julio 29, 2014

Revolución o reforma educacional

Michelle fue elegida como presidenta, en consideración a que una mayoría significativa de chilenos, compartieron su diagnóstico, su propuesta, y las líneas gruesas del camino por el cual transitar para concretar la propuesta.

Así como hace ya más de 20 años atrás el diagnóstico puso énfasis en la pobreza y la necesidad de reivindicar los derechos humanos, hoy el foco está puesto la persistente y creciente desigualdad.

A lo largo de estas décadas se ha logrado reducir significativamente la pobreza y en el ámbito del respeto a los derechos humanos también se ha progresado en forma importante. Esto, aun cuando hace falta avanzar más si se quiere asegurar que no se repitan los flagrantes atropellos a connacionales cometidos al amparo del monopolio de las armas que ostentan las FFAA; y con el respaldo y apoyo de civiles que hasta la fecha no muestran síntomas de arrepentimiento alguno.

La reducción de la pobreza se logró dentro de los márgenes impuestos por un modelo económico, político y social centrado en la competencia dentro de un mercado desregulado, y un Estado jibarizado, reducido a la más mínima expresión para que los privados den rienda suelta a sus emprendimientos, innovaciones, e interminables abusos. El rol del Estado, de carácter subsidiario, se limitó a contener la pobreza dentro de determinados márgenes, pero no ha sido capaz de incidir en la crónica desigualdad del país, que no es solo de ahora, pero que ha pasado a ser tema de preocupación ciudadana.

El modelo de sociedad actual, instalado a sangre y fuego, está en la raíz del malestar imperante, no obstante los menores niveles de pobreza imperantes, los mayores niveles de consumo de las familias y el mayor ingreso per cápita que se dispone. La torta está distribuida inequitativamente.

La educación, concebida desde siempre como la vía para la movilidad, el ascenso social, ha dejado de serlo. Los niveles de desigualdad existentes, demuestran que la educación, el modelo educativo que tenemos desde el año 1981, ha sido incapaz de contribuir a su reducción. Los retoques que se le han hecho – subvención diferenciada, el copago- sin afectar su esencia, solo han logrado construir uno de los modelos educativos más segregados que puedan existir en el mundo. De hecho, no existe país en el mundo con un modelo educacional como el chileno, con una educación pública abandonada a su suerte. La migración de la matrícula desde la educación municipal a la educación particular subvencionada no se explica por la búsqueda de una mayor calidad en estos últimos, porque no existen evidencias objetivas en esta dirección. Se explica más bien porque las familias aspiran a acceder a redes sociales vinculadas a familias de mayor nivel social, económico y cultural.

Cambiar esta realidad exige no una reforma, sino una revolución educacional. Pero no será una revolución, no porque no se proponga modificar esta realidad, sino porque será gradual, no abrupto. Gradual en el tiempo y en las medidas. No será gratuita de un viaje, ni se elevará la calidad en un dos por tres. Cualquier con dos dedos de frente sabe que es imposible por más que se quiera hacer posible. Extraer la lógica de mercado inserta en la sociedad, no es tarea fácil. Por ello será una reforma educacional, de a poco, pero teniendo clara la concepción subyacente, que la educación no es un bien de consumo transable en el mercado, y un objetivo: tener una educación pública, gratuita y de calidad. Para allá debemos ir, ojalá con el concurso de todos para construir un mejor país.

julio 21, 2014

Cocinando las reformas

En la cocina es donde se cuecen las habas y los factores relevantes que inciden en ella son tanto los ingredientes, los cocineros, la preparación de los platos, como las características de la cocina y de los comensales para quienes se están preparando los manjares. Cuando el apetito arrecia la ansiedad se apodera no solo de los comensales, sino que de los cocineros, de los mozos y de los dueños de casa.

Lo que debe importar es satisfacer los requerimientos culinarios de los comensales antes que los de los cocineros, mozos o dueños de casa. Por ello, en todo centro gastronómico, lo primero es lo primero: darle al comensal el menú para que el cliente haga su pedido, el cual puede estar dado por su gusto, los precios, la especialidad de la casa.

Los comensales querían algo distinto a la que han estado comiendo en los más de últimos 35 años. Estaban hartos de una entrada consistente en un esquema tributario que reducía al Estado a la más mínima expresión; hastiados de un plato de fondo dado por una educación de mala calidad y cara; complementado por un postre que era un insípido arreglo constitucional. Por ello, cuando fueron consultados por lo que querían, la mayoría había elegido un menú que tenía como entrada, una reforma tributaria, como plato de fondo una reforma educacional, y de postre una reforma constitucional.

