El domingo que viene, 16 de noviembre, como diría Raúl
Matas, “una vez más”, estamos llamados a definir quién será nuestro próximo
presidente de la república, y quiénes nos representarán en el congreso
nacional.
Su importancia reside en algo que damos por sentado,
la posibilidad de elegir entre distintas alternativas. Por más que digamos que “da
lo mismo, mal que mal, al otro día debemos salir a trabajar como siempre”, no
da lo mismo. Si bien el desarrollo del país depende de nuestro trabajo, de
nuestras capacidades, el rumbo, la dirección de este desarrollo está
fuertemente condicionado por quienes elegimos para que nos representen tanto en
el poder ejecutivo, como en el legislativo. Por ello sostengo que no da lo
mismo quien conducirá nuestro destino en los próximos 4 años.
A modo de ejemplo, invito a quienes me leen a hacer el
ejercicio de cotejar el país que tenemos hoy, con el que tendríamos si en las
elecciones presidenciales pasadas hubiese salido ganador Kast, y no Boric. Comparación
que debiésemos realizar en los ámbitos de los derechos sociales, políticos y
económicos, de la seguridad, de la corrupción, de la inmigración, de las
libertades, del narcotráfico.
A la hora de votar no debiésemos pasar por alto que en
estos años Chile ha debido navegar en un contexto internacional marcado por un
incremento de las tensiones, la existencia de dos guerras -la de Ucrania y
Gaza-, y con un EEUU gobernado por un personaje como Trump, cuya característica
central ha sido esgrimir los aranceles como arma para hacer lo que se le
antoje.
Estas elecciones se dan con vientos a nivel mundial a
favor de la derecha y la ultraderecha, de los nacionalismos y populismos, y una
izquierda de capa caída. Las encuestas
parecen señalar que similar escenario tenemos en Chile: una candidatura presidencial
de izquierda que no alcanza a superar el 30% y tres candidaturas presidenciales
de derecha y ultraderecha que bordean el 50%. Todo apunta a que en la noche del
próximo domingo no sabremos quien será el próximo presidente, dado que ninguno de los candidatos en carrera obtendrá mayoría absoluta. Sí
se sabrá, quienes estarán en la papeleta de la segunda vuelta.
Se da por hecho que la candidatura de Jara será la que
obtenga más votos y que llega a la segunda vuelta. Las incógnitas están centradas
en tres puntos. Uno, la votación que logre obtener Jara; dos, quién logre pasar
a segunda vuelta (Kast, Kaiser o Matthei); y tres, la diferencia de votos entre
quien pasa a segunda vuelta y los otros dos candidatos.
Mientras más cerca del 30% de votos obtenga Jara, más
cuesta arriba se le pone la segunda vuelta; mientras más se acerque al 40%, más
posibilidades se le abren. En la derecha, mientras más se acerque la suma de
votos de sus tres candidatos al 60%, mayores serían las posibilidades de su
candidato ganador en la segunda vuelta. Esto dependerá fuertemente de la
distancia de votos entre los tres candidatos (Kast, Kaiser, Matthei), porque si
la llegada es muy apretada, puede arder Troya. A la derecha se le facilitarán
mucho las cosas si quien pase a segunda vuelta lo hace a gran distancia de los
otros dos, a quienes no les quedaría más remedio que agachar el moño.
Por último, cabe recordar que no menos importante es
la elección de parlamentarios, que se define el mismísimo 16 de noviembre, por
lo que esa noche tendríamos la composición del próximo parlamento. Composición que
será gravitante, tanto para la segunda vuelta, como para la andadura del
período presidencial que viene.
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