enero 30, 2014

Después del fallo de La Haya

La Corte Internacional de Justicia (CIJ) de las Naciones Unidas falló optando por lo que algunos tildan de fallo salomónico, en alusión a un personaje bíblico, considerado en su tiempo como un hombre muy sabio, Salomón. A él recurrían quienes tenían algún conflicto con miras a su solución. Las partes preferían la resolución del conflicto antes que su perpetuación, aún cuando la decisión no fuese del gusto de las partes. Por sobre todo, lo que intenta un fallo salomónico es ser equitativo, dar a cada uno lo suyo, aunque no deje contento a ninguno. A modo de ejemplo, ante una disputa entre dos mujeres que decían ser madres de un niño, ambas con sus respectivos argumentos, Salomón no halló nada mejor que partir al niño en dos mitades.

Por tanto, que el fallo sea salomónico o no, depende simplemente de si el conflicto, lo que dio origen a la demanda, fue resuelto o no. En consecuencia, aún es muy temprano para precisar si el fallo fue salomónico.

Tanto Chile como Perú tienen motivos de sobra para sentirse tanto contentos, como descontentos. Chile debe sentirse satisfecho porque la demanda peruana no fue acogida en plenitud, pero por sobre todo, porque consolida su posición al zanjarse un motivo de discordia; debe sentirse insatisfecho porque su postura, la del paralelo hasta las 200 millas fue reducida a 80 millas, perdiendo una importante superficie marítima. Perú debe estar contento porque ahora tiene una superficie marítima que no tenía, y descontento porque su demanda de la línea equidistante desde el hito 1 no fue acogida.

Las primeras reacciones a uno u otro lado fueron disímiles y contradictorias. En Chile hubo una sensación de derrota, en tanto que en Perú fue de triunfo. En todo caso, en ambos países solo existen voces aisladas que apuntan a desconocer el fallo, existiendo cierto consenso en que el fallo se acata. Donde parece haber estar centradas las discrepancias radica en la implementación o ejecución del fallo y su gradualidad, y particularmente, en la interpretación del fallo.

Sería trágico que interpretaciones antagónicas terminen dando origen a problemas mayores, a los que el fallo se propuso resolver. En este plano quizá sería pertinente que pasado este período de dimes y diretes, la CIJ sacara una voz aclaratoria a fin de que tales problemas no vayan escalando con el tiempo.

En mi columna anterior hice presente que el fallo debía ser una oportunidad para cerrar de una vez por todas, un pasado de conflictos y abrir un futuro común. De ser así, se trata de un buen fallo, donde ganamos todos; en caso contrario, de un mal fallo, donde todos perdemos.

De nosotros depende que sea un buen fallo. Sigo pensando en que así debe ser, fundado en la intensificación de intereses comunes que se ha dado en las últimas décadas. Importantes inversiones chilenas son copartícipes del desarrollo que está experimentando Perú, al igual que una importante corriente inmigratoria peruana está dejando su huella gastronómica en la vida cotidiana chilena.

enero 22, 2014

En vísperas del fallo de la Haya



Chile y Perú están a la expectativa del fallo que emergerá del Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) de las Naciones Unidas, con asiento en La Haya, Holanda. Fallo que surge a raíz de una demanda presentada por Perú, el año 2008, para delimitar la frontera marítima, sosteniendo que el Tratado de 1929 solo fijó la frontera terrestre. Chile, por su parte, se ampara en tratados de 1952 y 1954, y que han regido por más de medio siglo, pero que Perú, desde el año 2005 no considera como tratados, sino como meros acuerdos pesqueros destinados a regular las capturas.

En síntesis, para Chile manda el paralelo, y Perú solicita que mande la bisectriz del ángulo formado por las costas chileno-peruanas, esto es una frontera marítima que divida en partes iguales las aguas de la zona.

El TIJ, creado en 1945, está para resolver pacíficamente controversias de esta naturaleza, y que en el pasado se resolvían militarmente. Los países firmantes del Pacto de Bogotá, voluntariamente le reconocen juridicción al TIJ para resolver diferencias entre los países. Perú y Chile son dos de los países firmantes que se comprometen, de buena fe a acatar lo que el TIJ resuelva sin margen a apelación. De allí la expectativa en torno a la resolución que emerja el 27F.

En Perú predomina el optimismo. No es para menos, no tienen nada que perder. Cualquier solución, por más salomónica que sea, favorece a Perú. En cambio, en Chile impera un cierto pesimismo, porque no tiene nada que ganar, a lo más salir igual que antes del fallo.

