Del gurú al loco
Hace unos meses el club de Deportes de Temuco contrató a Eduardo Bonvallet, alias “el gurú”, para zafarlo de su incómoda posición en el ascenso. Ahora, la selección chilena tiene un nuevo técnico, Marcelo Bielsa, alias “el loco Bielsa”, para intentar la clasificación de la selección chilena al próximo campeonato mundial de fútbol.
Me ha llamado la atención que el grueso de la prensa deportiva haya acogido tan positivamente la nominación del “loco” Bielsa, descartando a todo entrenador nacional o extranjero que esté desempeñándose en el medio local.
Entre Bonvallet y Bielsa hay similitudes y diferencias, más allá de las que mencionó el gurú. Entre las similitudes, cabe mencionar que ambos dan que hablar; que arriban a sus respectivos puestos de trabajo para intentar una suerte de operación de salvataje, de misión imposible sobre la base de un trabajo serio, disciplinado, profesional. No se puede ignorar que los dos generan expectativas que trascienden la lógica, estimulando el “apetito” por triunfos esquivos. Tras las decisiones hay una apuesta por suculentas recaudaciones que las nuevas esperanzas generen de modo que compensen sus respectivos costos.
Pero así como hay similitudes, también hay gruesas diferencias. El “gurú” no tiene trayectoria profesional; el “loco” sí la tiene; el “gurú” cacarea mucho, no así el “loco”; a la fecha el “gurú” no le ha ganado a nadie, en cambio el “loco” registra importantes triunfos a nivel mundial.
Otro diferencial está dado por los ingresos que percibe uno y otro que en los dos casos no se compadece con los que recibe el grueso de la ciudadanía que solo atina a observar embobada la danza de millones, pero sin expresar mayor disgusto. Si bien estos ingresos habría que cotejarlos con los que eventualmente pueden llegar a generar, no es posible sustraerse a la comparación con el ingreso mínimo vigente. De esta comparación surge la reflexión respecto de la sociedad que estamos armando. Que venga un tipo a echarse al mes lo que uno no gana en 10 años de trabajo es una bofetada en el rostro de muchos. Sin embargo, es lo que dicta el sacrosanto mercado, así como las millonarias cifras que se manejan en el mundo futbolístico contradictoriamente acosado por persistentes déficits.
Las continuas derrotas, las frecuentes expectativas defraudadas, la permanente necesidad de alimentar las esperanzas populares –¿a falta de pan bueno es el circo?-parecen estar en la raíz de estas decisiones de apelar a entrenadores con la milagrosa misión de alcanzar los éxitos esperados. Desgraciadamente, como en muchos otros trances, no hay atajos.
Conozco el ejemplo de una universidad en estados unidos. Esta universidad le paga un sueldo de aproximadamente US $800,000 (420.000.000 pesos) anuales al técnico del equipo de básquetbol, un mocoso de treinta años, porque su equipo de jugadores universitarios ha tenido un moderado éxito en los últimos tres años (en su liga y en el campeonato universitario nacional de fin de temporada). El alto sueldo es para minimizar el riesgo de que se lo lleve (lo contrate) otra universidad, dado el éxito de su gestión (razón de mercado). Sin embargo, los administradores de esta universidad le aumentan las clases al profesorado (no remplazan a los que jubilan), y les dan una cagada de aumento anual, si es que. Profesores que quizá ya estaban ejerciendo cuando el técnico nacía ganan menos de un décimo de lo que gana él (razones de mercado). La mayoría con post doctorados, él con un bachiller. Los administradores de esta universidad, como en muchas otras universidades, ganan mucho más que los profesores (¿por qué razón?). Esto apunta a algunas fallas estructurales del sistema neoliberal: la desigualdad extrema de salarios (incluso en el ámbito académico), la valorización de la enseñanza como negocio (con sus nefastas consecuencias), y la utilización del poder para perpetuarse: el individuo u organización con poder concentrado usa cualquier excusa para mantener poder y privilegio. Una ideología amoral como el neoliberalismo se presta de maravillas para sus propósitos. Esta polémica me recuerda lo dicho por un religioso brasileño: Cuando le doy pan a los pobres me dicen que soy un santo. Cuando pregunto por qué los pobres no tienen pan me acusan de comunista.
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