agosto 28, 2014

Hacia un mundo sin trabajo

Mi tesis es que el desarrollo científico-tecnológico debiera conducirnos hacia un mundo con menos trabajo, o sin sus características actuales, esto es, remunerado, a tiempo completo.

Si bien hay fuerzas que nos dicen que cada vez hay más trabajo, también las hay en la dirección contraria. Entre las primeras destacan el mayor nivel de consumo por parte de la población, ya sea por un aumento en su ingreso per cápita, como por un consumo más allá de los ingresos vía un nivel de endeudamiento que en el pasado no era posible. Para facilitar este incremento se liberalizó el horario del comercio establecido. Atrás quedaron los tiempos en que los fines de semana el comercio estaba cerrado, y durante la semana tenía un horario restringido, regulado. A ello se agrega la sofisticación y penetración que ha alcanzado la publicidad, con mensajes a la vena de los segmentos de mercado que se quiere capturar, induciendo al consumismo a todo evento.

También la posibilidad de comprar “sin dinero”, con tarjetas bancarias o de casas comerciales, ha aumentado la velocidad de circulación del dinero incrementando el volumen de las actividades productivas y el nivel de desempleo.

Por último, no se puede desconocer que la destrucción y la pérdida de vidas que producen las guerras y los cataclismos –epidemias, terremotos y otros- también han sido factores desgraciados que permiten mantener a raya el nivel de desempleo por las necesidades de reconstrucción que se derivan de ellas.

En síntesis, la creación de puestos de trabajo generada por este mayor nivel de actividad ha logrado compensar la pérdida de empleos que el desarrollo tecnológico trae consigo. Sin embargo el desarrollo de los países apunta a que seamos más productivos, esto es, lograr producir más bienes/servicios en menos tiempo, y con menos recursos. Y entre estos recursos, estamos nosotros, el factor humano, los recursos humanos, las personas. Por tanto, la tendencia apunta a que trabajemos menos.

En consecuencia, lo lógico es que por este camino, tengamos cada vez menos trabajo, y no es malo que así sea si es que se logra romper la asociación bíblica bajo la cual hemos crecido, eso de que “te ganarás el pan con el sudor de tu frente”. En efecto, cada vez nos estamos ganando el pan con menos sudor, porque el esfuerzo manual está siendo reemplazado por el esfuerzo intelectual, que no produce tanto sudor. Ya no tenemos empresas conformadas por miles de operarios, los que son reemplazados por máquinas, permaneciendo trabajando tan solo quienes piensan, dirigen, evalúan, organizan, proyectan, todas tareas de más alto nivel. Incluso algunas de estas tareas también se están sistematizando y automatizando.

De hecho, ya hay países desarrollados con altas tasas de desempleo, las que han llegado para quedarse, y que están forzando a implementar generosos subsidios de cesantía que han de financiarse con los mayores niveles de productividad alcanzados. Esto supone que los beneficios de esta mayor productividad son apropiados por la población en general, y no solo capturados por los dueños del capital. Por tanto, la clave está en la distribución de estos beneficios. Si ellos logran ser distribuidos adecuadamente, podemos esperar tiempos mejores, con menos trabajo, mejores trabajos, con mayor disponibilidad de tiempo para el desarrollo del espíritu, para encontrarle un sentido a la vida más allá del consumo, y vivir sin mayor dependencia del dinero. Esto es, ser auténticamente libres.


Claro que para ello, muchas cosas deben cambiar. Sin embargo, es posible ya que de nosotros depende.

agosto 26, 2014

Una propuesta educativa innovadora

La próxima semana, la carrera de Ingeniería en Informática Empresarial (IIE) de la Universidad de Talca celebra sus 10 años de existencia. Creada para formar profesionales con las competencias para agregar valor a las organizaciones en el ámbito de la gestión, le ha hecho honor a su misión: formando para innovar.

