Duración de las carreras universitarias
Por momentos pensé que se trataba de una estrategia futbolística cuando un ministro de Estado hizo mención al modelo 4-2-2, pero los números no me calzaban pues tradicionalmente se habla del 4-3-3, 4-2-4 u otros como táctica o posicionamiento de los jugadores en una cancha para encarar a un equipo rival.
Pero no, el ministro estaba hablando del modelo de educación superior que están implementando –o tratando de implementar- algunos países de mayor desarrollo. Esto va en línea con la idea de cotejarnos con quienes están por sobre nosotros en materia de desarrollo.
El modelo 4-2-2 apunta básicamente a que los programas de pregrado -las carreras profesionales- no tengan una duración superior a 4 años, en tanto que los programas de posgrado, ya sea de magíster como de doctorado, 2 años cada uno. Considerando que acá nuestras carreras profesionales clásicas tienen una duración de 6 años, un modelo de estas características en nuestro país tendría un carácter revolucionario pues involucraría su acortamiento en 2 años. La reacción ha sido inmediata.
El tema es complejo y tiene sus bemoles. Por un lado, efectivamente, en la práctica, las carreras en nuestro país son extremadamente largas. Siendo las carreras en sí definidas para ser cursada en un determinado número de años, en la realidad el tiempo que realmente los alumnos cursan sus carreras supera con creces ese número, con excepción de unas pocas carreras. O sea, carreras cuya duración es de 6 años, terminan siendo cursadas por los alumnos en 7, 8 y más años. Este retardo revela problemas que pueden ir desde que los mecanismos de selección que se aplican a la entrada no son los más adecuados, que los programas de estudio se encuentran excesivamente recargados, hasta que los procesos y/o recursos educativos que se están implementando no son los apropiados.
Por otro lado, en nuestro país existe un proceso de selección para el ingreso a las universidades a través de una prueba nacional, el PSU (Prueba de Selección Universitaria), la que más que seleccionar académicamente, pareciera que lo hiciera económicamente. Existiendo y aplicándose esta selección, se presume que los alumnos aceptados en las universidades se encuentran aptos para cursar las carreras seleccionadas. Sin embargo, los niveles de repitencia, deserción y retardo que dominan la escena universitaria siembran dudas al respecto.
¿Y de dónde provienen quienes ingresan a las universidades? De una educación básica y media cuyos niveles de calidad están fuertemente cuestionadas. Una baja calidad en estos niveles impacta negativamente sobre la educación superior, lo que por cierto no exime a ésta de la responsabilidad que le cabe en lo que le corresponde.
En este contexto, cualquier disminución en la duración de las carreras debe ser abordado un términos sistémicos, lo que implica necesariamente abordarlo en conjunto con el tema de cómo llegan los alumnos (calidad en la educación básica y media) y dónde van a parar las personas y profesionales que forman las universidades (sociedad y mercado laboral).
Es una gran falta de respeto a la perspicacia y sabiduria del escritor de este blog que le llegen mas avisos economicos que comentarios relevantes al tema que trata. Personalmente, estoy totalmente de acuerdo con el escritor. Es un gran escandalo que nuestro gobierno (con raices socialistas) ignore necesidades basicas en el sistema educacional.
ResponderBorrarNo salimos ganando si nuestra juventud y eventuales profecionales pasan por un tubo al fin del cual caen a un vacio laboral. Tampoco ganamos si ignoramos las necesidades de educacion de los sectores economicamente menos favorecidos. Es desconocido lo que cada ser humano puede aportar. Tenemos que darle la oportunidad a los mas, y tambien tenemos que premiar los esfuerzos y logros con posibilidades de trabajo digno.
Jorge M