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Foto de Joakim Honkasalo en Unsplash |
Partió la bolita para
las elecciones presidenciales y parlamentarias que tendrán lugar a fines de
este año. Las cartas están echadas. Ya se sabe quienes son los candidatos
presidenciales, así como los candidatos al parlamento, tanto a la cámara alta
como baja.
En la derecha fueron
incapaces de dirimir la candidatura presidencial vía primarias, en tanto que en
la izquierda sí hubo primarias, inevitablemente ásperas, pero que les permite
llegar con una única candidatura. Al margen de las candidaturas que se ven como
mayoritarias, entran en carrera los mismos de siempre -MEO, Parisi y Artes-,
más Mayne-Nichols, quienes alcanzaron a reunir, cada uno, las 35,000 firmas
necesarias para estar en la papeleta presidencial. Las postulaciones de MEO,
Parisi y Artes, adquieren caracteres patológicos dado que parecieran retratar
el desconcierto, el desprestigio que ha adquirido el devenir político. La
candidatura de Mayne-Nichols parece un intento por reverdecer un centro
político que encarne la moderación en un contexto de creciente polarización.
No estamos ante un
fenómeno exclusivamente nacional, sino mundial, en el que lo político se confunde
con la politiquería. Además, desgraciadamente, no solo retrata a los políticos
que tenemos, sino que a nosotros, los ciudadanos de a pie, a quienes votamos por
estos personajes. Y que los partidos se atrevan a presentar en sus listas a
personajes de dudosa catadura, parecen ser todo un símbolo de los tiempos que
vivimos.
Así como hace poco
más de medio siglo, entre los jóvenes y pobres dominaba la izquierda y la
centroizquierda, hoy lo hace la ultraderecha junto con la derecha. Una derecha
que la ultraderecha se da el lujo de llamar “la derechita cobarde”, tal como en
sus viejos tiempos, la ultraizquierda denostaba a la izquierda por adherir a la
denostada democracia burguesa. Tiempos en los que no se avizoraban dictaduras
capaces de desbordarlo sin asco. Acá, en la quebrada del ají y más allá.
Dictaduras surgidas
al alero de fusiles que no trepidaron en imponerse a punta de implantar el
terrorismo estatal-militar. Hoy ya no parece necesario, basta imponer
dictaduras a punta de votos de quienes defraudados de la politiquería y la
democracia, no encuentran nada mejor que votar por quienes, más temprano o más
tarde, serán sus verdugos: los Milei, los Bolsonaro, los Trump, los Bukeles,
los Maduro, los Putin.
La pregunta que
debiéramos respondernos, y respondernos con una mano en el corazón, es ¿Qué
hemos hecho mal para llegar a esto? En el caso chileno, la mejor prueba de que
la izquierda se está disparando a los pies, ha sido su incapacidad para
acordar una única lista parlamentaria a sabiendas de que la derecha iba dividida.
Incapaz de mirar más allá, la izquierda ha abierto la posibilidad de que la
derecha conquiste no solo el poder ejecutivo, sino el poder legislativo. Con ello
posibilitará que la derecha gobierne sin contrapeso, al igual que Trump en
EEUU.
Yendo a las parlamentarias
en dos listas, la izquierda se la está dando en bandeja a una derecha que debe
estar sobándose las manos con este regalo caído del cielo.
El día después
lloraremos, por más que se diga que la política es sin llorar.
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