El modelo educacional en crisis
Las movilizaciones estudiantiles están pasando a una nueva fase, quizá menos mediática, pero no por ello menos importante si es que se desea que sus ideales no se las lleve el viento, sino que muy por el contrario, aspiran a sostenerse en el tiempo.
Si bien el movimiento pingüino del 2006 no fue en vano, es claro que sus resultados dejaron sabor a poco. Al igual que ahora, dejaron en el camino a un ministro, llamaron la atención de los medios de comunicación, la clase dirigencial nacional se vio conmovida, y una ley general de educación en reemplazo de la LOCE fruto de acuerdos cupulares que dejaron sabor a poco.
Sabor a leche aguada, fruto de negociaciones a espaldas de los principales actores, consensuadas por arriba, pero no por abajo. Sabor a poco porque el mar de fondo permanece intocable: un modelo educativo nacional fraguado hace más de 30 años que no ha podido legitimarse.
Muy por el contrario, se trata de un modelo agotado que ha demostrado que no va más. El movimiento pingüino fue el primero en denunciarlo a nivel nacional. Como no fue atendido, en estos años se produjo un reflujo, pero como en el mar, este reflujo no fue sino el preámbulo de un movimiento mayor que es el que por estos meses nos aqueja.
En una reciente encuesta aplicada sobre una muestra de alumnos de posgrado se pidió que se identificaran las causas de esta movilización. Las respuestas, agrupadas en 5 grandes causas, fueron lapidarias.
La primera, el abandono o retraimiento del Estado para abrir espacio a la privatización admitiendo el negocio en la educación; la segunda, el alto costo de la educación superior, el que recae fundamentalmente en las familias por esa concepción neoliberal de que estamos impregnados como ningún otro país del mundo, de que la educación es un bien de consumo; la tercera, el traspaso de la gestión de los establecimientos educacionales a municipios sin que éstos tuvieron los recursos, ni las atribuciones ni las competencias para asumir dicho rol; la cuarta, la segmentación, la desintegración, donde los ricos se educan en medio de ricos, y los pobres con los pobres, donde unos y otros se dan la espalda, no se conocen; y por último, la mala calidad de la educación que están recibiendo nuestros jóvenes.
Los estudiantes lo tienen más claro que nosotros, los adultos. Este modelo educativo no da para más. Para remate es un modelo que no se ha legitimado puesto que fue fraguado entre cuatro paredes, y nunca ha sido plebiscitado. Este modelito no aguanta “perfeccionamientos”, ni ajustes. Lo que se requiere no es perfeccionarlo, sino sustituirlo, reemplazarlo, por un modelo que represente la otra cara: un modelo que integre en vez de segregar; un modelo que impulse la calidad en vez de degradarla; un modelo sustentado en la colaboración antes que en la competencia; un modelo cuyo eje sea el derecho a la educación en vez del lucro.
El desafío del poder establecido es oponerse a este cambio radical por la vía de esterilizar al movimiento, absorberlo, anularlo; el reto de los líderes de la movilización es evitar ser esterilizados, absorbidos, anulados. La contienda es desigual, y por ello mismo, heroica.
Emulando a Einstein, el modelo educacional que ha creado la crisis, no puede ser el mismo que va a solucionarla.
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