En columnas anteriores he buscado explicar lo injusto que es cotejar los resultados de la educación pública con la privada cuando esta última opera con 4 veces más recursos que la primera, y más encima, cuando su “cliente”, el alumno, viene de una cuna de oro en circunstancias que la educación pública debe atender a quienes vienen de cunas de paja. Sé que el tema no se agota en el tema financiero, pero no es razonable omitirlo.
Los apologistas de la educación privada, de los rankings por resultados y de la eficiencia, claman por más mercado y menos Estado, en contraste con quienes sustentan la necesidad de más Estado y menos mercado. Debo confesar que no me alineo con ninguna de las dos partes. Valoro tanto al mercado como al Estado, cuando funcionan bien, no así cuando operan mal. Todos sabemos que existen fallos de mercado y fallos de Estado. Por ello, mi postura es más y mejor mercado, junto con más y mejor Estado. Esto último es indispensable si queremos que efectivamente se desea que el mercado opere como la afirman sus apologistas. Para que la “mano” que guía el comportamiento mercantil sea efectivamente “invisible”, deben ser millones los actores que participan en tal mercado, sin que uno o unos pocos de ellos adquieran posiciones dominantes, y si estos existen, deben tener al frente un Estado profesional, incorruptible, que no se deje comprar, con capacidad para corregir las distorsiones propias de un mercado caracterizado por el imperio de la desigualdad extrema. Sí, porque sin perjuicio que somos 15 millones los que habitamos este país, el mercado propiamente tal está constituido por unos pocos, los que tienen dinero como dirían Los Prisioneros. El resto no son sino gatos frente a la carnicería.
Un mercado que sea competitivo de verdad, no solo en el papel, en el que ningún actor o conjunto de actores, sea capaz de imponer sus condiciones; un mercado en el que exista transparencia de información confiable; un mercado constituido por empresas capaces de asumir la responsabilidad social que tienen ante la sociedad; un mercado al que concurren personas con capacidad económica y capacidad para discernir a fin de que sus decisiones tengan una base racional.
Con el nivel de desigualdad imperante en nuestro país el mercado no funciona, o está funcionando de manera tal que agudiza las desigualdades y lo que es peor, está desintegrando en vez de integrar. En las actuales condiciones, quienes propugnan más mercado y menos Estado nos conducen a la desintegración total. A nivel educacional, lo que está ocurriendo con la educación pública y privada que tenemos, apunta en la misma dirección. Con un Estado ausente, consecuencia de la LOCE, que permite crear establecimientos educacionales particulares como si de un negocio cualquiera se tratara, sin mayores regulaciones y con establecimientos a cargo de municipios cuyo giro no tiene nada que ver con la educación, que nunca han asumido su responsabilidad en ese terreno, y más encima sin recursos. Así difícilmente tendremos personas bien educadas.
Hecha esta introducción, en algunas de mis columnas siguientes espero abocarme al tema de la calidad en la educación desde mi particular visión.
Estamos atentos a las próximas publicaciones.
ResponderBorrarCreo que el analisis propuesto en la discusión pública acerca de enfocar el sistema educacional, en particular el secundario, desde un punto de vista de oferta-demanda, va medrando el derecho a la educación de calidad en pos de la libertad de enseñanza. Creo que una visión más constructiva por parte de municipios y congreso pueden hacer que la educación sea un factor de relevancia en el concierto nacional y no un mero pivote para triangulación de fondos municipales.
Saludos :]
Estimado Rodolfo:
ResponderBorrarMe parece muy adecuado y necesario discutir sobre el contexto económico y la cuestión del financiamiento.
Pero, una vez más, creo que lo realmente relevante y primario es discutir un modelo educacional: qué enseñar y para qué... el error en que nos hacen incurrir los tecnócrtas es poner la carreta delante de los bueyes: la economía por sobre la política.
Quedo a la espera de lo que viene.
am
Estimado Rodolfo,
ResponderBorrarCreo que podríamos - siempre cando hablamos por primera vez de un "mercado" - especificar cuales son sus características y definir si la palabra se usa en el sentido metafórico o técnico. Lo que llamamos "sistema educacional", ¿es conveniente llamarlo "mercado"? Me encuentro escéptico, pero por otra parte me imagino que se puede definr un marco regulatorio que permite a privados operar en "educación". Te envito a mirar "Debate 1" en mi BLOG http://aprendachile.blogspot.com
Saludos,
Martin Schaffernicht
Cuando me refiero a mercado lo hago en el sentido común y corriente. Lo entiendo como el espacio en que concurren oferentes y demandantes del bien/servicio que se trate. En este caso, del servicio educativo o del bien educación. Están los demandantes, que son los alumnos y/o sus familias; y los oferentes, que son los establecimientos educacionales, que son quienes brindan el servicio solicitado.
ResponderBorrarOtro cuento es que el mercado sea perfecto, pero no por ello estimo deja de ser un mercado, el que puede ser imperfecto. La distancia entre un mercado perfecto e imperfecto se explica por lo que se llaman los fallos de mercado.