Desde Madrid
Ad portas de retornar al país, me encuentro en Madrid disfrutando de unos días de sol y unas temperaturas que dan cuenta del arribo de la primavera. Por estos días queda la resaca de unas elecciones cuyos resultados afianzaron el bipartidismo, como consecuencia de la tendencia hacia el voto útil por parte de la ciudadanía para desesperación de las fuerzas minoritarias.
Quizá el dato más destacable es que el resultado final no logró ser alterado con el asesinato de un exconcejal socialista en los días previos a la justa electoral. La ciudadanía y el gobierno socialista fueron capaces de sobreponerse a un acto terrorista de la ETA.
El resultado favoreció la continuidad de Zapatero y la postergación de las aspiraciones de la derecha. Victoria para la izquierda, derrota para la derecha. Victoria agria porque la mayoría es precaria y Zapatero estará forzado a negociar con las fuerzas minoritarias; para la derecha, derrota dulce porque aumentó el número de sus escaños en el congreso.
Por los tópicos abordados en la campaña, se puede hablar de las dos Españas: la tradicional, encarnada por la derecha heredera de Franco y la iglesia, y la progresista representada por el PSOE, laica y moderna que busca la ampliación de las libertades. Los temas relevantes se centraron en la inmigración, la situación económica, las autonomías, y el terrorismo.
La derecha postulaba la tesis de frenar la inmigración, empadronarla, y expulsar a los ilegales sobre la base que quitan puestos de trabajo a españoles que la estarían pasando mal. La izquierda sostiene que tras todo inmigrante hay un ser humano con un drama a cuestas y que la inmigración existe por la desigual realidad económica entre los países, la que no se corrige con represión, sino que con medidas de apoyo a los países de donde provienen los inmigrantes.
En materias económicas las diferencias se circunscribían al énfasis en el deterioro del PIB, de la inflación y del desempleo, así como en la responsabilidad que le cabía al gobierno. Zapatero insistía que el deterioro se debía a factores externos y que el gobierno estaba tomando las medidas apropiadas como lo demuestra el hecho que los indicadores eran menos malos que los registrados en los otros países europeos.
Ad portas de retornar al país, me encuentro en Madrid disfrutando de unos días de sol y unas temperaturas que dan cuenta del arribo de la primavera. Por estos días queda la resaca de unas elecciones cuyos resultados afianzaron el bipartidismo, como consecuencia de la tendencia hacia el voto útil por parte de la ciudadanía para desesperación de las fuerzas minoritarias.
Quizá el dato más destacable es que el resultado final no logró ser alterado con el asesinato de un exconcejal socialista en los días previos a la justa electoral. La ciudadanía y el gobierno socialista fueron capaces de sobreponerse a un acto terrorista de la ETA.
El resultado favoreció la continuidad de Zapatero y la postergación de las aspiraciones de la derecha. Victoria para la izquierda, derrota para la derecha. Victoria agria porque la mayoría es precaria y Zapatero estará forzado a negociar con las fuerzas minoritarias; para la derecha, derrota dulce porque aumentó el número de sus escaños en el congreso.
Por los tópicos abordados en la campaña, se puede hablar de las dos Españas: la tradicional, encarnada por la derecha heredera de Franco y la iglesia, y la progresista representada por el PSOE, laica y moderna que busca la ampliación de las libertades. Los temas relevantes se centraron en la inmigración, la situación económica, las autonomías, y el terrorismo.
La derecha postulaba la tesis de frenar la inmigración, empadronarla, y expulsar a los ilegales sobre la base que quitan puestos de trabajo a españoles que la estarían pasando mal. La izquierda sostiene que tras todo inmigrante hay un ser humano con un drama a cuestas y que la inmigración existe por la desigual realidad económica entre los países, la que no se corrige con represión, sino que con medidas de apoyo a los países de donde provienen los inmigrantes.
En materias económicas las diferencias se circunscribían al énfasis en el deterioro del PIB, de la inflación y del desempleo, así como en la responsabilidad que le cabía al gobierno. Zapatero insistía que el deterioro se debía a factores externos y que el gobierno estaba tomando las medidas apropiadas como lo demuestra el hecho que los indicadores eran menos malos que los registrados en los otros países europeos.
En lo que se refiere a las autonomías, desde siempre la derecha ha sido el paladín de la España única, de la asociación entre el castellano y el español, con Madrid como capital del reino. La izquierda, por el contrario, prefiere hacer mención a la España plural, cuya riqueza reside en su diversidad, en sus regiones con sus culturas, las que importa desarrollar y promover, y no conculcar.
Respecto del terrorismo, la derecha, fiel a su mentor, solo es capaz de manejarse a punta de represión, de endurecimiento, de autoritarismo, obviando que el terrorismo de ETA nació en tiempos de Franco, tiempos en los que campeaba la derecha por sus fueros. no obstante, ni entonces ni ahora ha sido capaz de derrotarla. Muy por el contrario, es en tiempos de derecha cuando alcanza su máxima expresión el terrorismo vasco.
En síntesis, veo las mismas dos Españas que en el pasado resolvieron sus diferencias con una trágica guerra civil, con la diferencia que hoy son capaces –no sin dificultades- de convivir democráticamente. En nuestro país, pareciera que estuviéramos intentando hacer similar ejercicio, porque también veo dos Chile.
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