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Foto de Eyestetix Studio en Unsplash |
Por estos días se han filtrado desde la Fiscalía conversaciones privadas, personales, entre una diputada y una exalcaldesa de la capital del reino. Filtraciones en el marco de una investigación por la eventual injerencia de la diputada en favor de un empresario chino para la obtención de un permiso de operación.
No es primera vez que
se producen filtraciones, pero ellas se han acentuado desde la llegada, en el
año 2023, del fiscal nacional, Ángel Valencia. Ahí están las filtraciones en el
caso del exalcalde de Recoleta, Daniel Jadue; del exsubsecretario del interior,
Manuel Monsalve; del abogado Luis Hermosilla y el exministro del interior,
Andrés Chadwick cuya estrecha relación incidió en la designación de importantes ministros de la
Corte Suprema.
Filtraciones intencionales
que por lo general no tienen relación con las investigaciones en curso y que no
persiguen otro propósito que dañar la imagen pública de los protagonistas
implicados. En unos casos han existido más filtraciones que en otros, que los
medios de comunicación y las redes sociales han esparcido al por mayor dependiendo
de los intereses en juego.
En este caso el
festín viene dado por tratarse de conversaciones entre dos mujeres de
militancia comunista, ambas autoridades: Carol Cariola, diputada, presidenta de
una de las ramas del Congreso Nacional, e Irací Hassler, quien fuera alcaldesa
de Santiago hasta el año pasado. Conversaciones privadas en las que hacen
negativas referencias al presidente cuyo gobierno ambas dicen respaldar
públicamente.
Acá se
está poniendo el grito en el cielo por filtraciones, cuyo origen debe desentrañarse
sin lugar a dudas, pero se está soslayando que estamos ante
conversaciones que, por más privadas y personales que sean, nunca debieron
darse. Menos entre quienes ostentan cargos de elección popular, que son
autoridades públicas, que deben ser modelos de comportamiento. Confieso que me
cuesta creer que se hayan expresado en los términos que se expresaron del
presidente. Sé de muchos ciudadanos de a pie a quienes no se les ocurre expresarse
como se expresaron respecto de un tercero por más ofuscados que estén.
En concreto, no
debieran haberse producido las filtraciones, pero tampoco debieron haberse
producido las conversaciones filtradas, las que hablan mal, muy mal de sus
participantes.
Esto me recuerda también
el kiotazo de 1992 donde fue grabada en forma clandestina una conversación
privada entre Sebastián Piñera, entonces precandidato a la presidencia, y un
amigo suyo. Conversación donde Piñera sugiere acciones destinadas a perjudicar a
Evelyn Matthei, su competidora en esos años. La grabación fue filtrada y hecha
pública dando por resultado que ambas precandidaturas se fueran a pique.
Lo que correspondía
entonces era rechazar tanto la filtración como el contenido de la conversación
por más personal o privada que sea. Más aún cuando de personajes públicos se
trata. Lo mismo creo que vale para los casos en comento.
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