Estas líneas salen cuando estamos adportas de una segunda vuelta electoral, donde ambos candidatos, uno más que otro, han caído en una suerte de disputa de ofertones para conquistar la voluntad popular. No nos engañemos. No son los gobiernos los que nos darán de comer, ni los que nos darán trabajo, ni trabajarán por nosotros, ni nos darán salud. Lo que los candidatos pueden ofrecernos son cursos de acción, modelos de sociedad, de ver el mundo para que los acompañemos a concretarlos. En eso se deben diferenciar y nosotros votar por quien creemos que mejor encarna nuestras ideas en dicho plano. Pero el esfuerzo que debemos desplegar por nosotros mismos, es indelegable.
Lo que se logra sin esfuerzo, por lo general no tiene valor; por el contrario, lo que se logra con esfuerzo, sí lo tiene. No pocos aspiran a logros sin mayor esfuerzo, por la vía del atajo, sin pensar en sus consecuencias. Esto vale en el mundo de la educación, de la salud, de las pensiones, del trabajo. Quien cree que hay atajos, se equivoca.
Quienes creen que en educación podemos aspirar a tener las capacidades y competencias que la realidad laboral y la sociedad demandan, sin mayor esfuerzo, sin estudio, sin desvelarnos, se equivocan. No pocos, a estas alturas del año, se vienen a percatar que su rendimiento deja mucho que desear, y “calientan” materia intentando recuperar el tiempo perdido. Se tuvo todo un año para estudiar, y a fin de año se dan cuenta que están en la quemada, que están por perder el año o la carrera. Sabían que tenían que ponerse las pilas desde comienzos de año, pero no, se las ponen a fin de año, a destiempo. En este minuto, apremiados, pensamos en cómo salir del paso, como llegar a casa con la noticia de la pérdida del año o de la carrera.
En salud lo mismo. No pocas veces llegamos a la consulta médica, a la posta o al hospital, por conductas, comportamientos o hábitos alimenticios que no ayudan para nada a tener una buena salud. Mientras nos distingamos por no realizar actividad física regular y nuestro plato nacional sea un completo que chorree mayonesa por los cuatro costados, estamos fritos. Sin querer queriendo, muchas de las enfermedades de la vida moderna son consecuencias de ello. No podemos pedirles milagros a nuestros médicos. Imposible pedirle peras al olmo.
Lo mismo vale en el campo laboral. Pretender ganarse la vida con malas artes, robando o traficando droga y que ello no tenga consecuencias, es una quimera. Si resulta a la primera, imposible resistir la tentación de cebarse y ganarse la plata fácil. Más temprano que tarde nos pillarán, y en ese minuto nos agarraremos la cabeza.
Tener una buena formación no depende tan solo de los profesores, sino de nuestro esfuerzo como alumnos; tener buena salud no depende tan solo de los médicos y nutricionistas, sino de lo que hagamos y comamos.
En la vida no hay atajos. El esfuerzo, la laboriosidad, la responsabilidad, el trabajo bien hecho, la puntualidad, más tarde o más temprano, se recompensan de alguna manera. Ya sea por la vía de la satisfacción personal o interna, como porque la sociedad sabe distinguirlos, diferenciarlos. De lo contrario, nada ni nadie nos liberarán de las consecuencias, las que podremos posponer, evadir temporalmente, pero más temprano que tarde aparecerán.
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