Es interesante constatar que su plan de estudios incorpora la enseñanza dual (universidad-empresa) como un pilar fundamental en que el 40% de sus cursos incluye trabajar en algún proyecto con empresas de la región. Es así como a lo largo de la carrera sus alumnos han logrado desarrollar un importante número de proyectos reales que les permite egresar con una relevante experiencia al momento de buscar su primer trabajo. Este acercamiento temprano al medio profesional ha redundado en que los estudiantes desarrollan habilidades sociales y comunicacionales, habilidades profesionales, redes de contacto, y por otro lado, las empresas y microempresas de la región reciben un servicio sin los costos de consultorías profesionales, mejorando así sus procesos de gestión.

No obstante las aprensiones existentes cuando surgió la carrera, los cerca de 100 de sus egresados a la fecha dan fe de que la apuesta realizada en su momento, fue exitosa. Prueba de ello es que ocupan puestos de trabajo para los cuales fueron formados y lo hacen con distinción.

Sus empleadores valoran su contribución para que las organizaciones –sean estas empresas privadas o públicas- sean más eficaces y más eficientes. Consultados por los atributos que visualizan en los Ingenieros Informáticos Empresariales, destacan su ductilidad para enfrentar distintos escenarios, su capacidad crítica en el análisis de problemas y elaboración de diagnósticos, su capacidad reflexiva para resolver problemas, su proactividad para elevar propuestas de solución realistas y factibles de ser implementadas, y su talante abierto a las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías que día a día ofrece el mercado.

Los egresados, trabajan por lo general en empresas consultoras o en departamentos responsables de mejorar procesos con apoyo de las tecnologías de información y comunicación. Lo que más destacan en su formación es el trabajo con empresas desde los primeros años, lo que sienten que les otorga un plus a la hora de egresar. Esta característica les ha facilitado la inserción laboral, tanto porque sienten que egresan con experiencia laboral, como porque les ha permitido desarrollar capacidades de trabajo en equipo y de comunicación con ejecutivos, empresarios y otros profesionales que son tanto o más valoradas que las capacidades técnicas propiamente tales. Y quienes egresan con dominio del inglés, lo hacen con ventaja, tanto para ascender laboralmente, como para ser enviados al exterior para capacitarse en nuevas tecnologías.

Las dos columnas en las que se sustenta la formación del IIE, gestión y tecnología, unidos en un plan de estudios innovador, dos mundos habitualmente distanciados, explican el éxito del que gozan sus egresados a tan solo 10 años de la creación de la carrera.

agosto 21, 2014

La política de los acuerdos

Uno de los debates más confusos que se ha dado últimamente tiene que ver con los acuerdos, los consensos y demases. Así como en un pasado no muy remoto se catalogaban a unos de autoflagelantes y a otros de autocomplacientes, a duros y blandos, de halcones y palomas. Pareciera consustancial a la naturaleza humana clasificarnos en alguna de estas categorías, omitiendo los grises, más que nada por razones prácticas, para facilitar los análisis. Incluso podríamos afirmar que muchas veces estas dos visiones conviven en nosotros cuando nos debatimos entre estas dos almas.

Los acuerdos con consustanciales a la democracia. La democracia no es para pasar aplanadoras ni retroexcavadoras, para eso están los totalitarismos, las dictaduras, donde se dicta, no se conversa, no se acuerda, no nos sentamos a conversar, a dialogar. Diálogo supone no solo plantear posturas, sino que también escuchar a los otros, debatir a corazón abierto, sin subterfugios, en igualdad de condiciones, sin imposiciones; supone estar dispuestos a ceder, a transar.

Esto que parece tan simple y lógico, sin embargo, en la práctica no es tan fácil de implementar cuando se tiene una realidad política, social, económica y cultural que no ha sido fruto de acuerdo alguno, marcada por hechos consumados. Más complejo se torna cuando quienes invocan el retorno a los acuerdos son quienes estuvieron detrás de quienes impusieron a sangre y fuego lo que tenemos. La realidad actual no es fruto de acuerdo alguno, por el contrario, nos fue impuesto en tiempos de terror.

