septiembre 24, 2014

Las lecciones de Escocia

Recientemente se celebró un referéndum en Escocia, país europeo perteneciente al Reino Unido, con el propósito de que sus habitantes decidieran si querían seguir siendo parte de la Corona británica, o bien, constituirse en un país independiente.

El tema tiene trascendencia más allá de las fronteras del Reino Unido porque en no pocos países existen regiones, movimientos con aspiraciones autonómicas o independientistas, que observaban con sumo interés lo que allí estaba ocurriendo. Entre ellos, menciono los casos de Cataluña y el País Vasco en España por ser los más visibles en la actualidad.

Las razones de estas aspiraciones varían según el caso que se trate, pero en general los motivos se centran en dos. Uno de ellos es de las identidades, culturas claramente diferenciadas históricamente y que el tiempo no ha logrado disipar. El otro motivo suele ser de menoscabo, el de sentir que su contribución al desarrollo de la comunidad a la cual se encuentran adscritos, es sustancialmente mayor que los aportes que reciben de ella. La conjunción de los dos motivos es explosiva. En el caso de Escocia, la existencia de recursos petroleros, junto con el fuerte sentimiento de los escoceses de ser muy distintos a los ingleses, está en la raíz de su deseo de valerse por sí mismos y no estar al alero del Reino Unido.

En los comienzos de la batalla electoral, los sondeos indicaban que las corrientes independientistas ganaban el referéndum. Los ingleses, el gobierno inglés, inteligentemente, en vez de buscar subterfugios para impedir el referéndum, optó por encararlo, movilizando todos los argumentos y recursos disponibles, tanto económicos como emocionales, para revertir los resultados que se veían venir. Con el tiempo, a medida que se acercaba la fecha del referéndum, la diferencia se fue estrechando. Es así como finalmente, un 55% de los escoceses optaron por seguir siendo parte del Reino Unido.

Pero para que ganara esta opción, el gobierno británico tuvo que hacer concesiones, prometiendo una fuerte descentralización. En estos días ya se encuentra trabajando en esta dirección por la vía de traspasar competencias, recursos, atribuciones. Mantener a Escocia dentro del Reino Unido no fue gratis para este último, y en ese plano, quienes querían la independencia no tienen por qué considerarse perdedores o sentir que fue un esfuerzo inútil la lucha. Por el contrario, perdiendo, ganaron en relación a lo que tenían.

Curiosamente estos movimientos secesionistas siguen dándose en tiempos de globalización, cuando el mundo se convierte en una aldea global, lo que da cuenta de una reacción orientada a rescatar identidades y culturas que no desean ser absorbidas por corrientes o influjos supranacionales. Signo de que muchas regiones siguen gozando de buena salud y no están disponibles para que arrasen con sus tradiciones, sus lenguas.

Justo por estos meses, el gobierno catalán está llamando a un referéndum para que los habitantes de Cataluña puedan pronunciarse si desean seguir siendo parte de España o no. A diferencia del Reino Unido, en España el gobierno central ha reaccionado oponiéndose frontalmente a la realización de dicho referéndum, invocando su inconstitucionalidad. Me pregunto: ¿qué sentido tiene que un país tenga en su seno una región que no quiere ser parte de él? ¿por qué no se la juega y aprovecha el referéndum para poner sobre la mesa todos los argumentos en favor de la pertenencia de Cataluña a España?

En este plano, no cabe duda que el referéndum escocés dejó en un muy mal pie a España y a todos los países que se resisten a someter a la decisión de los habitantes si quieren que sus respectivas regiones estén subsumida en países que muchos pueden sentir que no es el suyo.

septiembre 18, 2014

El camino hacia la independencia

Terminadas las fiestas patrias, regresamos a nuestra realidad diaria. La celebración va por la vía de aprovechar para salir, cambiar de aire, descansar, distraernos. Si nos detuviésemos a reflexionar en torno a nuestra independencia, muy probablemente nos percataremos que de independientes tenemos poco. Nos sacudimos de un yugo, pero eso no significa necesariamente que estamos sin yugo.

