El asesinato de periodistas de una revista satírica, sarcástica, Charlie Hebdo en Paris, Francia, nos vuelve a remecer. De tiempo en tiempo, demasiado frecuentemente, estamos siendo testigos de actos de barbarie que llevan a preguntarnos ¿cómo es posible? ¿por qué? ¿para qué? ¿qué hacer?
Quisiera aclarar que estas preguntas las formulo con la intención de tratar de entender lo ocurrido, sin que ello implique en modo alguno justificarlo. Ningún asesinato, de ningún ser humano, tiene justificación alguna. Sin un mínimo esfuerzo de comprensión, la mera represión asoma como solución mágica, en circunstancias que todos sabemos que dicha salida es ficticia.
El semanario Charlie Hebdo es todo un símbolo libertario, desvergonzado, de sátiras en todas las direcciones, a todas las culturas, religiones, razas. Nadie se libra de ellas. Las viñetas del profeta Mahoma en sus portadas es un fiel reflejo de este espíritu y no cabe duda que afectan los sentimientos de no pocos musulmanes. Imposible que no lo hagan, así como en el caso del mundo cristiano, y por lo general se tiende a evitar caricaturizar a Jesucristo, procurando tratarse con respeto su significado más profundo.
En Europa viven millones de musulmanes, la mayoría en Francia y Alemania. Lo han hecho abandonando sus países de origen en busca de mejores horizontes, procurando escapar de la pobreza. Lo han hecho aportando lo mejor de sí en los países que los han acogido. Merkel, la canciller de Alemania, en oposición a quienes responsabilizan al islamismo de los atentados, ha dicho sin ambages que el islamismo es parte de Alemania, que su contribución al desarrollo es indesmentible. Merkel, al igual que Hollande, han sido claros en especificar que los atentados no tienen nada que ver con el islamismo. El terrorismo no tiene apellidos.
No sin dificultades se han insertado aportando su trabajo e integrándose a la sociedad que los acoge. Desafortunadamente, las dificultades económicas que encara Europa para salir de la recesión, y que golpean más fuertemente a los inmigrantes, han alimentado el resurgimiento de grupos políticos radicales, extremistas y fascistas con discursos nacionalistas, antiinmigratorios, islamofóbicos y demagógicos.
No dejemos que el fanatismo nos obnubile la razón. El terrorismo busca crear la imagen de un choque cultural, de una guerra de civilizaciones, de oposición del mundo musulmán al mundo judeocristiano. Tal choque es ficticio porque la inmensa mayoría de quienes profesan algunas de estas culturas buscan el bien, la convivencia pacífica, el respeto por los demás.
Francia ha resuelto enfrentar al terrorismo por la vía de seguir siendo Francia, el país cuyo lema es libertad, igualdad y confraternidad. Sería positivo que, al igual que muchos otros países, también dejara de ser la Francia exportadora de armas
y financiamiento a grupos extremistas,
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