La reforma tributaria, el nuevo plato de entrada, estaba lista para ser servida, pero a última hora, no se sabe quién resuelve encargar otra reforma a un conspicuo restaurante localizado más allá de la cota mil de la capital del reino. Allá, le cambian los ingredientes, su composición, y sale aparentemente igual, con las mismas calorías que tenía, 8,200 kcal. Todo esto, sin preguntarle a nadie, en medio de un secretismo digno de la KGB. Solo se sabe que los cocineros, entre los top-top a nivel nacional, escogidos por el dueño de la cocina, miembro de una ilustre familia de rancio apellido. Cocineros seleccionados por su capacidad para interpretar, no lo que los comensales quieren, sino lo que la ilustre familia quiere para sus comensales.

Luego de exclusivas reuniones, conciliábulos, acompañados de galletitas sin sodio ni azúcar y agüitas minerales, emergió el plato cocinado con los mejores ingredientes de la plaza, en los mejores hornos y utensilios que pueden imaginarse. La receta no se dio a conocer, porque no todo puede hacerse público, en particular cuando se quiere que resulte bien y no se venga con dimes y diretes que terminen en un plato desabrido sin gusto a nada. Cuando todo estaba listo para servir los platos tan laboriosamente elaborados por los cocineros, en base a órdenes de los dueños de tan singular restaurante, los mozos fueron los encargados de transmitir la buena nueva a los comensales. El mensaje, lanzado urbi et orbi, por todos los medios de comunicación, fue simple, al hueso, aunque sin alzar las manitos: “nueva reforma tributaria habemus”.

Los comensales, moros y cristianos, se miraron una a otros sin entender nada. Cuando empezaron a degustar el plato que todos pensaban que lo sería con fruición por sus olores y sabores, los rictus de las expresiones parecían decir otra cosa. Sentían que era un plato a la pinta de los dueños del restaurante, para gustos refinados, no de ellos.

De allí que a la hora del plato de fondo la reforma educacional, entre los comensales reinaba el escepticismo si acaso les traerían lo que habían pedido: una educación pública, gratuita, de calidad, sin fines de lucro.

julio 17, 2014

El Mundial se terminó: y ahora ¿qué?

Se acabó la fiesta del mundial y ya estamos de regreso a la realidad. Pero antes no están de más algunas reflexiones en torno a sus lecciones, las que van más allá del futbol, de lo deportivo, que lindan con lo económico, político y social.

En lo económico porque la danza de millones que gira en torno al evento y sus protagonistas, sean estos dirigentes, futbolistas, entrenadores, es francamente un insulto al sentido común, para lo que ganamos los mortales comunes y corrientes. Que hoy se esté analizando qué hacer con estadios construidos a todo pasto, que costaron fortunas, es un insulto a la racionalidad. Más todavía cuando dentro de las alternativas se está pensando en “aprovecharlos” para transformar algunos de ellos en cárceles.

En lo político, porque la fiesta del futbol parece concebirse como un analgésico que sirve para anestesiar a los pueblos. Si se obtienen triunfos reales o no, da lo mismo, los medios de comunicación se encargarán de transformar derrotas en triunfos, subirnos al carro de la victoria, para recibir a los gladiadores en aeropuertos o palacios de gobierno. Si las derrotas han sido inapelables, vergonzosas, habrá que encomendarse al Señor por la destrucción de bienes públicos y privados, así como las secuelas electorales que podrán traer consigo.

En lo social, porque tras la euforia mundialera, el regreso a la cruda realidad que rodea a muchos, duele, lacera, obligándonos a preguntar: qué estamos haciendo para mejorar las condiciones de vida de muchos. Al parecer, absolutamente nada, por el contrario, qué no estaríamos haciendo para empeorarla.

En lo futbolístico, el mundial no estuvo exento de sorpresas, entre las cuales destaca el temprano regreso a casa por parte de España, Italia e Inglaterra, y el surgimiento de países que llegaron más lejos que otros, no obstante su menor tradición futbolera, como es el caso de Costa Rica. Pero la gran sorpresa fue la derrota de Brasil en un mundial en su propia casa. Su caída no fue por azar, más bien fue la mediocridad del grueso de sus jugadores y de su juego, lejos del famoso “jogo bonito”. La inagotable cantera que siempre ha tenido Brasil pareciera haberse agotado, o hecho un alto. Lejos están los tiempos en que la mayoría de sus jugadores eran de lujo.

