El fin de mes, el Partido por la Democracia tendrá Consejo General, que si bien fue convocado para reformar sus estatutos, lo más probable que termine centrado en la crisis en que se debate. Crisis que no deja de ser preocupante por tratarse de un actor relevante en la política chilena y en la coalición de la que forma parte.
Esta crisis se ha desatado por el eventual involucramiento de algunos de sus militantes en hechos que se encuentran en investigación. No obstante el doloroso momento partidario, visualizo con optimismo la realidad actual. De partida, veo con buenos ojos que la sociedad se escandalice frente a hechos reprobables, que los denuncie y solicite las sanciones correspondientes. Ojalá esta actitud no pase al olvido con el tiempo si queremos que no se repitan. En este sentido, más que nuevas leyes, normas, reglamentos, es indispensable elevar las exigencias de probidad por parte de nosotros a terceros, y a nosotros mismos.
Dentro del PPD la reflexión debe ser a fondo y creo que ella es posible. Entre sus protagonistas destacan Sergio Bitar y Fernando Flores, quienes si bien hoy parecen estar en trincheras opuestas al interior del partido, no hay que olvidar que tienen una historia común que debe ser mucho más fuerte que sus diferencias.
Esta historia común que debe primar está dada porque ambos fueron ministros del gobierno de Allende; porque ambos fueron relegados a isla Dawson por Pinochet, y posteriormente exiliados. Sergio fue senador por la primera región y cuando decidió no volver a postular, solicitó a Fernando que postulara por el partido. Bajo el lema “Me tinca Flores”, éste logró la senaturía.
Fue la última elección partidaria la que produjo el distanciamiento, elección en la que se produjeron realineamientos impensables en el pasado. Girardi y Schaulsohn tendían a formar una dupla de miedo en las elecciones internas, y no recuerdo que Sergio se alineara con ellos. Sin embargo, ahora Guido y Jorge se encuentran rotundamente distanciados. Estas diferencias tenían consecuencias electorales internas, y en el peso que los distintos grupos finalmente tendrían en los procesos de tomas de decisiones. Tema no menor cuando de un partido de gobierno se trata y por tanto, con militantes con posibilidades de acceder a puestos gubernamentales.
No cabe duda que al PPD no le ha hecho bien acceder al gobierno a poco de nacer: le ha faltado la travesía por el desierto, la historia larga, aunque ella no garantiza nada. La ausencia de esta historia obliga a reforzar la selección y formación política de sus militantes.
Si bien la convivencia interna pareciera verse deteriorada, existe la convicción que la gran mayoría de los militantes no están involucrados en hechos reprobables, lo que junto a la calidad humana e inteligencia de Sergio y Fernando, obliga a restaurar la convivencia interna sin esconder la basura bajo la alfombra.
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