No recuerdo momento alguno en que el modelito educacional que tenemos haya sido fruto de acuerdo alguno. Por ello no puedo dejar de arrugar la nariz cuando quienes hoy invocan con voz engolada los acuerdos, ayer no tuvieron asco en imponernos lo que tenemos, tanto en materia educacional, sanitaria, laboral, previsional, productiva. Y lo que tenemos, no es para enorgullecernos, por más que no faltan quienes dicen que vamos bien, que somos modelo a seguir. Vamos, hasta cuándo vamos a andar creyéndonos que somos modelo. Desde que tengo uso de razón que nos creemos un país modélico. Primero fue nuestra revolución en libertad, con Frei Montalva, y desparramamos por el mundo la buena nueva de hacer cambios sin conculcar las libertades que nos son tan caras; luego tuvimos nuestro modelito de socialismo en democracia, con Allende, con sabor a empanadas y vino tinto; después, la dictadura del innombrable, modelito de desapariciones y torturas sin dejar rastros que sus adláteres se atrevían a catalogar de presuntas, todo con la venia de los rastreros medios de comunicación autorizados en esos tiempos. A continuación, nuestra modélica transición de la que nos ufanamos hasta no hace mucho, donde para no revolver el gallinero llegábamos a acuerdos a como diera lugar, incluso con las manitos alzadas.

La amenaza implícita a lo largo de estas décadas, es que sin acuerdo, la cosa seguía igual como nos había sido impuesta en los tiempos donde los acuerdos no corrían. Todo esto al amparo de un sistema político marcado por el empate, el uno a uno y los quórums calificados cuando osáramos querer tocar algo más o menos sustantivo del modelito. Y por último, si todos estos filtros son sobrepasados, está el tribunal constitucional para fallar la inconstitucionalidad de los cambios que se pregonan. Y si el tribunal constitucional no es suficiente, entonces recuperemos la política de los acuerdos, porque mal que mal, todos somos hijos de un mismo Dios Padre.

Por eso, si me preguntan si soy partidario de los acuerdos, mi respuesta es sí, pero junto con ello, también quiero decir con todas sus letras, que no me gusta que me tomen el pelo. No me gusta eso de que quienes invocan los acuerdos son los mismos que nos pusieron la bota encima sin que a la fecha muestren signos de arrepentimiento.

agosto 14, 2014

La libertad para elegir

Estas líneas están motivadas por la discusión existente en Chile en torno a la reforma educacional y la postura de quienes sostienen que el proyecto gubernamental atenta contra la diversidad de proyectos educacionales y la capacidad de elegir por parte de las personas.

Milton y Rose Friedman escribieron en 1980 un libro titulado Free to Choose (Libre para elegir), en el que expresan su pensamiento defensor del libre mercado. Opositor a la intervención del Estado, estuvo en Chile en 1975, en los inicios de la dictadura del innombrable. Su influencia en las autoridades de entonces es innegable, y se arrastra hasta la fecha entre académicos, políticos y gente común y corriente.

Las razones de su influencia residen en la simpleza de su pensamiento. Asume que la realidad es como las matemáticas, donde 2 más 3 son 5, acá y en la quebrada del ají, y cualquier otra cosa que se diga no son sino voladores de luces. Asume que el Estado es un cacho, que lo que haga lo hace mal. Asume que cada uno debe hacer lo que necesita y/o quiere, que debe tener la capacidad de elegir, y que no tiene porqué existir un ente, un Estado, que decida por nosotros. Y menos, un Estado que se ponga a producir bienes y/o servicios que los privados pueden proveer dado que el Estado tenderá a producir a mayor costo y/o menor calidad, bienes o servicios que los privados.

Al Estado lo relega a una función marginal, de custodio del derecho de propiedad antes que de los derechos de las personas. Que haya venido a Chile en tiempos del innombrable a dar conferencias sobre las mil y una maravillas del libremercado, las mismas que dio posteriormente en China, haciendo abstracción de las barbaridades que se estaban cometiendo –en todos los planos- revela la catadura ético-moral de este personaje y de sus seguidores.

