Las primeras primarias legales hicieron su estreno en Chile. Costó llegar a ellas, esencialmente porque la derecha siempre fue reacia a ellas. De hecho, la oposición, a través de lo que fue la Concertación, con todas sus limitaciones, ya tiene su historial de primarias, que la derecha no tiene.
Tanto la derecha como la oposición se atrevieron a dirimir sus diferencias internas vía primarias, claro que tan solo a nivel presidencial, porque a nivel parlamentario, no se aprovechó la oportunidad. Ahora, entre 4 paredes se deben estar negociando cupos a espaldas de la ciudadanía, índice de que aún falta mucho por avanzar, por transparentar.
En la derecha la tienen más fácil, porque se disputan 2 cupos entre igual número de dos partidos. En la oposición la tienen más difícil, porque son dos cupos para 5 partidos. Como para que arda Troya. La derecha estará al aguaite de que así sea.
Estas primarias arrojaron varias sorpresas. De partida, la alta participación en tiempos de cólera, de manifestaciones, de protestas. Por más que se le quiera bajar el perfil, no hay que olvidar que se temía una participación baja, del orden del 10%, y que si se acercaba al 20% se podría considerar como exitosa. Lo concreto es que al final superó con creces el 20%, y esto, a pesar de que la incertidumbre se limitaba a la distancia entre quien saliera primero y segundo, y quien sería el segundo; por la derecha el esfuerzo de sus candidatos por no diferenciarse, para hacer tortillas sin romper huevos, hizo que la incertidumbre se limitara al nombre que aparecería en la papeleta. Después de la batalla, a uno de ellos, al perdedor, Allamand, le cayó la teja que al no separar aguas de Longueira, le costó caro.
La otra sorpresa viene dada por la arrasadora victoria de Michelle. La adhesión que fue capaz de concitar, parece explicar gran parte de la alta participación. Más de la mitad del total de votos fueron para ella. Con esta votación se posiciona como la favorita para las elecciones de noviembre. Un favoritismo que traslada la incertidumbre a si habrá o no segunda vuelta y que se confirma porque la sola votación de Michelle duplica a la suma de los votos de los dos candidatos del gobierno.
A pesar de los persistentes ataques del gobierno a la candidatura de Michelle, dos tercios de los votantes optaron por la Nueva Mayoría y tan solo un tercio por la coalición de gobierno. Salió perdiendo por paliza.
No cabe duda que, en este minuto, quien mejor sintoniza con el sentir, y con lo que quiere la ciudadanía, es la oposición, ahora con una candidata empoderada con una votación estimulante que le permite proyectarse con nuevos bríos.
En los meses que siguen veremos en carrera dos candidatos con trayectorias y visiones de país diametralmente opuestas. Por un lado, Longueira, el hijo que no tuvo Jaime Guzmán, quien ha asumido como una cruzada el sostenimiento de un modelo de país; por el otro lado, Michelle, hija de un torturado, que ha sido capaz de sobreponerse a las dificultades, sin rencores ni odios. Su credibilidad, es una cualidad que la ciudadanía valora en alto grado. Ella nos propone otro modelo de país. Propuesta que solo se viabilizará si su triunfo en noviembre es complementado con la victoria parlamentaria. En caso contrario, todo se pondrá cuesta arriba.
Si bien hay otros candidatos, ellos no son sino piedras en el camino que habrá que sortear, puesto que se levantan a sí mismos o que construyen partidos para que los respalden. Dominados por la egolatría, fueron incapaces de levantar la mirada y de someterse a primarias, tan solo para darse el gusto de estar en las papeletas de noviembre e intentar que todo se resuelva en una primera vuelta.
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