Seguimos siendo un país subdesarrollado, aún lejos de alcanzar el tan esquivo desarrollo. Desde que tengo uso de razón, por un motivo u otro, la meta, ser un país desarrollado, se pospone una y otra vez. Se nos escapa cada vez que sentimos que estamos ad portas de él.

Otros países, en estas mismas últimas cinco décadas, han logrado dejar atrás el subdesarrollo, aun partiendo de condiciones mucho más desfavorables que nosotros.

¿Dónde está la diferencia? Parece estar en que mientras nosotros hablamos, conversamos, discutimos, hacemos como que trabajamos, otros trabajan, se esfuerzan, actúan, se apoyan entre sí. En síntesis, para alcanzar el desarrollo no basta la voluntad si no va acompañada de esfuerzo, acción, trabajo, persistencia y un talante solidario y colaborativo. En caso contrario, no pasa de ser una quimera.

Somos de los países cuyos trabajadores tienen más horas laborales al año, cuyos estudiantes tienen más horas de clases. No obstante ello, nuestra productividad y capacidad para agregar valor a los recursos naturales que generosamente nos provee nuestra tierra, deja mucho que desear. De hecho, no hemos logrado romper nuestra dependencia del cobre, y el mayor componente de nuestras exportaciones siguen siendo materias primas sin mayor valor agregado.

En un mundo globalizado, crecientemente competitivo, el que pestañea, pierde. Y nosotros pareciera que nos pasamos pestañeando. Por momentos se nos suben los humos a la cabeza, particularmente cuando nos comparamos con quienes pestañean más; también cuando nos cotejamos con las condiciones materiales bajo las cuales nosotros mismos vivíamos hace no más de una o dos décadas atrás.

Nos falta el gran salto cultural, económico y educacional. El primero, un salto más cualitativo; el segundo, más cuantitativo. El cultural tiene que ver con no tanto más horas de trabajo, como trabajar mejor; con ser más responsables, puntuales, disciplinados, valorar el trabajo bien hecho, cumplir la palabra empeñada. Abandonar el chamullo, el trabajo a medias, el arreglo con alambritos, los más o menos, las avivadas.

El salto económico se relaciona con que no podemos seguir gastando en innovación e investigación menos del 1% del producto interno bruto (PIB), cuando los países desarrollados invierten más del 2%. En esta esfera el sector privado tiene una tremenda responsabilidad porque el grueso de lo que se gasta en innovación en Chile proviene del sector público, en circunstancias que en los países que más invierten el mayor peso recae en los privados.

El salto educacional que tiene que ver con hacer posible el salto cultural, esto es, cambiar nuestra mirada, que provea no solo conocimientos, sino valores, y donde la responsabilidad es compartida por los establecimientos educacionales con las familias. Los países más desarrollados tienden a tener una educación pública, gratuita y de calidad. Una educación pública de mala calidad, y por la cual más encima haya que pagar, pierde su razón de ser.

Resumiendo, solo cuando hayamos dado estos saltos, recién entonces podremos ponernos pantalones largos, esto es, afirmar que somos un país desarrollado, y por tanto, independiente en todo su significado.

septiembre 12, 2014

El terrorismo en acción

El mes de septiembre es un mes complejo en Chile. Por un lado, es el mes de la llegada de la primavera, de los volantines, de los circos, de las fiestas patrias. Era el mes de las elecciones presidenciales, de las que nos enorgullecíamos porque simbolizaban la continuidad democrática en un continente asolado por golpes militares.

Al mismo tiempo, es el mes en que se instaló el terrorismo de Estado, entendido como aquel perpetrado desde el Estado mismo, con todos sus recursos, para sembrar el terror entre connacionales, persiguiendo a las personas sin el debido proceso, al amparo de las bayonetas que la propia sociedad les confió para la defensa nacional, no para atacar, ni desaparecer, ni torturar, ni exiliar a miles de compatriotas.

Algunos se limitan a rechazar y lamentar lo que gustan denominar como “excesos del gobierno militar” y piden dejar de insistir para poder mirar hacia adelante. Lo ocurrido no fueron simples excesos, fue una política fraguada al más alto nivel y operacionalizada a sangre y fuego. No pocos dentro de las FFAA, se resistieron a embarcarse en una política del terror destinada a amedrentar, a infundir el temor entre la población. Esos pocos miembros de las FFAA, pagaron con sus vidas su fidelidad a la historia y razón de ser de las propias FFAA.

