Cisarro y Francisca
Cisarro es un niño de 10 años que ya cuenta con una significativa carrera en el mundo del delito. La penúltima fue la conducción de un auto robado, razón por la que fue detenido; y la última fue su fuga. Ahora se encuentra detenido y los dardos se tiran contra SENAME que no sabe qué hacer con él. Proviene de una familia disfuncional, o sea, no tiene familia; tiene 10 hermanos de distintos padres, y el de él no se conoce. Ha estado en 6 colegios, habiendo golpeado a una compañera y a un paradocente en el último de ellos. Al paso que va se corre el alto alto riesgo que termine como el Tila, emblemático caso que inundó la prensa en su momento.
El otro caso que concita la atención es el asesinato de Francisca, una inocente niña de 5 años, quien fue golpeada, violada y lanzada viva al mar luego de haber sido engañada. El asesino se encuentra detenido. Como siempre ocurre en estas situaciones, en una suerte de reacción refleja, instintiva, el tema de la pena de muerte vuelve a reflotarse como castigo ejemplarizador, amedrentador, aleccionador.
En este último caso la sociedad reacciona escandalizada, pone el grito en el cielo, e incluso algunos abogan por restituir la pena de muerte, olvidando que Chile ha sido uno de los últimos países en abolirlo, y que los sociedades más avanzadas han aprendido que ella no resuelve nada, no devuelve la vida, ni cumple el rol que se le asigna cuando existe el caldo de cultivo para la existencia de tan horrorosos crímenes. Pero la reacción visceral es la simple, propia del mundo conservador y de una visión de derechas que pone el acento en la represión de las consecuencias antes que en la prevención de las causas.
Estos mismos sectores conservadores, en el caso de Cisarro, deben centrar sus dardos en SENAME, culpabilizándolo por no cumplir su rol rehabilitador. Desafortunadamente el asunto es más complejo y se relaciona con la sociedad que estamos construyendo, con la sociedad que produjo al asesino de Francisca, así como tantos otros casos similares en la historia delictual chilena y mundial, con la sociedad que produce niños como Cisarros, condenados de por vida desde sus primeros años. Por momentos pienso en el milagro que no existan más Cisarros.
Cuando hablo de sociedad me refiero a nuestra responsabilidad en vez de traspasarla a otros. Nosotros somos la sociedad, el sistema y no sacamos nada con disparar contra SENAME ni a favor de la pena de muerte. Por más que intentemos reformar SENAME o sustituirlo por otro SENAME, mientras sigamos construyendo esta sociedad individualista, insolidaria, estamos sonados. Lo mismo vale respecto de la pena de muerte, cuya instauración solo servirá para saciar un espíritu de venganza que nos rebaja como sociedad. Aprovechemos la conmoción generada por estos hechos para reflexionar a fondo en torno a las causas por las cuales existen Cisarros y asesinos de niños.
Cisarro es un niño de 10 años que ya cuenta con una significativa carrera en el mundo del delito. La penúltima fue la conducción de un auto robado, razón por la que fue detenido; y la última fue su fuga. Ahora se encuentra detenido y los dardos se tiran contra SENAME que no sabe qué hacer con él. Proviene de una familia disfuncional, o sea, no tiene familia; tiene 10 hermanos de distintos padres, y el de él no se conoce. Ha estado en 6 colegios, habiendo golpeado a una compañera y a un paradocente en el último de ellos. Al paso que va se corre el alto alto riesgo que termine como el Tila, emblemático caso que inundó la prensa en su momento.
El otro caso que concita la atención es el asesinato de Francisca, una inocente niña de 5 años, quien fue golpeada, violada y lanzada viva al mar luego de haber sido engañada. El asesino se encuentra detenido. Como siempre ocurre en estas situaciones, en una suerte de reacción refleja, instintiva, el tema de la pena de muerte vuelve a reflotarse como castigo ejemplarizador, amedrentador, aleccionador.
En este último caso la sociedad reacciona escandalizada, pone el grito en el cielo, e incluso algunos abogan por restituir la pena de muerte, olvidando que Chile ha sido uno de los últimos países en abolirlo, y que los sociedades más avanzadas han aprendido que ella no resuelve nada, no devuelve la vida, ni cumple el rol que se le asigna cuando existe el caldo de cultivo para la existencia de tan horrorosos crímenes. Pero la reacción visceral es la simple, propia del mundo conservador y de una visión de derechas que pone el acento en la represión de las consecuencias antes que en la prevención de las causas.
Estos mismos sectores conservadores, en el caso de Cisarro, deben centrar sus dardos en SENAME, culpabilizándolo por no cumplir su rol rehabilitador. Desafortunadamente el asunto es más complejo y se relaciona con la sociedad que estamos construyendo, con la sociedad que produjo al asesino de Francisca, así como tantos otros casos similares en la historia delictual chilena y mundial, con la sociedad que produce niños como Cisarros, condenados de por vida desde sus primeros años. Por momentos pienso en el milagro que no existan más Cisarros.
Cuando hablo de sociedad me refiero a nuestra responsabilidad en vez de traspasarla a otros. Nosotros somos la sociedad, el sistema y no sacamos nada con disparar contra SENAME ni a favor de la pena de muerte. Por más que intentemos reformar SENAME o sustituirlo por otro SENAME, mientras sigamos construyendo esta sociedad individualista, insolidaria, estamos sonados. Lo mismo vale respecto de la pena de muerte, cuya instauración solo servirá para saciar un espíritu de venganza que nos rebaja como sociedad. Aprovechemos la conmoción generada por estos hechos para reflexionar a fondo en torno a las causas por las cuales existen Cisarros y asesinos de niños.
Mi estimado amigo: me convenciste que soy conservador y de derechas, aunque yo me niegue a reconocerlo. Simple razón: creo que en casos debidamente justificados, la pena de muerte tiene su lógica. No me parece que la sociedad deba respetar el derecho a la vida de un ser que premeditadamente y brutalmente ha cercenado la vida de un inocente. Esa persona ya no tiene cabida en la sociedad. Pasará el resto de su vida en la cárcel, siendo alimentado por quienes fueron agredidos por él sin contemplación alguna. Y no tengo tan claro que por lo menos en algunos casos, no sea un freno a estos comportamientos repugnantes.
ResponderBorrarHay que hacer todos los esfuerzos en prevenir y evitar, es cierto. Pero si aún así se cometen ese tipos de delitos ¿qué opción queda?
Saludos.