Pudor nacional
A los bolivianos no les bastó declarar monumento nacional a la modesta choza donde nació su actual presidente Evo Morales. Ahora estamparon su figura en una reciente producción de sellos bolivianos. Estos hechos me permiten poner sobre la mesa una característica nacional que parece escasear en otros confines, y que no quisiera que perdiésemos.
Un cierto pudor, recato o vergüenza nos impide incurrir en gestos, actos o actuaciones que en otras partes, para otras personas, no producen siquiera una arruga. Recientemente en Colombia, su presidente Uribe acaba de ser reelecto, autoreformándose la Constitución. Lo mismo hizo en su oportunidad Menem en Argentina y Chávez en Venezuela. A ninguno de ellos se les movió una ceja siquiera. Como si fuera de lo más natural del mundo promover medidas en las que ellos mismos están involucrados.
En Chile, ni siquiera a Lagos se le habría ocurrido promover su reelección, no obstante el amplísimo respaldo que gozó en las postrimerías de su gobierno. Ni a sus asesores del segundo piso de entonces se les pasó por la mente manejar esa alternativa. ¿Razones? Esta suerte de pudor nacional de la que en otros lares se carece.
En Chile, a quienes pretenden saltarse este sentido del recato por lo general les sale el tiro por la culata. El caso más reciente, hace ya casi 17 años, es el del innombrable, quien se quiso repetir el plato vía plebiscito para perderlo estrepitosamente corriendo solo.
En el caso boliviano resulta más chocante porque al ser consultados personeros de gobierno sobre el tema respondieron que los pilló de sorpresa, como si la empresa de correos del estado hubiese corrido con colores propios. Como si las guaguas las trajera la cigüeña en vez de ser el resultado del fortuito encuentro entre un espermio y un óvulo. Pretenden adobarlo con la cantinela que es un homenaje al primer presidente indígena. Para ello podrían haber puesto en escena a un indígena cualquiera. Es como si en Chile nos pusiésemos a emitir estampillas con la sonrisa de nuestra presidenta en homenaje a nuestra primera mujer presidenta., emisión que habría brotado del entusiasmo popular.
Por suerte, al menos hasta la fecha, no nos hemos prestado para estas farándulas. Ya llegará el momento para que nuestra Michelle tenga su estampilla como lo han tenido quienes han ocupado la primera magistratura.
Mientras tanto enorgullezcámonos que en medio de la ensalada de características negativas con las que nos azotamos diariamente, tengamos también alguna positiva y que no nos avergüence destacar.
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