La creación de una Comisión Asesora Presidencial para regular la relación entre la política y el dinero ha despertado suspicacias no menores por razones más que comprensibles. Entre ellos destaca la incredulidad. Se ha perdido credibilidad en tiempos de cólera.
La creación de la comisión surge cuando en la cocina se destapan varias ollas. La de las boletas truchas por trabajos no realizados para financiar campañas electorales; la olla de evasiones tributarias que se desprenden de la olla anterior; la olla de tráfico de influencias ejercida por el hijo pródigo; la olla de conflicto de intereses que afecta a las élites económicas, políticas y tecnocráticas. Son siempre los mismos. De una cocina con estas ollas, uno solo podría esperar que emerjan platos corruptos.
Por tanto, la comisión se crea para que los platos que salgan de esta cocina sean platos decentes, lo que implica que las ollas a las que estamos haciendo referencias, estén vacías de boletas truchas, de evasiones tributarias, de tráficos de influencia y conflictos de intereses. Pero para ello, tendríamos que cambiar los ingredientes que echamos a las ollas, y los ingredientes, para el caso que nos ocupa, no son otros que las conductas, los comportamientos de las élites, de las castas que se repiten el plato una y otra vez. O cambiar las élites, siempre que los sustitutos no tengan los mismos vicios. La propia comisión está conformada por los mismos de siempre, con una que otra excepción.
Uno podría preguntarse: ¿Podría ser de otra manera? Muy probablemente no. ¿Quién está libre de conflicto de intereses? ¿De generar una que otra boleta trucha? La diferencia está en que no estamos hablando de mariposas, sino que de elefantes. Como bien dijera el fiscal nacional, hay gente a la que le encanta cazar mariposas, pero no elefantes, y que son quienes afirmaban que se iba a terminar la fiesta de los delincuentes, haciendo la vista gorda ante los elefantes. El resultado fue que no solo continuó la fiesta de las mariposas, sino que los elefantes –los delincuentes de cuello y corbata- pasaron de carnaval en carnaval.
No obstante las legítimas dudas que tenemos de que realmente la comisión llegue a buen puerto, no debemos dejar que la desconfianza nos corroa, por más poderosas razones que tengamos para desconfiar. Por sanidad mental, no queda más que confiar una vez más en que demos un paso adelante en el combate contra el tráfico de influencias y los conflictos de intereses. Pero no nos hagamos mayores ilusiones en tanto sigamos inmersos en un modelo neoliberal, y un modelo educativo, que no hace sino alentar el tráfico de influencias, los conflictos de intereses y la opacidad. Mientras no abordemos la madre del cordero, no le pidamos peras al olmo.
Bueno su aporte, como siempre.
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