Acaba de salir publicado un libro escrito por un economista chileno, Andrés Solimano, quien no hace mucho estuvo en la región conversando con nosotros en torno a las consecuencia que para América Latina tiene la crisis financiera que se vive en el mundo.
Este libro, titulado Capitalismo a la chilena, nos retrata de cuerpo entero. El capitalismo imperante en otros países es un niño de pecho al lado del nuestro, un capitalismo muy sui generis, radicalizado, que no se han atrevido a imponer en otros países ni los desvergonzados derechistas republicanos del tea party en USA. Acá, simplemente matamos, estamos a la delantera, somos la máxima expresión, servimos de modelito, de conejillos de indias.
En efecto, acá, en nuestro querido chilito, en primer lugar, hemos logrado un nivel de privatización de la educación, de la salud y de los fondos de pensiones, sin parangón a nivel mundial. Con el innombrable, hace ya más de 30 años, soltamos amarras, el Estado se batió en retirada para que llegaran los gatos de campo. Solo les faltó privatizar las FFAA.
No obstante que los ideólogos de este modelito hacían gárgaras con la necesidad de impulsar la creatividad, la innovación, el emprendimiento y el aumento en los niveles de competencia, lo concreto, es que hoy tenemos mercados altamente concentrados, oligopólicos, no competitivos. Desaparecieron las pequeñas farmacias de barrio reemplazadas por cadenas de farmacias que se coluden; desaparecieron los bancos regionales o sectoriales (Banco Osorno y La Unión, Banco de Talca, Banco del Trabajo, etc.) absorbidos por bancos supranacionales; están desapareciendo los almacenes de barrio, los pequeños comercios establecidos, las ferreterías, absorbidas por cadenas del retail, hipermercados que bajo distintos nombres aparentan una competencia más falsa que Judas.
En concreto, hoy tenemos menos competencia, no más competencia. No se tiene un capitalismo con muchas empresas que compiten entre sí, sino que por el contrario, un capitalismo corporativo, oligopólico, de grandes empresas y grupos económicos que negocian cuotas de mercado. Todo esto en un contexto político capturado por estos mismos grupos, como lo está demostrando la tramitación de la ley de pesca que por estos días vemos en nuestro congreso nacional, donde parlamentarios con intereses en el sector ni se arrugan.
Como resultado, se tiene que en nuestro país 4 familias acumulan más del 20% del producto interno bruto: las familias Luksic, Paulmann, Matte, y no podía faltar nuestro querido presidente, Piñera.
Revertir este proceso, o al menos detenerlo, era parte de lo que el plebiscito del 88 procuró sin mayor éxito. Los poderes fácticos, el sistema binominal, los quórums calificados, son los sostenedores de este capitalismo concentrador y exacerbado hasta la médula. El resultado no puede ser otro que un país que no se desarrolla, que crece deformemente en base al abuso, un alto nivel de endeudamiento, puestos de trabajo inestables y mal pagados.
Lo que muy probablemente esté en juego en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias, ya no es si queremos un capitalismo o un comunismo, sino si queremos seguir bajo este capitalismo a la chilena o transformarlo, al menos, en un capitalismo competitivo con personas empoderadas, no abusadas y esclavizadas por deudas insostenibles.
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