El país que terminó honrando a nuestro continente, fue Argentina, sólido, en ascenso a medida que transcurría el campeonato, y que terminó representándonos en la gran final ante una Alemania que había masacrado a Brasil con una goleada como consecuencia de un juego brutalmente efectivo.

En la final hubo opciones por ambos lados, siendo incapaces de superarse en los primeros 90 minutos y estuvieron a punto de terminar los 120 minutos igualados. En el alargue, el árbitro se comió un penal flagrante del arquero alemán contra un delantero argentino, y un tiro alemán al arco argentino dio en el palo. No obstante que cualquiera pudo haber ganado, el triunfo alemán fue justo tributo al equipo que mostró más ambición, más trabajo colectivo, más disciplina, más perseverancia, atributos con los que Alemania ha logrado superar sus ripios técnicos del pasado. Hoy, su técnica tiene poco que envidiar a la de los latinoamericanos.

julio 10, 2014

Argentina da la cara

Argentina es la que va a dar la cara por nuestro continente en esta final de la copa del mundo. Y la da en Brasil, país que organizó el mundial para ganarlo, pero que quedó en el camino con la cola entre las piernas. Todo gracias al mineirazo propinado por Alemania que complementará al maracanazo de hace ya más de 60 años. Brasil no pudo ante una Alemania impecable, que dio una lección de futbol ante quienes se supone son los malabaristas con la redonda.

La desaprensión con que Brasil enfrentó a Alemania le costó cara. Distinta fue la actitud de Argentina ante Holanda. Se temía otra paliza y que terminaríamos viendo una final entre europeos en nuestro propio continente. Por suerte, Argentina está salvando la plata! Uruguay quedó fuera merced a un desgaste, una falta de renovación y a un mordisco fuera de lugar; Colombia y Chile por excesivo respeto a un anfitrión que Alemania demostró que era pan comido; México y Costa Rica, por el infortunio que golpea a quienes carecen de tradición futbolística.

Argentina encaró el encuentro con Holanda con seriedad, disciplina, concentración, orden, fuerza. Por eso se impuso. Y Brasil perdió por su desconcentración y debilidad futbolística, como hace tiempo no se le veía. Así no se puede jugar ante un rival como Alemania.

Si Argentina aborda el partido con similar disciplina, fuerza, concentración y fuerza que mostró ante Holanda, puede ganar a una Alemania que aparece como invencible. La magia del futbol reside en su impredecibilidad, su capacidad para sorprendernos, para romper, de cuando en cuando, vaticinios cantados.

En las semifinales teníamos a los casi mismos de siempre. De los 4, de un mundial a otro, a lo más varían uno o dos. Ahora entró Holanda en vez de Italia, pero Argentina, Brasil y Alemania, están casi siempre en estas instancias.

Me ha sorprendido la reacción de muchos, tanto por la derrota de Brasil como por el triunfo de Argentina., en nuestro propio continente, América Latina: unos se alegraron porque perdió Brasil así como otros se entristecen porque ganó Argentina. Lamentable, porque nuestros adversarios no son los que están al lado nuestro, sino los que están al otro lado del océano. La copa debe quedar acá! Hubiese deseado una final entre los nuestros. No fue posible. Ahora todo nuestro apoyo a Argentina que está representando a nuestra América en esta instancia, nos guste o no. La alegría de Argentina también debe ser la nuestra.

Si Argentina aborda el partido con similar disciplina, fuerza, concentración y fuerza que mostró ante Holanda, puede ganar a una Alemania que aparece como invencible. La magia del futbol reside en su impredecibilidad, su capacidad para sorprendernos, para romper, de cuando en cuando, vaticinios cantados.

En las semifinales teníamos a los casi mismos de siempre. De los 4, de un mundial a otro, a lo más varían uno o dos. Ahora entró Holanda en vez de Italia, pero Argentina, Brasil y Alemania, están casi siempre en estas instancias.

