Recientemente se tuvo conocimiento del rechazo a la inscripción de Revolución Democrática (RD) por parte de SERVEL. La razón invocada se centra en que la palabra revolución evoca, incita o invita a actuaciones que pudiesen dar origen a convulsiones, caos, alteración del orden público. Lo anterior, a fin de resguardar la institucionalidad vigente.
Esto ocurre en momentos en que la imagen de los partidos está por los suelos, y con ello, la democracia. Al fin y al cabo, con partidos débiles, capturados por las empresas, la democracia se convierte en letra muerta. Incluso más, cuando las encuestas más recientes visualizan a RD como un movimiento político serio, que valora positivamente su incursión en el terreno de la política. Lo prueba la evaluación positiva que la ciudadanía le asigna, por encima del resto de los partidos.
En este contexto, el rechazo a RD representa todo un símbolo de la postura de los poderes establecidos dominantes, más preocupados de las formas que del fondo de la cuestión. Si hay algún movimiento que ha practicado como pocos la democracia interna, ese es RD. A ello se agrega su rechazo a la violencia, en la teoría y en la práctica, y su opción decidida y real por la democracia.
Su nombre obedece a su intención de dar vuelta por completo la democracia que tenemos, una democracia cartucha, más formal que real. RD nace para reivindicar la esencia de la democracia, invitando a hacer carne la participación. Como pocos, RD sabe que una democracia se construye con partidos sólidos, que practiquen la democracia. Su líder y único representante en el Congreso, ha dado muestras consistentes de su convicción democrática e interés en el fortalecimiento de los partidos políticos y de las buenas prácticas en la arena política.
El rechazo al nombre de RD no hace sino reforzar el eufemismo al que estamos habituados, la dificultad que tenemos para llamar a las cosas por su nombre. En vez de dictadura el etablishment prefería hablar de régimen autoritario; en vez de golpe, pronunciamiento. ¿Hasta cuando?
Solo cabe esperar que se reconsidere un rechazo que no tiene pies ni cabeza. RD valora la democracia como el que más, así como en su tiempo la Democracia Cristiana acuñó la expresión Revolución en Libertad, y no por ello se le imputara alguna intención de atentar contra la institucionalidad vigente en esos años, la década de los 60. Claro que entonces no estábamos regidos por la Constitución del 80, invocada para rechazar la inscripción de RD.
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