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Finalmente, Trump concretó
lo que venía amenazando desde que estaba en campaña: alzar los aranceles a las
importaciones procedentes de más de 150 países, declarando lo que en los países
afectados denominan una guerra arancelaria.
El objetivo
perseguido está dado por su slogan de campaña, hacer grande nuevamente a
América (“Make Amerika Great Again” -MAGA) por la vía de reducir el déficit
comercial y equilibrar el comercio exterior. Lo que buscan Trump y su gobierno,
es proteger a la industria estadounidense, desalentando las importaciones de
terceros países al encarecerlos por la vía de los aranceles, que no son otra
cosa que impuestos a los bienes importados.
Esto lo está
aplicando un gobierno de un país, EEUU, que por décadas ha estado promoviendo
tratados de libre comercio destinados a facilitar el comercio exterior por la
vía de la rebaja de aranceles. Tratados de libre comercio que han sido firmados
con innumerables países por parte de gobiernos encabezados tanto por presidentes
republicanos (Nixon, Ford, Reagan, Bush padre e hijo), como demócratas (Carter,
Clinton, Obama, Biden).
Es claro que Trump
está haciendo saltar por los aires lo preconizado por todos sus antecesores,
incluyendo su propio partido, el republicano, del cual se ha apoderado gracias
a su experiencia en el mundo de las comunicaciones, particularmente el
televisivo, y su condición de multimillonario. No está de más recordar que
Trump estuvo afiliado al partido demócrata al cual renunció, para después
recalar en el partido republicano, del que logró tomar el control, desplazando
a su dirigencia tradicional a punta de un discurso que tiene su origen en el
Tea Party, una versión ultraconservadora republicana de origen religioso.
No es un misterio
para nadie que Trump está buscando reventar todo un orden mundial que en su
momento impulsaron los propios EEUU: un orden basado en la libre competencia,
buscando facilitar el comercio mundial, por la vía de la reducción aranceles. Un
orden mundial que si bien se inició al término de la 2ª Guerra Mundial, se vio
reforzado en tiempos de Nixon y de Reagan, ambos republicanos al igual que
Trump.
Richard Nixon lo hace
en la década de los 70 ordenando a su canciller, Henry Kissinger realizar una
visita secreta a la China de Mao con el propósito de reanudar relaciones
diplomáticas, y por esta vía abrir y penetrar a un apetitoso mercado conformado
por millones de chinos. Nixon y Kissinger hicieron la vista gorda a las características
del régimen comunista imperante.
Y Ronald Reagan, también
republicano, encabeza, junto con Margaret Tatcher, la cruzada neoliberal que
perdura hasta hoy, donde se pregona que cada país produzca aquello en que es
más eficiente, dejando que terceros países produzcan aquello en no se es
eficiente.
El resultado de las
acciones iniciadas por Nixon y Reagan fue todo lo contrario de lo esperado por
ellos, que todo el mundo consumiera productos estadounidenses, producidos por
empresas estadounidenses en EEUU. A lo largo de estas décadas el mercado
norteamericano ha estado siendo invadido por bienes foráneos, y el mercado
chino no ha logrado ser penetrado como se esperaba. Los campeones de la libre
competencia fueron por lana y salieron trasquilados.
El declive
norteamericano en el concierto mundial tanto productivo como económico, es
manifiesto, al igual que la emergencia china. Esta constatación es la que a mi
juicio explica el MAGA, las actuaciones de Trump. Actuaciones que parecen ser
un intento por detener la decadencia de los EEUU y poner coto al crecimiento de
la presencia china en el mundo.
La ofuscación de
Trump la asemejo a la del matón del barrio que se apoya en la amenaza militar,
donde aún ronca bajo el paraguas nuclear. Ofuscación que también es asimilable
a la del berrinche del niño que ha perdido la pelota que creía suya. No se
puede llevar gratis la pelota a su casa.
No hay otro camino
que cerrarle el paso, plantarle cara y hacerle morder el polvo de la derrota.
¿Cómo? Mediante aranceles recíprocos, dejando de comprar productos de origen
norteamericano, facilitando el comercio exterior entre nuestros países,
fortaleciendo la producción nacional.
La gran lección que
deja todo esto es que todo país debe tener una base productiva esencial mínima
que le permita sustentarse con autonomía de las acciones de terceros. De lo
contrario se corre el riesgo de quedar en pampa y aparezca un personaje como
Trump que crea que nos tiene en sus manos. ¿Se entiende?