Recordando el 5 de octubre
A casi 20 años del triunfo del NO, el sabor que queda a la luz del transcurso del tiempo es de dulce y agraz. Las particulares características del plebiscito estuvieron dadas por las condiciones en que se dio y que desbordaron por completo al régimen imperante. Un plebiscito fraguado y considerado como de mero trámite en tiempos de gloria, de poder total, en el que aún se creía que se irían cuando Chile fuera una gran nación, propósito fundacional consignado en los primeros días de la dictadura. Como se dijera en su momento: se derrotó a Pinochet con un papel y un lápiz. Corrió solo y salió segundo.
Uno de los grandes logros es que ahora podemos decir las cosas por su nombre. Sí, ahora llamamos dictadura lo que en su momento a lo más podíamos tildar de régimen autoritario; ya no tenemos los martes de Merino, ocasión en la que daba rienda a sus sandeces, entre las cuales destacó su referencia a los humanoides. Sí, ya podemos decir abiertamente que el 73 tuvimos un golpe y no un pronunciamiento como por años se nos quiso hacer creer. Ya no se tortura, ni desaparecen las personas por la acción de agentes pagados por el aparato del Estado.
Sí, tenemos parlamento elegido y un gobierno electo, y se suceden las elecciones en actos que no dudamos en calificar de ejemplares. También tenemos una economía que crece, nuestro PIB per cápita nos está colocando a la vanguardia en América Latina. Las instituciones “funcionan” como le gusta afirmar a Lagos, las FFAA han vuelto a sus cuarteles. La pobreza se ha reducido significativamente.
No obstante lo expuesto en forma muy suscinta, también hay un sabor amargo. Ni los temores ni las grandes desigualdades han desaparecido. Bajo un sistema binominal, los resultados se vician, el padrón electoral envejece y los jóvenes se resisten a participar. Persiste el miedo paralizante.
El modelo económico imperante en Chile fue impuesto a sangre y fuego desde los inicios de la dictadura. Ningún país auténticamente democrático se ha dado voluntariamente un modelo como el que tenemos entre nosotros y que a la fecha hemos sido incapaces de alterar significativamente. A lo más, como gran concesión de la derecha, se han logrado morigerar sus aristas más ásperas, pero en lo sustantivo ha permanecido intocable porque pobre de aquel que ose ponerlo en jaque.
El nivel de ideologización y dogmatismo que recorre a la gran mayoría de los economistas nacionales es difícil de encontrar en otro país. De hecho, hasta en las universidades públicas se transmite el idílico mensaje del mercado competitivo y más eficiente mecanismo de asignación de recursos, junto con el mensaje que el Estado es el diablo mismo. Hasta Milton Friedman, el gran mentor de estos economistas, se quedó corto. Ni siquiera en Estados Unidos se han atrevido a implementar un modelo como el que nos rige.
Solo un golpe de la brutalidad que tuvimos, hizo posible la implementación de este modelo económico que ha traído crecimiento y consumismo, pero no desarrollo; que ha tendido a privilegiar la especulación por sobre la producción. Y un país con estas bases no tiene futuro.
De allí que la gran tarea pendiente es aplicar cirugía mayor en el plano de las políticas económico-sociales. Desafortunadamente ahora parece carecerse de la fuerza política para hacerlo. El libre mercado funciona entre iguales, no entre desiguales; y en este país somos demasiado desiguales. No bastan los míseros subsidios y subvenciones focalizados en los más pobres. El libre mercado funciona cuando el vil billete se gana como resultado del trabajo honesto y limpio, no de la especulación. Y acá se gana más especulando que trabajando.
Tal como había gente que hacía vista gorda de las brutalidades y dramáticas injusticias del régimen militar, prefiriendo auto-engañarse con cualquiera justificación que las autoridades confeccionaban, ahora tenemos otro grupo que no ve nada, que prefiere creer, vacuamente, en una ideología que no deriva nada bueno, ni para el país ni para sus ciudadanos. El neoliberalismo está impuesto por un grupo reducido de individuos, y ellos son los únicos que se benefician. Es un sistema anti-democrático, que se impone solapadamente en momentos de crisis. El mismo señor Friedman dedujo que era la mejor manera de implementarlo, ya que una ciudadanía cívica, bien parada, jamas lo aceparía. Ya es hora de pararnos.
ResponderBorrarJota Eme
Véase, si tiene banda ancha (Watch 256k stream):
ResponderBorrarhttp://www.democracynow.org/article.pl?sid=07/09/17/1411235&mode=thread&tid=25
Léase, si necesita traducción:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=56710
Jota Eme
agradezco a jota eme su contribución, tanto a través de sus comentarios como referencias que invitan a reflexionar, particularmente la entrevista publicada en democracynow.org y traducida en rebelion.org
ResponderBorrarrodolfo