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Argentina campeón del mundo. No sé si es la primera vez
que el título máximo se dirime por la vía de los penales. Al final todo parece
una lotería. Cualquiera pudo haber levantado la copa. Si me preguntaran quién
la merecía más, diría que Argentina.
A pesar de las múltiples sorpresas que nos regaló este
mundial en Qatar, al final del día en la final se encontraron dos favoritos. Uno
en representación de América Latina y el otro de Europa. Paradójicamente quien
representó a América Latina es uno de los más europeos del continente, en tanto
que el que representó a Europa parecía un equipo más africano que europeo, no solo por el color de sus jugadores, sino por el juego desplegado. Otros
favoritos quedaron en el camino, entre ellos Brasil, país que regresó
tempranamente a casa dejando a su hinchada con los crespos hechos.
Argentina ganó sobreponiéndose a una sorpresiva derrota ante
Arabia Saudita en su primer partido de la primera ronda eliminatoria. Parece haberle
hecho bien morder el polvo de la derrota. Venía con un largo invicto. No hay
mal que por bien no venga. De allí para delante la escuadra albiceleste se
compuso de la mano de Messi.
Francia llegó a la final con el cartel de campeón del
mundo, cartel ganado en el último mundial del 2018 en Rusia. Alemania no
pasó la primera ronda, Normalmente tiende a ser un primer actor, pero esta vez
pasó sin pena ni gloria. Francia en cambio llegó con su buen juego y su estrella Mbappé. En la final se encontró
con Messi, su compañero de equipo en el
PSG. La partida la ganó Messi. En la final, Mbappé solo se vio a partir del
minuto 80. Francia despertó tardíamente cuando ya todo parecía perdido.
Argentina fue superior, dominó claramente lo que se
expresó en el marcador. No se veía por dónde Francia podía revertir el
marcador. La marcación de Argentina, intensa, permanente, melló, anuló las
posibilidades de Francia. Pocas ocasiones de gol tuvo. Argentina en cambio era
puro peligro. Cada ataque argentino incluía una dosis de zozobra. Pero en menos
de dos minutos el 2 a 0 a favor de Argentina se transformó en un 2 a 2 con
goles de Mbappé.
El título se le estaba yendo entre los dedos a Argentina.
Viene el alargue, un gol por lado. Van 3 a 3. Termina el partido. El campeón
del mundo se decide por penales. Quizás lo más justo era que los dos se
consagraran campeones al no ser capaces de imponerse ninguno de los dos. Pero las reglas son otras. Solo uno de ellos puede ser el
rey. Se resuelve por la vía de los penales. Es como dirimirlo tirando una moneda al aire. Como para
agarrarse la cabeza. Una vez más podemos encontrarnos ante el caso que quien
juegue mejor no sea quien gane. Nada nuevo bajo el sol. Viene la tanda de los
penales. Dos jugadores franceses fallan. Los argentinos no fallaron.
Triunfa Argentina, triunfa el país que más lo mereció. Justicia
divina. Por Messi, gran jugador. Merecido premio de un botija que a temprana
edad lo descubrieron para llevárselo a Barcelona, con toda su familia, y donde hizo toda su carrera
hasta recalar en el PSG. Messi está viviendo su minuto de gloria porque ganó,
porque guió a Argentina, porque se le quiere más allá de Argentina. Se le
quiere tal cual es, sencillo, de pocas palabras, porque sigue siendo argentino
hasta la médula a pesar de haber vivido más afuera que en su propia tierra.
Por mis amigos argentinos, por Argentina, por Messi, por el
fenomenal trabajo en equipo desplegado, me alegra que hayan ganado. Me alegra
ver la alegría de los argentinos arremolinándose en torno a su obelisco sin que
destruyan nada. Hoy todos los latinoamericanos somos argentinos.
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