en cada uno de nosotros. Mal que mal está en la naturaleza humana.
Ya se vio en tiempos de los gobiernos de la Concertación con la difícil convivencia entre los autoflagelantes y los autocomplacientes. Lo que vive el gobierno de la Alianza aún no tiene nombre porque recién está en sus inicios, pero algunos lo bautizan como la derecha dura y la blanda, o la doctrinaria y la pragmática, la tradicional o histórica y la moderna. No digo el gobierno de la Coalición por el Cambio porque eso no fue más que un artificio para ganar las elecciones, porque ya se sabe a dónde fue a parar lo que se llamó Chile Primero.
En el conflicto estudiantil también estuvieron presentes estas dos sempiternas almas bajo el nombre de los ultras y los moderados. Como si de un partido de futbol se tratara, los comentaristas llegaban a afirmar que el movimiento había sido capturado o cooptado por los ultras.
Unos y otros existen, han existido y seguirán existiendo por los siglos de los siglos. En Estados Unidos, a nivel gubernamental están representados por los halcones y las palomas. En el régimen militar también existieron estas dos almas, los que querían hacerlo todo de un viaje, y los otros, los que preferían la pausa.
Estas dos almas, a veces hay más, existen aunque se compartan los fines perseguidos. Representa las distintas miradas, estrategias, formas, procedimientos para alcanzar tales fines.
Está fuertemente ligado a lo postulado por Max Weber, sociólogo alemán de comienzos del siglo pasado, en torno a la existencia de dos éticas que parecen oponerse diametralmente: la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Es la reflexión sobre el fin y los medios. La convicción empuja al logro de los fines perseguidos a cualquier precio, cualquier medio, por discutible que sea; la responsabilidad pone por delante, las consideración de las consecuencias de nuestras conductas, nuestras decisiones. Son las dos almas que están permanentemente en pugna. Conciliar la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad, de modo que se complementen, en vez de contraponerse, es el gran desafío si queremos ser auténticos.
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