De regreso de un casino en las afueras de la capital del reino, el rey Arturo, con un par de copas de más acompañadas de una dosis de exceso de velocidad, fue protagonista de un accidente que nos despertó, una vez más, para volver a la realidad. Los héroes que fabricamos, también fallan, no son perfectos, cometen errores. Errores, no horrores, como otros. Curiosamente, quienes justifican los horrores, no perdonan los errores.
El futbol y todo lo que le rodea es a imagen y semejanza de la realidad más allá del futbol. Por eso importa lo ocurrido, por eso despierta pasiones, posturas a favor y en contra del rey Arturo, porque con o sin motivo, sigue siendo el rey.
El rey Arturo lo tiene todo, y no tiene nada. Tienes todo lo que se puede comprar, pero no tiene lo que el dinero no puede comprar. Eso vale tanto para el rey Arturo como para Martincito, y tantos otros.
Desgraciadamente, esto se da en un paisito donde se cree que todo se compra y vende, donde parece de lo más natural comprar educación, salud y pensiones dignas, decentes; donde no faltan quienes reclaman por el “derecho a pagar” por una mejor educación, una mejor salud, una mejor pensión.
En el país existe un acuerdo tácito para que quien quiera y pueda, tenga un Ferrari, pero no existe similar acuerdo para que sobrepase los límites de velocidad. Eso no tiene precio, por los daños y perjuicios a terceros. El rey Arturo tuvo suerte, porque no mató a nadie, aunque puso en riesgo a terceros.
Los agravantes están dados por los antecedentes del rey. No es primera vez que se involucra en incidentes de menor y mayor cuantía fuera de las canchas, como si tuviese licencia para vulnerar las reglas imperantes, una y otra vez. Agrava su comportamiento su reacción ante el carabinero que lo esposa, ocupando un lenguaje que deja al propio rey en muy mal pie. Agrava lo ocurrido su condición de referente para muchos.
Loa atenuantes van por el lado de su origen, su historia de vida, una vida de esfuerzo coronado por el éxito, su amor por Chile, su capacidad para dar la cara, pedir perdón, estar avergonzado y arrepentido. No se esconde en errores. Ojalá muchos de los involucrados en boletas truchas, en recepción de pagos por trabajos no realizados, en colusiones y abusos, reaccionaran como él y no se escondieran tras bufetes de abogados ni en asumir errores inverosímiles o apremiantes necesidades económicas que nadie cree o en frases para el bronce como aquella salida de boca de un supuesto honorable: “no he hecho nada que no hagan los demás”.
Sin embargo ello no lo exime de las consecuencias ni de la responsabilidad que le atañe por su actuación. Este caso me hace recordar el mordisco de Suarez en el mundial último. Cuando llegó a su país, la hinchada encabezada por el propio presidente de la República Oriental del Uruguay, Pepe Mujica, solidarizó con él, yendo en masa al aeropuerto a recibirlo. Acá, lo más probable que cuando el rey Arturo vuelva a las canchas reciba una ovación que difícilmente olvidará.
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