En sendos debates televisivos, por primera vez, se confrontaron posturas, tanto de los candidatos presidenciales oficialistas, como opositores, de cara a las primarias que tendrán lugar a fin de mes. Entre ambos debates, como guinda de la torta, Chile avanzó hacia su clasificación al mundial de fútbol, con una victoria, que complementa la alcanzada la semana pasada en tierras guaraníes.
De la mano de Sampaoli, sin aspavientos, silenciosamente, Chile está revirtiendo el declive que experimentó con Borghi, recuperando el equipo la vertiginosidad, la seguridad, la contundencia, que en su momento alcanzó con el loco Bielsa, quien dejó su marca que perdura hasta hoy. Todo esto, junto con una pléyade de jugadores excepcionales, como nunca antes tuvo selección chilena alguna. Por tanto, en materia futbolística, vamos por buen camino.
A nivel político, en cambio, da la sensación, que estamos entrampados, divididos en bloques irreconciliables, que reflejan la creciente desigualdad existente en el país, que afecta todos los ámbitos.
En el debate opositor, no hubo temor en marcar con claridad las diferencias existentes entre los cuatro candidatos; por el lado oficialista más que un debate, lo que hubo fue un foro en el que llamó la atención la angustia, el temor de la derecha por un eventual triunfo de Michelle, que visualizan como una amenaza.
De otro modo no se explica la permanente alusión a la Concertación y a los comunistas. En este plano pareciera que quieren reproducir el clima de polarización y la campaña del terror implementada con ocasión del plebiscito. Tanto Allamand como Longueira, se centran en repetir una estrategia, la de yo o el caos, que en su momento fue un rotundo fracaso.
Las diferencias entre candidatos opositores y gobiernistas, están centradas en el modelo político –definido por una constitución política con cerrojos que la hacen inmodificable-; el modelo educacional –el más privatizado, segregado y caro a nivel mundial en relación a nuestros ingresos-; el modelo previsional –cuyas pensiones que no se condicen con el respeto que le debemos a los adultos mayores-; el modelo de salud -donde el acceso a sus servicios está dado por el tamaño de los bolsillos-; y el modelo laboral –sesgado a favor de una de las partes, la empresarial, en desmedro de los trabajadores-. Si hay algo en común en todos estos sectores, es la desigualdad y su consecuencia, los abusos.
De los debates se deduce que por el lado de la derecha, lo que se quiere es perfeccionar los modelos, hacerle ajustes, para darles más competitividad, convencidos que por esa vía, se reducirán las desigualdades y los abusos. Por el lado opositor, existe la convicción que los modelos requieren cambios sustanciales, avalados por más de 30 años de implementación de estos modelos, que si bien han permitido reducir la pobreza, han agudizado las brechas y los abusos.
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