Por momentos, en ambos países, surgen algunas voces destempladas, que más parecen voces en el desierto. En Perú, un expresidente, condecorado en Chile por el actual gobierno, invitando a embanderar casas, calles y plazas para celebrar el fallo que emerja y que se asume no conocido antes del 27E; en Chile, sendos diputados, uno de gobierno y otro de oposición, invitando a desconocer el fallo si éste “no se ajusta a derecho”. Otros afirman, a última hora, como temiendo un fallo adverso, que el TIJ no tiene atribuciones para fallar. En fin, de todo hay en la viña del Señor.

Afortunadamente, en general, domina la tranquilidad y madurez, tanto desde las máximas autoridades de ambos países, tanto nacionales como locales, como en los pueblos, con mínimas dosis de tensión, propias de la incertidumbre de “cómo vendrá el fallo”, pero que en ningún caso permiten avizorar un clima guerrero.

Por el contrario, se respira confianza en el fallo sea la oportunidad para fortalecer las relaciones y cerrar un capítulo centrado en la mirada al pasado, para abrir uno centrado en el futuro, en lo que nos une. Es más lo que nos une que lo que nos separa. La reciente reunión entre los alcaldes de Arica y Tacna, al igual que sus expresiones, dan testimonio de ello.

El horno no está para aventuras nacionalistas ni militaristas por parte de ambos países, por más que no falten quieran calentar ambiente. El ánimo dominante, a ambos lados de la frontera, es acatar el fallo cualquiera que éste sea.

Lo que vendrá se relacionará con interpretaciones del fallo y su ejecución, para lo cual también se requerirá se impongan la madurez, criterio, los intereses comunes de las partes por sobre la inmadurez, el descriterio y los intereses contrapuestos.

enero 16, 2014

La popularidad de Pepe


Si existiese un índice de popularidad a nivel mundial de los presidentes de los países, muy probablemente, Pepe Mujica sería fijo el número uno. Muchos de mis amigos uruguayos, o no pueden creerlo, o se agarran la cabeza pensando en cómo es posible.

Pepe fue un florista, tiene una chacra, es el presidente más pobre del mundo, es un tipo llano, simple, bonachón. En sus tiempos mozos fue tupamaro, participó en acciones armadas, fue encarcelado, torturado. Las tiene todas!

Actualmente es el presidente de la República Oriental del Uruguay, el mismo paisito que me vio nacer, el de Artigas, su prócer. En menos de 50 años, pasó de tupamaro a presidente. Pocos países pueden contar una historia como esta. Es como si en Chile, un mirista, de esos que solo creían en acciones armadas, allá en la década de los 60, hoy nos gobernara. Imposible dirían muchos. En Uruguay fue posible.

Cuando a Mujica se le preguntó ¿cómo es eso? ¿qué cambió? Su respuesta no se hizo esperar y fue más o menos así: “lo que pasa ché, es que en esos tiempos queríamos cambiar el mundo; hoy nos conformamos con arreglar la vereda de la casa”. Así de simple. Es el tránsito del maximalismo al minimalismo.

Hoy por hoy, Pepe filosofa. Adónde va, se lanza para conversar sobre lo humano y lo divino ante las más diversas audiencias, dejando embobados a unos y otros. Expone a partir de las cosas simples, no se complica. No le tiene miedo a experimentar. Se hace lo que se puede.

La mayoría de mis amigos uruguayos no lo quieren, dicen que han perdido años preciosos para avanzar en infraestructura, en educación y otras materias. En Chile podríamos decir lo mismo, y eso que no tenemos a Pepe, tenemos todo lo contrario. Pepe es pobre de solemnidad; en Chile, nuestro presidente está entre los más millonarios del país.

A Pepe le reclaman incapacidad para ejecutar, no obstante que en las próximas elecciones que tendrán lugar este año, lo más probable que ceda el bastón de mando a alguien de la misma coalición política, el Frente Amplio. Acá en cambio, nuestro presidente, alias la locomotora por su capacidad ejecutiva, fue incapaz de ser sucedido por su candidata a pesar de ser el “gobierno de los mejores”. Por la boca muere el pez.

Lo expuesto nos dice que la mayoría de los uruguayos parece querer a Pepe, al igual que en el resto del mundo, a despecho de muchos de mis más cercanos amigos uruguayos.