No estamos hablando de los asesinatos cometidos por quienes detentaban el poder y de sus múltiples cómplices pasivos, ni de las desapariciones, ni de los exilios, las torturas, las relegaciones, sino del fortalecimiento del capital en desmedro del factor trabajo, debilitado por una legislación impuesta que facilitó el despido y dificultó el derecho a huelga. Es así como se llega a la situación actual, donde el grueso de los trabajadores carece de trabajos estables, con contratos indefinidos y sin mayor capacidad de negociación de sus remuneraciones ni de sus condiciones laborales.

Cuál es entonces la capacidad para elegir que tienen los chilenos? Esta libertad para elegir está dada por el tamaño del bolsillo, y todos sabemos cuál es este tamaño. Por tanto, esta libertad para elegir está constreñida por bolsillos famélicos. Por ello llama poderosamente la atención que los mismos responsables de haber forzado la reducción del peso del factor trabajo son los mismos que hacen gárgaras con la libertad para elegir.

En síntesis, los que eligen son los de arriba; los de abajo no eligen. Lo peor de todo es que quienes tienen la libertad para elegir, no son los que más trabajan, muy por el contrario.

agosto 10, 2014

La educación que necesitamos

La reforma educacional tiene un foco claro: que el país tenga una educación pública, gratuita y de calidad. Una educación pública que no sea de calidad, no tiene razón de ser, porque de ser así el derecho a la educación pasa a ser letra muerta. Una educación que no sea de calidad pasa a ser una estafa, una burla, un engaño. La gratuidad se relaciona con la necesidad de que todos puedan acceder a ella, y que su acceso a una buena educción no dependa del tamaño de nuestros bolsillos. Quienes deseen pagar por su educación, es su opción, pero no debe serla sobre la base de que al otro lado se tenga una educación pública pobre, famélica, incapaz de darle a los niños y niñas de Chile la formación para ser personas capaces de pensar, de discernir, de tomar decisiones por sí mismos, de actuar autónomamente.

La vía para tener la educación que se quiere, es conversable, o “cocinable” dentro de un entorno culinario, pero no en cualquier cocina ni con cualquier cocinero. Debe ser en cocinas y con cocineros que inspiren confianza, donde lo que esté en juego sean la cantidad y calidad de los ingredientes, los tiempos de cocción, y que el plato que salga no dependa de cuánto se pagó por él ni cuánta utilidad arroja. Una cocina que no seleccione quien puede comer y quién no. Lo importante debe ser que salga el plato que se pide: educación pública, gratuita y de calidad. Un plato cuyo sabor y aroma cautive, que alimente de verdad, que nos de la energía para salir adelante contra viento y marea, que nos permita mirarnos frente a frente, sin pisotearnos.

No es un plato fácil de preparar, pero en algún minuto tenemos que hacerlo. Mientras más temprano, mejor. El fin al lucro, al copago y a la selección son condiciones necesarias para lograr lo que se quiere, aunque no suficiente. Pero es un paso en la dirección correcta que tendrá que ser seguido por otros, entre los que se debe destacar el tema de la formación de los profesores. Profesores bien formados dejan huella indeleble en las vidas de nuestros hijos. Ser profesor es un honor, una responsabilidad, y como tal debe considerarse.

Las familias tienen también un rol insustituible que no es posible soslayar. El modelo de sociedad que estamos construyendo no ayuda para nada a cumplir ese rol. Familias destruidas, cansadas, que no ven a sus hijos hasta tarde por las noches cuando ya están durmiendo por estar cumpliendo jornadas laborales extenuantes. Tampoco ayuda el endeudamiento ni el consumismo desenfrenado.

Desafortunadamente, o afortunadamente, la educación tiene muchas aristas y no es monopolio del establecimiento educacional. La tarea de educar trasciende al establecimiento. En este plano, es también un error pretender creer que con una educación pública, gratuita y de calidad, tendremos resuelto el problema. Pero al menos pasa por ahí.