junio 06, 2020

¿La docencia presencial en jaque?

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La semana pasada escribí sobre el salto a la virtualización de la docencia que ha afectado a todos los niveles educativos –primaria, secundaria y terciaria- a raíz de las restricciones impuestas por las cuarentenas, confinamientos, distanciamientos sociales por el covid19 que está impulsando el teletrabajo en quienes tienen el privilegio de conservar su empleo. Muchos creen que el cambio se limita al paso de lo presencial a lo virtual, en seguir haciendo virtualmente lo que se hacía presencialmente.
Al respecto es necesario puntualizar al menos tres cosas: una, que lo virtual no reemplaza el quehacer presencial, particularmente en lo que se refiere a la actividad educativa; dos, que no se trata de replicar virtualmente lo que se hace presencialmente; y tres, lo que está ocurriendo ahora, es para salir del paso, mientras dure el temporal llamado covid19, no es para quedarse como algunos quizás estén pensando o soñando.
La educación virtual carece de elementos que son consustanciales al proceso formativo: humanidad, sociabilidad, en una palabra: calidez. La calidez que da el cara a cara, la interacción físico-mental entre el profesor y sus alumnos, al igual que entre los alumnos. El mirarse a los ojos, la observación de los gestos, las posturas, las reacciones, las emociones, los sentimientos, que retroalimentan la interacción segundo a segundo para ir modificando el proceso de enseñanza-aprendizaje según las circunstancias que la mediación tecnológica es incapaz de proveer.
Se equivocan quienes creen que la educación virtual replica lo que se hacía presencialmente, esto es, conectarse profesores y alumnos para que los primeros expongan y/o hagan lo mismo que hacían presencialmente, ya sea vía pizarra, presentaciones en powerpoint, fotografías, videos, u otras vías. Los códigos en los mundos presencial y virtual son muy diferentes, ponen en acción con distintas intensidades y maneras los sentidos –oído, vista, olfato, tacto, habla- con que nos relacionamos y recibimos o enviamos información.
Lo que hace la virtualidad, es abrir espacio a la posibilidad de enriquecer la educación presencial, complementándola, al ofrecernos la posibilidad de enfrentar emergencias como la que estamos viviendo en este minuto; de poner a nuestra disposición conocimientos de terceros disponibles en “la nube”; de implementar nuevas metodologías de enseñanza-aprendizaje.
Desafortunadamente en estas semanas de educación virtual ha estado tendiendo a ser a imagen y semejanza de lo que se hacía presencialmente. Esto se puede explicar porque en muchas instituciones el cambio tuvo lugar abruptamente. En otros casos porque los profesores no tenían la preparación y/o las capacidades para su implementación. En cierta forma estamos pagando el costo de la improvisación propio de quienes suelen posponer lo importante por lo urgente. Tuvo que invadirnos un virus –covid19- para que nos cayera la teja.
Como todo en la vida, no hay que irse a los extremos, no todo es blanco ni negro, hay toda una gama de tonalidades. Yerran quienes creen que la educación virtual llegó para sustituir el quehacer educacional presencial, más bien deberíamos afirmar que llegó para complementarlo. En este plano, por más inteligencia artificial que pongamos sobre la mesa, por más que le metamos robots, automatismo al proceso educativo, nunca va a alcanzar la riqueza que provee la interacción humana. Tampoco tiene sentido una docencia presencial que prescinda de las oportunidades que proveen las tecnologías de información y comunicación actuales.
Por último, no debemos perder de vista que la calidad en la educación no viene dada por su infraestructura física, sus plataformas tecnológicas, sino por sus profesores, por su compromiso y la pasión con que desarrollan sus funciones, por la motivación, el interés, la curiosidad que son capaces de despertar en sus estudiantes. Al respecto invito a ver un video en el que se destaca este punto.

Por todo lo señalado, pasada la emergencia actual, deberemos ser capaces de encontrar la ecuación más apropiada para el aprovechamiento de las potencialidades de lo presencial y virtual en el proceso formativo.

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