enero 10, 2008

Cambio de Gabinete

Desde hace tiempo se especulaba en torno a un cambio radical que fue cobrando fuerza por diversos motivos, pero que se tuvo que acelerar por la renuncia indeclinable del Ministro del Interior, Belisario Velasco. Esta renuncia generó un clima político que aceleró la necesidad de estructurar un nuevo gabinete para la segunda mitad del gobierno de Michelle. Bajo un régimen presidencialista como el chileno, la tradición señala que los ministros no renuncian, a lo más ponen sus cargos a disposición, y digo a lo más porque de hecho sus cargos están permanentemente a disposición del presidente, en este caso, la presidenta. Por tanto, si un ministro renuncia queda una sensación de falta de respeto a la figura presidencial, y por tanto, de debilitamiento de la presidencia.

En este caso Belisario renunció, aparentemente cansado de las críticas que se le formulaban respecto a que no se le veía asumiendo un liderazgo como jefe de un gabinete que aparecía desordenado y descoordinado; y/o cansado de esperar una audiencia con la presidenta para reclamarle por no ser invitado a participar en las últimas reuniones del comité político del que se asume es parte.

Si bien la renuncia de Belisario fue el detonante del cambio ministerial, las causas son mas profundas. Estando en la mitad del período presidencial, se visualizó la necesidad de -empleando un símil futbolístico- iniciar el segundo tiempo con un nuevo equipo. Finalizado un primer tiempo, el diagnóstico era lapidario: no obstante vivirse un período de bonanza económica con un precio del cobre por las nubes, y de ser el primer gobierno de la Concertación con mayorías en el Congreso (en la Cámara de Diputados y en el Senado) se instaló la idea que el gobierno era incapaz de administrar y conducir un proceso ordenado de desarrollo y superación de las inequidades. Los desastres y corruptelas del Transantiago, de Ferrocarriles y de CHILEDEPORTES, junto con la rebelión pinguina, el paro de los subcontratistas de CODELCO, y el tratamiento a las reivindicaciones mapuches, son problemas que si bien el grueso de ellos fueron heredados, su manejo con tintes tecnocráticos que menoscaban su carácter político –tintes implícitos en la concepción de un gobierno ciudadano que relega a los partidos políticos a un segundo plano- por parte del gobierno de Michelle ha dejado mucho que desear.

Lo que se pretende para este segundo tiempo, es poner en la cancha a jugadores que permitan jugar esta última parte en forma mas ordenada y efectiva, capaz de hacer más goles que el contrincante, capaz de remontar un escenario adverso marcado esencialmente por el impacto del Transantiago.

Porqué ahora? En la segunda mitad de este año tendrán lugar las elecciones municipales, en tanto que el próximo año se llevarán a cabo las elecciones parlamentarias y presidenciales, esto es, se inician tiempos eminentemente políticos, electorales. Y por tanto, es necesario parar en la cancha jugadores duchos, experimentados, con un perfil más político que técnico donde los partidos políticos recuperan su protagonismo. Todo esto bajo la conducción de un Ministro del Interior que busque y tenga la capacidad de alcanzar el máximo de acuerdos que permitan avanzar en materias sociales, particularmente educativas y previsionales.

Lo expuesto se da en un momento político especial. Si bien la Concertación registra una baja en la adhesión ciudadana, esta baja no se expresa en un alza de la oposición tanto de la derecha como de la izquierda extraparlamentaria. Solo aumenta los que no están ni ahí y que electoralmente se expresa en un aumento de los votos en blanco y nulos, así como de la abstención y de la resistencia de los jóvenes a inscribirse en los registros electorales. O sea, los ciudadanos son cada vez menos y más viejos, y por tanto, la clase política es cada vez menos representativa de la población. Se está configurando un escenario que puede dar paso a aventuras de nostálgicos de la dictadura como de personalismos o caudillismos.

Por otra parte, tanto en la oposición como en la Concertación, sobretodo en esta última coalición, se están produciendo escisiones que están alterando el mapa político. En el Senado, Cantero, Zaldívar y Flores junto con Bianchi están conformando la bancada independiente-; en la Cámara de Diputados, lo mismo ocurre con Valenzuela, Isasi, Escobar y los 5 diputados recientemente renunciaron a la DC luego de la expulsión de Zaldívar. Esto implica que la Concertación perdió la mayoría que tenía tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado, dificultando más la gestión del gobierno de Michelle. A esto cabe agregar los “díscolos” que permanecen en las respectivas coaliciones cuyos votos en el parlamento no están asegurados puesto que se amparan en la libertad de conciencia y en que se deben a sus electores antes que a los partidos. En esta línea el gobierno se desgasta en permanentes negociaciones en las que los díscolos sacan sus “mascadas” para favorecer a sus electores, sus regiones y/o su visibilidad con miras a futuras elecciones. Esta conducta, que no se daba bajo los anteriores gobiernos de la Concertación -donde el alineamiento era prácticamente total-, está erosionando la eficiencia en la tarea gubernamental.

Como ya se señalara, el perfil de quienes integran el nuevo gabinete es claramente más político y experimentado que el de quienes se fueron. En esta materia, de los 5 cambios realizados, destacan los del Ministerio del Interior y de Obras Públicas.

En el primero, se colocó a Edmundo Perez Yoma, DC alvearista, Ministro de Defensa en tiempos de Frei Ruiz-Tagle, hijo de Edmundo Perez Zujovic, asesinado a fines del gobierno de Frei Montalva, en su calidad de Ministro del Interior. Asume el cargo que en su tiempo ocupó su padre asesinado por un grupo terrorista de ultraizquierda en Puerto Montt, así como podríamos afirmar que el padre de Michelle fue asesinado por un grupo terrorista de ultraderecha encabezado por Pinochet al amparo del aparato estatal del que se apoderó mediante un golpe de Estado. En consecuencia, estamos entonces ante un hecho cargado de simbolismo.

Como Ministro de Obras Públicas, reemplazó a un tecnócrata como era Eduardo Bitrán por un presidente de uno de los partidos políticos (PPD) que sustentan a la Concertación, Sergio Bitar, también con una amplia experiencia ministerial –fue ministro de Minería en tiempos de Allende y ministro de Educación en el gobierno de Lagos-. Ellos tendrán la gran responsabilidad de conducir a buen puerto el término de este gobierno. La evaluación de lo que se haga o no se haga, la hará la ciudadanía en las próximas elecciones, sobretodo, en las municipales.

Se destacaron los cambios más relevantes, pero ellos han sido acompañados de otros que si bien no tienen tanta visibilidad, muestran su profundidad. Ellos fueron precedidos por cambios en varias intendencias y el cambio en la vocería –la secretaría general de la presidencia- que detentaba Ricardo Lagos Weber, y que ahora está en manos de Francisco Vidal, un verdadero guerrero de la política, capaz de poner patas arriba a la oposición por su facilidad de palabra y llamar a las cosas por su nombre. Y próximamente deberán venir cambios en las secretarías regionales ministeriales y direcciones de organizaciones públicas nacionales, los que deben venir en las próximas semanas de modo que a la vuelta de vacaciones, esto es, a comienzos de marzo esté instalado completamente el nuevo equipo que deberá jugarse el todo por el todo para ganar un partido cuyo resultado es de difícil pronóstico.

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