El terrorismo debe ser rechazado por la ciudadanía toda, venga de donde venga, porque su objetivo no es otro que el de amedrentarnos, para retrotraernos a tiempos que no queremos repetir, salvo algunos nostálgicos trasnochados. El terrorismo se enfrenta con más democracia, no con menos democracia, con la participación de todos nosotros, con más y mejor educación, más y mejor salud, más y mejor previsión; con autoridades y medios de comunicación responsables, que no caen en el juego de los terroristas. Éstos, lo que buscan es cobertura, sembrar temor, generar un “clima” propicio a sus intereses.

A la fecha de escribir estas líneas, se desconoce el origen de las bombas que por estos días siembran la inquietud en la población. Pueden ser tanto de sectores anarquistas desquiciados como de sectores militares y civiles nostálgicos de una dictadura que el país no quiere volver a tener. Identificar y desarticular a los responsables de tales actos reprobables es deber de las autoridades con la colaboración de todos.

septiembre 03, 2014

Revolución en libertad

Por estos días se cumplen los 50 años del triunfo de Eduardo Frei Montalva, allá en 1964, luego de una campaña con un rival de fuste, como lo era Salvador Allende, abanderado del Frente de Acción Popular (FRAP). Una campaña compleja, en tiempos de guerra fría, la primera elección presidencial después del ascenso de Fidel Castro en Cuba.

El candidato de la derecha, en aquel entonces una coalición de liberales, conservadores y radicales, Julio Durán, un radical de tomo y lomo, vio desvanecer sus posibilidades luego de la derrota experimentada por el candidato derechista en una elección complementaria, en Curicó, en manos de un socialista. Este fenómeno se conoció como el naranjazo y marcó la pauta  de las decisiones en el ámbito político. La derecha entró en estado de pánico y con tal de impedir el triunfo de Allende, ofreció su apoyo a Frei, dejando en la estocada a Durán, quien no bajó los brazos. Frei no dio la espalda a este apoyo, pero dejó en claro su postura con una frase para el bronce: “no cambiaré mi programa ni por un millón de votos”.

El programa de Frei era un programa de avanzada que a la fecha no se ha sabido valorar en consideración a que impidió el triunfo del candidato de la izquierda, Allende. Cabe recordar que en la contienda presidencial anterior había estado ad portas del triunfo al ser derrotado a duras penas por Alessandri, gracias a la incursión de un cura de Catapilco, quien alcanzó a quitarle a Allende los escasos votos que le faltaron para ganar.

La campaña tuvo de todo, desde la apoteósica Marcha de la Patria Jóven, que culminó en el entonces parque Cousiño, hoy parque O´Higgins, hasta la intervención norteamericana, que se la jugó por Frei Montalva. Mal que mal, para Estados Unidos era inaceptable lo que visualizaba como una eventual segunda Cuba, con el agravante de que en esta ocasión, sería el primer triunfo de un candidato confesadamente marxista por la vía de las urnas. Hasta el campeonato mundial de fútbol que se había desarrollado en Chile sirvió de cortina para la campaña aprovechándose el triunfo de Chile sobre Rusia por 2 a 1.

Con Frei Montalva los campesinos salieron del ostracismo, se promovió la sindicalización campesina; los pobladores vieron reconocidos sus derechos a través de la promoción popular y con la creación de las juntas de vecinos; las mujeres encontraron su cauce en los centros de madres; los trabajadores vieron abiertas sus posibilidades de capacitación; las pequeñas empresas encontraron apoyo en instituciones como el Servicio de Cooperación Técnica; el país inició la recuperación de su riqueza básica, a través de lo que se llamó la chilenización del cobre, y que después, con Allende fue nacionalizado.

No obstante estos innegables avances, la izquierda, herida por haber visto postergada una vez más sus posibilidades de triunfo, le negó la sal y el agua a Frei Montalva.


Hoy, a 50 años de su triunfo, me permito recordarlo para aprender del error que significó una Democracia Cristiana y una izquierda posicionadas en aceras opuestas. La consecuencia fue fatal.