Me ha sorprendido la reacción de muchos, tanto por la derrota de Brasil como por el triunfo de Argentina., en nuestro propio continente, América Latina: unos se alegraron porque perdió Brasil así como otros se entristecen porque ganó Argentina. Lamentable, porque nuestros adversarios no son los que están al lado nuestro, sino los que están al otro lado del océano. La copa debe quedar acá! Hubiese deseado una final entre los nuestros. No fue posible. Ahora todo nuestro apoyo a Argentina que está representando a nuestra América en esta instancia, nos guste o no. La alegría de Argentina también debe ser la nuestra.


julio 08, 2014

Brasil al desnudo

Literalmente, Alemania desnudó a Brasil en las semifinales. Con Neymar incluido se veía débil. A duras penas logró llegar a jugar contra Alemania a punta de alargues y/o penales. Sin figuras descollantes hace rato que dejó de ser el equipo que deslumbraba con su "jogo bonito". Con una defensa que hacía agua por todos lados, y un ataque sin enjundia, no tenía por donde ser campeón mundial, ni siquiera en su propia casa. 

Lo ocurrido ante Alemania, que lo despedazó sin compasión con una goleada sin precedentes en el marco de las semifinales en un campeonato mundial, nos confirma que Chile se la farreó. que dejó pasar una oportunidad que dificilmente volverá a repetirse. lo que Chile dejó pasar, es lo que Alemania aprovechó.

No fue la FIFA la que hundió a Brasil, ni los árbitros: fue su propia incompetencia. por eso tienen razón los brasileños para sentirse humillados, avergonzados. Fue una paliza!

Algunos piensan que Chile se ahorró este papelón al no tener que jugar contra Alemania. Se equivocan, porque Chile le habría hecho collera. recordemos que antes del mundial, jugó un amistoso contra Alemania, allá en el viejo continente. Y perdió a duras penas por uno a cero. Para Alemania fue un alivio no tener que jugar contra Chile.

Ahora todo se le viene cuesta abajo a Brasil. La rabia, la impotencia, la verguenza están a la orden del día. 

julio 02, 2014

La oportunidad perdida

Las ilusiones de hacer historia en el campeonato mundial de futbol por parte de Chile, se fueron al tarro de la basura. Se tenía una generación de jugadores de clase mundial y un entrenador de lujo que respaldaban la confianza de todo un país por romper la historia. Se partió bien, y algo de historia se hizo al destronar a España, actual campeón mundial, que tuvo que regresar tempranamente a casa con la cola entre las piernas.

Pasamos a octavos de final, debiendo enfrentar a Brasil, el país que más veces ha ganado campeonatos mundiales de futbol, y en su propio país ante sus hinchas. No obstante estos antecedentes, la confianza permaneció incólume porque se sentía que con el plantel que se tenía, lo que parecía imposible, era posible. Algunas de nuestras figuras estaban resentidas, no se hallaban en su mejor condición física –Vidal, Medel, Alexis y Valdivia-, o como diría Mario Benedetti, “estaban rotos, pero enteros”. Se temía al árbitro, a la FIFA, que Brasil no podía perder en su propia tierra, menos cuando las protestas sociales desnudan una cruel realidad socioeconómica que se oculta bajo el circo futbolero.

El desarrollo del partido demostró que era posible. Chile plantó cara de igual a igual, sin arrugarse, remontando un marcador adverso. Brasil, en su propia casa, con todos sus pergaminos, no fue capaz de ganar el partido en 90, ni en 120 minutos. Incluso más, Chile pudo haber ganado y enmudecido al estadio entero, dejando a todo Brasil mascullando una vez más, la derrota. La sombra del maracanazo en 1950 se reconocía entre los espectadores.

El árbitro estuvo impecable, incluso se dio el lujo de anular un gol a los brasileños que quizá otro árbitro no se hubiese atrevido a hacer.

Chile y Brasil terminan empatados, forzando los penales. Chile seguía en carrera. Los muchachos habían cumplido una buena faena. No eran vencedores, pero no estaban derrotados. Quedaba la instancia de los penales. Había que seguir peleando, dando lo mejor de cada uno.

Y en los penales fallamos. No fallamos un penal, sino que tres penales!!! Brasil no acertó todos sus penales!!! Brasil erró dos penales!!!! Brasil falló, solo que nosotros fallamos más que Brasil. Ese es el tema. El paso a octavos de final lo teníamos al alcance de la mano. Ni la FIFA ni los árbitros incidieron a favor de Brasil. Nos la farreamos.

La semana pasada titulé mi columna “una oportunidad preciosa”, y en realidad lo fue, solo que se transformó en una oportunidad perdida. Una lástima.