Anoche no quise dormirme hasta no tener los primeros resultados de la elección presidencial chilena. Eso fue alrededor de las 12 de la noche, hora de España donde me encuentro residiendo. Desde el primer minuto los resultados preliminares fueron demoledores, a punto tal que me desvelé preguntándome una y otra vez, qué hemos hecho tan mal para llegar a esto.
Repasé el punteo que
me había hecho respecto de lo que se jugaba en estas elecciones, así como una
columna escrita el domingo inmediatamente anterior (leer) donde daba por sentado que Jara pasaba a la segunda vuelta y señalaba que las
incógnitas estaban centradas en tres puntos:
1.
Qué votación
lograría Jara: mientras más cerca esté del 30% más cuesta arriba se le pondría
la segunda vuelta, y mientras más se acercara al 40% mayores posibilidades se
le abrían. Obtuvo un 26%, menos del 30%, señal inequívoca de que la segunda
vuelta será un suplicio.
2.
Quién
de entre los candidatos de la derecha (Matthei, Kast y Kaiser) pasaría a segunda
vuelta: Kast es quien obtuvo el pase pisándole los talones a Jara a menos de un
2% de distancia.
3.
Cuál
sería la diferencia entre el candidato de la derecha que pasa a segunda vuelta
y los otros dos candidatos: mientras Kast obtuvo un 25% de los votos, Matthei y
Kaiser obtuvieron del orden del 14% cada uno, esto es, a una distancia de poco
más del 10%, una diferencia lo suficientemente significativa como para que no
arda Troya y tanto Matthei como Kaiser agachen el moño.
La sorpresa la ha dado Parisi al
llegar en tercer lugar con un 18%, superando a Matthei y Kaiser. A estas
alturas del partido ya nadie sabe para quien trabaja.
Lo concreto es que el país real,
a mi entender, no es el país que se percibe y que dominan los titulares de los
medios de comunicación. Los resultados nos dicen que la ciudadanía ha
respaldado a los candidatos que sostienen que se requiere con urgencia una
suerte de gobierno de emergencia. No lo veo así. No estamos ante un país boyante,
pero tampoco estamos ante un país se esté cayendo a pedazos.
La inmigración y la inseguridad
ha copado la agenda de la mano de la derecha que ha abusado del tema, omitiendo,
intencionada y maliciosamente que ambos son fenómenos mundiales que requieren
enfrentarse globalmente, dado que requieren acuerdos internacionales. Su solución
no es resorte de cada país en particular, sino que de acuerdos con terceros.
Si miramos el vaso medio lleno en
vez de verlo medio vacío, la inmigración es señal de que en Chile se está mejor
que en otros países, ya sea porque no se persigue a nadie por ser lo que es y/o
piensa, ya sea porque acá encuentra trabajo o porque acá puede vivir en paz.
Y la inseguridad es un fenómeno
mundial exacerbado por el narcotráfico y las pandillas que surgen a su sombra
cuya solución también pasa por acuerdos de orden internacional. Las bravatas, manos
duras, solo conducen a soluciones de cortísimo plazo y generando problemas
mayores a mediano y largo plazo.
Podar un árbol enfermo no lo sana
en tanto no fertilicemos y abonemos con buena tierra sus raíces para que vuelva
a dar un tronco sin heridas, ramas fuertes y hojas verdes sin manchas.
Se me queda en el tintero un
análisis de los resultados de las elecciones parlamentarias y que se relacionan
con la hegemonía y correlación de fuerzas, tanto dentro de la derecha como de
la izquierda, la fragmentación política, la sobrevivencia de ciertos partidos, y
el futuro de las fuerzas que representan al centro político. Espero hacerlo en
otra ocasión. Saludos.
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