El precio del petróleo
Una de las mayores preocupaciones que se observan es el fuerte aumento del precio del petróleo, el que alcanza niveles impensados hace poco tiempo atrás y que no muestra signos de detener su camino.
La razón de esta preocupación reside en que vivimos en un mundo cuyo desarrollo se ha sustentado en un bajo precio del petróleo. Si bien podríamos entrar a discutir respecto de cuál es el precio que debiera tener, lo concreto es que los precios de ayer difícilmente volverán y el escenario más probable es que siga subiendo inexorablemente.
No es necesario ser economista ni neoliberal para darse cuenta que el petróleo es un recurso no renovable cuya demanda se incrementa como causa y consecuencia del mayor ingreso y del estilo de vida dominante.
Si el día de mañana tuviésemos el ingreso de los norteamericanos, tendríamos al menos dos vehículos por casa. Imaginemos la demanda que tendríamos si los chinos alcanzaran dicho nivel de ingresos con un patrón de desarrollo como el nuestro. El consumo de petróleo se dispara y las reservas desaparecerían rápidamente por más que de vez en cuando descubramos nuevas reservas petrolíferas y produzcamos vehículos más eficientes y nuestras industrias demanden menos petróleo para ponerse en acción.
En este contexto, al margen de las maniobras del cartel de la OPEC por manejar el precio, mas temprano que tarde estaremos enfrentados a la realidad dura y cruel: el petróleo tiene sus días contados. Por tanto, en vez de andar haciendo piruetas intentando frenar esta alza, lo que debiésemos hacer es modificar nuestros hábitos, nuestra estructura de consumo. Esto es, nuestro estilo de vida. Eso duele y cuesta, de allí los pataleos y pataletas. No otra cosa son los intentos por reducir los impuestos sobre los derivados del petróleo o por allegar recursos al fondo de estabilización.
Esto último tendría sentido si estuviésemos ante un fenómeno puntual, pero todos sabemos que no es así. Seguiremos teniendo petróleo caro para rato, incluso más, mucho más caro. Y reducir los impuestos específicos sería engañarnos y olvidarnos que cuando quieres desalentar el consumo o producción de un bien que produce “males”, aplicas un impuesto. En el caso del petróleo su alto consumo por parte de automóviles, buses y camiones produce, entre otros “males”, congestión y contaminación.
Pero no hay mal que por bien no venga. El alto precio del petróleo y su futuro agotamiento rentabilizará fuentes energéticas que hoy no son alternativas viables por su alto costo al lado de un petróleo “barato”. Para eso debemos aguantar el chaparrón y resistir por la vía de cambiar nosotros mismos. Si lo hacemos el costo del cambio será menor que si no lo hacemos.
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