¿Del cielo al infierno?
Desde chico que no he podido sustraerme al embrujo del futbol, aunque por largos años me alejé de él. Los partidos anodinos, con mucho mediocampo, defensas cerradas, juegos arratonados, resultados escuálidos, y estadios vacíos, me desalentaron.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, como un imán que atrapa, sigo las peripecias futboleras, acicateado por un futbol más atractivo, una generación de jugadores de excepción con una disposición distinta, virada, respecto de lo que estábamos acostumbrados.
Si a esto agregamos la disponibilidad de un técnico como el loco Bielsa y la privilegiada posición que estamos ocupando en estas eliminatorias, podemos entender que antes de los traspiés de esta última fecha sintiéramos que estábamos tocando el cielo.
Los dos últimos partidos nos han vuelto a tierra, a la realidad. El empate con Venezuela, frustrante porque estando en las nubes, no lo teníamos contabilizado. Y la derrota ante Brasil, frustrante porque si bien estaba dentro de los pronósticos, los teníamos en el bolsillo al remontar un marcador adverso, tener un jugador adicional. Hubo pasajes en los que Chile parecía estar bailando samba ante los brasileros. Sin embargo, al final tuvimos que morder el polvo de la derrota.
¿Qué pasó? Siendo estos momentos de frustración y rabia es bueno hacer un alto y aterrizar. Seguimos encumbrados, en la parte alta de la tabla, y nuestras posibilidades de clasificar continúan vigentes. Sin embargo cabe preguntarse ¿en qué fallamos? Y la verdad es que fallamos en lo de siempre: cuando creemos que tenemos los partidos en el bolsillo, los perdemos o empatamos por desaplicaciones, por desconcentración, por pifias puntuales, por falta de regularidad. Aunque debemos convenir que estos momentos, son cada vez los menos gracias a un plantel de jugadores jóvenes excepcionales capaces de mirar de frente a cualquiera. Ya nos paramos sin problemas en cualquier cancha del mundo, sin apocarnos, con osadía. Ante Brasil, en su casa, jugamos de igual a igual, con una actuación que nos dignifica.
Sin embargo algo nos sigue faltando. Como en la construcción de una casa, ya tenemos la obra gruesa, y lo que nos fallan son las terminaciones, para lo cual se requiere algo más que maestros chasquillas. Es el gran salto que nos falta y eso requiere disciplina, profesionalismo, un proceso. Aún no estamos como para llegar y juntar a los mejores, ponerlos a cargo de un buen técnico y ya está. No, ni siquiera Argentina y Brasil que cuentan con planteles estelares de sobra pueden darse ese lujo en la actualidad.
Por eso creo que la actuación de Chile es entusiasmante, pero para que lo que estamos haciendo sea consistente, sustentable, hace falta un proceso de largo plazo, una política deportiva de largo alcance que no veo por ninguna parte. Un proceso que nos otorgue la disciplina para estar los 90 minutos inmersos en el partido sin distraernos, y con la sangre fría para no debilitar el equipo mediante expulsiones infantiles. Mientras no dispongamos de esta política deportiva, y de este proceso, los resultados serán siempre efímeros, sujetos al chiripazo, generándonos alegrías y tristezas intermitentes.
Desde chico que no he podido sustraerme al embrujo del futbol, aunque por largos años me alejé de él. Los partidos anodinos, con mucho mediocampo, defensas cerradas, juegos arratonados, resultados escuálidos, y estadios vacíos, me desalentaron.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, como un imán que atrapa, sigo las peripecias futboleras, acicateado por un futbol más atractivo, una generación de jugadores de excepción con una disposición distinta, virada, respecto de lo que estábamos acostumbrados.
Si a esto agregamos la disponibilidad de un técnico como el loco Bielsa y la privilegiada posición que estamos ocupando en estas eliminatorias, podemos entender que antes de los traspiés de esta última fecha sintiéramos que estábamos tocando el cielo.
Los dos últimos partidos nos han vuelto a tierra, a la realidad. El empate con Venezuela, frustrante porque estando en las nubes, no lo teníamos contabilizado. Y la derrota ante Brasil, frustrante porque si bien estaba dentro de los pronósticos, los teníamos en el bolsillo al remontar un marcador adverso, tener un jugador adicional. Hubo pasajes en los que Chile parecía estar bailando samba ante los brasileros. Sin embargo, al final tuvimos que morder el polvo de la derrota.
¿Qué pasó? Siendo estos momentos de frustración y rabia es bueno hacer un alto y aterrizar. Seguimos encumbrados, en la parte alta de la tabla, y nuestras posibilidades de clasificar continúan vigentes. Sin embargo cabe preguntarse ¿en qué fallamos? Y la verdad es que fallamos en lo de siempre: cuando creemos que tenemos los partidos en el bolsillo, los perdemos o empatamos por desaplicaciones, por desconcentración, por pifias puntuales, por falta de regularidad. Aunque debemos convenir que estos momentos, son cada vez los menos gracias a un plantel de jugadores jóvenes excepcionales capaces de mirar de frente a cualquiera. Ya nos paramos sin problemas en cualquier cancha del mundo, sin apocarnos, con osadía. Ante Brasil, en su casa, jugamos de igual a igual, con una actuación que nos dignifica.
Sin embargo algo nos sigue faltando. Como en la construcción de una casa, ya tenemos la obra gruesa, y lo que nos fallan son las terminaciones, para lo cual se requiere algo más que maestros chasquillas. Es el gran salto que nos falta y eso requiere disciplina, profesionalismo, un proceso. Aún no estamos como para llegar y juntar a los mejores, ponerlos a cargo de un buen técnico y ya está. No, ni siquiera Argentina y Brasil que cuentan con planteles estelares de sobra pueden darse ese lujo en la actualidad.
Por eso creo que la actuación de Chile es entusiasmante, pero para que lo que estamos haciendo sea consistente, sustentable, hace falta un proceso de largo plazo, una política deportiva de largo alcance que no veo por ninguna parte. Un proceso que nos otorgue la disciplina para estar los 90 minutos inmersos en el partido sin distraernos, y con la sangre fría para no debilitar el equipo mediante expulsiones infantiles. Mientras no dispongamos de esta política deportiva, y de este proceso, los resultados serán siempre efímeros, sujetos al chiripazo, generándonos alegrías y tristezas intermitentes.
Rodolfo,
ResponderBorrarQué bien leerte sobre el hermoso deporte que es el fútbol y más cuando por fin Chile está jugando clasificatorias y no eliminatorias... Sobre política deportiva... uf! sólo basta recordar a Ríos, Gonzáles y Massú, la nadadora Kobrich... todos frutos de los esfuerzos de sus propias familias.. o las hockystas sobre ruedas o las balonmanistas sin niuno pa viajar, entrenar...
saludos