Las organizaciones que necesitamos
Nos encontramos en lo que muchos ya están denominando la sociedad del conocimiento por el valor que éste está teniendo. Mientras en el pasado los recursos más valiosos que podían tener los países eran la tierra, los recursos naturales, la energía, en la actualidad el conocimiento pareciera estar en la cresta de la ola. Todo el mundo habla de él, y dado que el conocimiento se encuentra en las personas, está cobrando relevancia el tema de la gestión de las personas asociándolo a la gestión de las organizaciones y del conocimiento propiamente tal con el fin de sacar provecho de él, rentabilizarlo, ser el elemento diferenciador.
Es así como las organizaciones se están percatando de la necesidad de generar ambientes en su interior que alienten el desarrollo del conocimiento que poseen las personas y que éstos lo compartan. Se está descubriendo que a una organización donde reina la participación por sobre la alienación le va mejor; que le conviene ser anticiparse a los problemas antes que toparse con ellos, esto es, ser proactiva antes que reactiva. Pero para ello el personal debe sentirse partícipe de la organización y de su destino, y por tanto ser tratado como tal. Y el ambiente reinante debe ser colaborativo, donde todos están dispuestos a compartir, a trabajar en equipo, uno para todos, todos para uno.
Un ejemplo muy gráfico lo estamos teniendo por estos días a raíz de la actuación de la Roja en la Copa América y de la rojita en el campeonato mundial de la sub 20 en Canadá. Cuando cada uno trabaja para su santo, los conocimientos y habilidades personales no se comparten, la organización se pierde en un desgaste que termina por costarle caro. Todo lo contrario de lo que cualquiera puede observar en la rojita. La diferencia termina por expresarse en resultados.
La organización debe concebirse como un ambiente donde prime un clima constructivo, no destructivo donde el aire parece cortarse con cuchillo. Sí, y donde los reclamos tengan un talante propositivo antes que reivindicativo. Pero además se requiere que las relaciones entre quienes laboran en las organizaciones se caractericen por la sinceridad, la autenticidad, no la hipocresía; donde las decisiones y los comportamientos sean transparentes, no oscuras.
Estas son las organizaciones verdaderamente exitosas, donde las ideas y el conocimiento crecen y se comparten más allá de las rentabilidades mayores o menores que se tengan; más allá de los mercados que se ganen o pierdan; más allá de su tamaño, grande o pequeño. La gracia reside en que trabajemos mancomunadamente, con alegría, no porque no queda otra. Mal que mal nuestra existencia se nos va entre la familia y el trabajo, por lo que una buena o mala vida en ellas revela nuestra calidad de vida.
Uno de los mayores desafíos que tenemos en Chile es justamente que en el grueso de sus organizaciones, de toda índole, reine semejante ambiente: donde todos vayamos a la parada, en las buenas y en las malas.
Nos encontramos en lo que muchos ya están denominando la sociedad del conocimiento por el valor que éste está teniendo. Mientras en el pasado los recursos más valiosos que podían tener los países eran la tierra, los recursos naturales, la energía, en la actualidad el conocimiento pareciera estar en la cresta de la ola. Todo el mundo habla de él, y dado que el conocimiento se encuentra en las personas, está cobrando relevancia el tema de la gestión de las personas asociándolo a la gestión de las organizaciones y del conocimiento propiamente tal con el fin de sacar provecho de él, rentabilizarlo, ser el elemento diferenciador.
Es así como las organizaciones se están percatando de la necesidad de generar ambientes en su interior que alienten el desarrollo del conocimiento que poseen las personas y que éstos lo compartan. Se está descubriendo que a una organización donde reina la participación por sobre la alienación le va mejor; que le conviene ser anticiparse a los problemas antes que toparse con ellos, esto es, ser proactiva antes que reactiva. Pero para ello el personal debe sentirse partícipe de la organización y de su destino, y por tanto ser tratado como tal. Y el ambiente reinante debe ser colaborativo, donde todos están dispuestos a compartir, a trabajar en equipo, uno para todos, todos para uno.
Un ejemplo muy gráfico lo estamos teniendo por estos días a raíz de la actuación de la Roja en la Copa América y de la rojita en el campeonato mundial de la sub 20 en Canadá. Cuando cada uno trabaja para su santo, los conocimientos y habilidades personales no se comparten, la organización se pierde en un desgaste que termina por costarle caro. Todo lo contrario de lo que cualquiera puede observar en la rojita. La diferencia termina por expresarse en resultados.
La organización debe concebirse como un ambiente donde prime un clima constructivo, no destructivo donde el aire parece cortarse con cuchillo. Sí, y donde los reclamos tengan un talante propositivo antes que reivindicativo. Pero además se requiere que las relaciones entre quienes laboran en las organizaciones se caractericen por la sinceridad, la autenticidad, no la hipocresía; donde las decisiones y los comportamientos sean transparentes, no oscuras.
Estas son las organizaciones verdaderamente exitosas, donde las ideas y el conocimiento crecen y se comparten más allá de las rentabilidades mayores o menores que se tengan; más allá de los mercados que se ganen o pierdan; más allá de su tamaño, grande o pequeño. La gracia reside en que trabajemos mancomunadamente, con alegría, no porque no queda otra. Mal que mal nuestra existencia se nos va entre la familia y el trabajo, por lo que una buena o mala vida en ellas revela nuestra calidad de vida.
Uno de los mayores desafíos que tenemos en Chile es justamente que en el grueso de sus organizaciones, de toda índole, reine semejante ambiente: donde todos vayamos a la parada, en las buenas y en las malas.
La mala noticia, Don Rodolfo, es que caminamos con zapatitos horma neoliberal. Estos zapatitos, según algunos, nos dejan los pies muy mononos. El problema es que para calzar, tenemos que bendarnos las patitas desde chicos, como las jóvenes chinas de un pasado no lejano. Hay que liberarse de estas ataduras para poder avanzar.
ResponderBorrarInsistiendo en la analogía, digo que sistema neoliberal es un sistema "despiedado" (despiadado), ya que las patas las tienen solamente los de arriba...y el ambiente colaborativo que se vaya a la mierda.
jm
Aviso: Se busca empresa u organización auténtica y transparente, donde no exista la hipocresía y las relaciones se caractericen por la sinceridad. Si el lector conoce el paradero de tal, por favor avisar a las autoridades para que tamaño insulto al estilo chileno se desmantele inmediatemente.
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