Para las próximas elecciones, estamos apenas a 3 meses de ellas, no sin asombro observamos una gran cantidad de parientes de actuales políticos, hij@s, herman@s, espos@s de ellos, cuyos nombres están figurando como candidatos en las plantillas que se están configurando.
Existen razones para ello, de hecho, en general existe una cierta propensión a que l@s hij@s sigan las aguas de sus progenitores, ya sea por inducción de estos últimos, por inercia, porque está en la “sangre familiar” o porque es lo que ven. En el mundo de las FFAA es bastante común. En la oficialidad, no es menor el número de militares, aviadores o marinos, que suelen ser hijos de; al igual que en el mundo civil, aunque quizá en menor grado. Lo mismo que en el ámbito político, pero dado su cariz público y la necesidad de someterse al escrutinio público, no es posible evitar que llame la atención y fruncir el ceño, particularmente cuando se trata de una actividad bajo sospecha. Dentro de cierto margen, parece razonable la existencia de hij@s de, mal que mal, han crecido en un particular entorno, bajo una determinada cultura o educación. Somos lo que somos por nosotros mismos y nuestras circunstancias.
Sin embargo, no puede dejar de llamar la atención cuando de casos emblemáticos se trata, como lo es cuando se habla del hijo de Lavín, dos veces candidato presidencial, exministro de Piñera, exjefe de campaña del defenestrado Longueira, y actual jefe de campaña de Matthei.
O cuando se trata del hijo del propio Longueira, a quien de la noche a la mañana, después de dejar en el camino a Allamand, se le habría declarado un cuadro depresivo. Se sabe que la propensión a la depresión por parte del hijo de un depresivo es mayor que la del hijo de un no depresivo. En ese cuadro, no se entiende su postulación, salvo que se quiera aprovechar la existencia de una “marca” conocida en el mercado y difundida en los más diversos murales a lo largo del país a un costo no menor. Quizá sea parte de una estrategia de ocupar óptimamente los recursos disponibles.
O cuando se trata de la hija de Golborne, quien fuera candidato presidencial de la UDI y bajado a raíz de un escándalo con tarjetas de crédito en sus tiempos de gerente de la Cencosud y de sus inversiones en paraísos fiscales. Y ahora la premian doblemente al subirlo como candidato a senador por una circunscripción, Santiago poniente, ahora acompañado de la candidatura de su hija como diputada por uno de los distritos de la circunscripción.
Después tenemos el caso del hijo de Coloma quien postula como diputado en un distrito, aún a costa de que la UDI bajara la candidatura del diputado actual. En síntesis, se trata de algo muy cercano a nepotismo, tal como lo define la real academia española: “desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos”. Digo cercano, pero no nepotismo propiamente tal, porque debe ser mediado por el voto, o sea, la población puede votar o no por la candidatura propuesta.
Si bien en esta ocasión he hecho mención a candidaturas del lado de la derecha, porque son las que más se visibilizan en la actualidad, no cabe duda que se trata de un fenómeno generalizado, que se da a diestra y siniestra.
En general, como doctrina, no he creído necesario poner cortapisas a postulaciones a elecciones o reelecciones porque en definitiva es la gente la que decide. Sin embargo por el poder, la influencia, o los abusos que los cargos reportan, parece llegada la hora de fijar límites con miras a abrir ventanas que contribuyan a que entre aire fresco, renovado, limpio, no contaminado. Todo esto no sería necesario si a la hora de votar lo hiciéramos por quienes no son l@s hij@s de, salvo excepciones.
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