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Foto de Moises Gonzalez en Unsplash |
Tengo un par de amigos que tienen en común haber sido comunistas, al igual que sus respectivos padres, y que con el devenir del tiempo no solo han dejado de serlo, sino que se han vuelto furibundos anticomunistas. Más encima lo proclaman a los cuatro vientos. Cualquiera diría que estos excomunistas, reconvertidos en anticomunistas, han encontrado la verdad revelada.
Son los únicos
conocidos míos, pero además de ellos hay otros de mayor connotación pública, a
quienes los medios de comunicación y las redes sociales conservadores dan
tribuna al por mayor.
Siempre me ha llamado
la atención este trasvasije de un extremo a otro. No me sorprende en cambio el
abandono del ideal comunista. Mal que mal, el derrumbe del muro de Berlín y la
descomposición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)
constituyeron dos hitos que encierran todo un símbolo, el del fracaso de un
modelo de sociedad. Pero de ahí a hacerse eco de los mensajes que a diario nos
remite el mundo conservador, derechista, y abrazar el modelo de sociedad que
éste otro mundo pregona, hay mucho trecho.
Hoy, estos mismos son
quienes ante el caso Hermosilla, quien lideró toda una red de influencias
destinadas a colocar a ciertos personajes en puestos claves para inclinar la
balanza de justicia, en vez de poner el acento en los delitos en que ha estado
involucrado, ponen el dedo en el pasado comunista de Hermosilla. No contentos
con esto, recuerdan que el padre de Hermosilla también era comunista. Y eso lo
dice alguien que fue comunista y cuyo padre también lo fue.
Son los mismos que
hoy ponen el grito en el cielo por la seguridad; los mismos que se suben al
carro de quienes piden mano dura, sanciones ejemplares, cárceles inexpugnables,
al más puro estilo Bukele, como si ese fuese el santo remedio a una crisis
compleja que trasciende nuestras fronteras y que afecta a países que están bajo
gobiernos tanto de derecha como de izquierda.
Todo esto me hace
recordar, cuando en mis tiempos universitarios, en la década de los 60, tenía
que tomar dos micros para ir a la universidad, y en una de las paradas (Irarrázabal
con Vicuña Mackenna) había un quiosco de diarios donde me llamaba la atención
un semanario llamado PEC (Política, Educación y Cultura) cuyos titulares
rezumaban un anticomunismo visceral. Dicho semanario era dirigido por Marcos
Chamudez, periodista, fotógrafo y político, quien en sus tiempos mozos había
ingresado al partido comunista (PC), al que representó como diputado por
Valparaíso.
Posteriormente, por
razones que permanecen en la penumbra, es expulsado del PC. Se va a EEUU, adoptando
la nacionalidad estadounidense, participando en la 2da guerra mundial al enrolarse
en el ejército como soldado fotógrafo. A comienzos de la década de los 50
regresa a Chile montando un taller fotográfico, tarea de la que se va
distanciando para ingresar a fines de la década al ámbito del periodismo
político. Es en este ámbito que funda el semanario PEC para desde allí hacer
gala del fuerte anticomunismo que lo caracterizó después de emigrar a EEUU.
Lo expuesto es lo que
me lleva a desconfiar de quienes se ven tentados a asumir posturas extremas, y
la necesidad de estar siempre abiertos a la posibilidad de estar equivocados.
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