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Photo by Jack Hunter on Unsplash |
Al abrir la Casa Rosada, la casa de gobierno argentino, para despedir a Maradona, el presidente Alberto Fernández sostuvo que “vivió como pudo”. Una buena síntesis. Cada uno vive tal como puede. Claro que algunos, los menos, logran sobreponerse al contexto que los rodea, pero los más, sucumben. ¿De qué depende? Vaya uno a saber! Dependerá del contexto propiamente tal, hay unos más complejos que otros; de la formación que se nos ha dado, así como del ADN que traemos a cuesta.
El ascenso del Pelusa fue meteórico. Brilló desde
que agarró la pelota haciendo los malabares por los cuales nos deslumbró, se
encumbró, y que finalmente lo hundieron.
La muerte de Maradona, el Pelusa, me hace
recordar las de Marilyn Monroe, Elvis Presley, Michael Jackson. ¿Qué tienen en
común? Muchas cosas, pero muy particularmente por haber caído víctimas de su
propio éxito: ya sea porque no estaban psicológicamente preparados para ser el
foco de las luces artificiales que rodean a los ídolos, como porque los acompañó
una camarilla de agentes, managers del más diverso pelaje que terminan por
emborracharles la perdiz. El éxito los obnubila y termina por desequilibrarlos.
Marilyn, Elvis y Michael terminaron sus días rodeados de barbitúricos, drogas,
escándalos y/o séquitos de médicos. Así y todo siguen brillando con luces
propias, las que cobran mayor fuerza a la hora del adiós definitivo, para pasar
a ser inmortales gracias a sus virtudes.
Imposible no recordar el fastuoso matrimonio del
Pelusa en 1984 con su novia de entonces, Claudia Villafañe, del barrio de Villa
Fiorito, cuando ya brillaba con luces propias. Un matrimonio a todo pasto,
donde se tiró la casa por la ventana gastando más de 2 millones de dólares, afirmando
sin arrugarse siquiera que “queremos una
fiesta común de casamiento, como cualquier pareja”. Entre los invitados estaban
Fidel Castro, Carlos Menem, entonces presidente de Argentina y Mauricio Macri.
De ahí para adelante sus gambetas, sus goles, sus cambios de juego, sus
maravillas sobre los canchas futbolísticas, empezaron a ser acompañados de la
fragilidad humana, esa que nos hace perder la brújula. La partida a Barcelona,
luego a Italia, donde la idolatría encontró su máxima expresión en medio de la
camorra napolitana.
De ahí para adelante,
el Pelusa se fue en caída libre. Siempre fue rebelde, valiente contrapunto de
los poderosos, como en su tiempo lo fue Cassius Clay. Sus disputas con la
dirigencia son de leyenda, así como su adhesión a regímenes políticos insostenibles.
Fue usado y requetecontrausado por unos y otros, aprovechando la ciega idolatría
que despertó -no obstante que su vida no tiene nada de virtuosa-, por ser
considerado por muchos como el mejor futbolista de la historia.
Maradona muere en plena pandemia con todos los
honores habidos y por haber barriendo con todas las restricciones impuestas a
los mortales. Un funeral de película en tiempos de pandemia cuando nuestros
viejos y abuelos mueren en la soledad. Pero claro, ellos no son Maradona, un
ídolo que estoy seguro, recién ahora descansa en paz.
Con todo, gracias Maradona por el disfrute que nos diste con tu futbol, por recordarnos que es un juego, al precio de terminar siendo víctima del oscuro negocio que está tras él. Así como te levantamos y hundimos en vida, en la muerte te levantamos.