Bajo el neoliberalismo, la política se ha reducido a la más mínima expresión, subordinada a lo técnico, lo económico, lo financiero. A los tecnócratas, a los economistas, a los financistas. Los políticos ya no son los que cortan la torta, son otros los que la cortan. En este plano no está mal tener un presidente pedagogo o filósofo, o que se las da de pedagogo o filósofo, que nos invite a pensar, a reflexionar, a buscar acuerdos, derroteros, abrir nuevos senderos, probar o ensayar nuevos caminos que sean factibles no solo técnica, económica y financieramente, sino que también lo sean ética y socialmente.

A los tecnócratas, economistas y financistas les hace falta una pequeña dosis de humildad, descender del Olimpo. Por momentos parecen haber olvidado que dos más tres no siempre da cinco en el plano de la convivencia social. Puede ser más, como puede ser menos.

enero 08, 2014

La desigualdad


Si bien la desigualdad ha existido siempre, se trata de uno de los temas recurrentes que ha estado en la agenda política, al menos en las últimas décadas. De hecho parece estar en el origen del malestar imperante, un malestar que las élites tecnocráticas no comprenden.

Malestar que se asienta esencialmente en su magnitud y tendencia a incrementarse en vez de disminuir. En forma creciente se está percibiendo que el modelo neoliberal que ha estado imperando desde los años 80, no ha hecho sino exacerbar las diferencias. Modelito impulsado por Reagan en USA y Tatcher en Inglaterra, y del que Chile ha sido su más aventajado alumno de la mano del innombrable y sus Chicago Boys, y que ha sido sometido a retoques y maquillajes orientados a limar sus aristas más ásperas. Sin embargo su esencia permanece. La mona por más que se vista de seda, mona queda.

No se trata de algo etéreo, inasible, intangible, sino que por el contrario, concreto, que se palpa, se vive diariamente. Una desigualdad lacerante. Ya no somos un país, somos dos o más países. Están los que viven en Vitacura, Las Condes, La Dehesa, los de plaza Italia al oriente, y de plaza Italia al poniente. Si, al menos dos Santiago. Lo mismo pasa en regiones.

Aún cuando algunos pretendan rebatirnos, la verdad que la desigualdad que tenemos es vergonzosa. Existe un 1% de los chilenos que concentra el 30% de los ingresos. En qué otro país existe este nivel de desigualdad? en USA, el 1% de los estadounidenses más ricos capta el 20% del total de los ingresos; en Alemania poco más del 10%; en Suecia, poco menos del 10%.

Y si hilamos más fino, y nos centramos en el 0,1% de los chilenos más ricos, podemos observar que capturan casi el 20% del total de ingresos! Esto significa que hay chilenos que ganan más de 80 millones de pesos mensuales, mientras un 80% vive endeudado con menos de un millón de pesos al mes.

Este 0,1% de los chilenos son los que “compran” educación pagando mensualidades del orden de los 300 mil pesos con cuotas de incorporación de dos millones de pesos. La correlación entre los puntajes en la PSU y los ingresos familiares es casi perfecta. Mientras más ingresos tienes más educación puedes “comprar”, y por tanto más puntaje PSU tienes.

Lo mismo vale respecto del empleo. Mientras vengas de una familia con más ingresos, más probable es que tengas un buen empleo, bien pagado, lo suficiente como para reproducir y multiplicar la desigualdad imperante.

Lo que tenemos es un modelito político-económico-financiero que desafortunadamente no hace más que perpetuar y amplificar la desigualdad. El malestar y las movilizaciones son consecuencia de esta desigualdad que no es ficticia, sino que por el contrario, crece y crece, aún cuando en términos absolutos hoy estemos mejor que ayer. Se requiere algo más que un Estado subsidiario o políticas públicas centradas en la focalización. Las pildoritas de los bonos no son la receta.

enero 03, 2014

2014: Lo que se nos viene

El inicio de un nuevo año, es la oportunidad para unas pinceladas acerca de lo que ya pasó y de lo que se nos viene. Estas pinceladas pueden ser tanto a nivel regional, nacional como internacional, como de diferentes ámbitos, político, económico o social. En el marco de una columna me restringiré a lo político y lo nacional, con especial referencia al contexto en que nos situamos.

De partida, en el año que pasó, lo más relevante es que la ciudadanía resolvió quitarle la confianza a un gobierno y una coalición política, cuyos adherentes aún no logran entender qué fue lo que pasó, convencidos que lo hicieron estupendo, haciendo crecer la economía, manteniendo baja la inflación y con bajas tasas de desempleo. A lo más imputan a derrota a problemas comunicacionales, déficits políticos, ausencia de humildad, carisma de Michelle. Las causas son más profundas.

El arbolito que tenemos, esto es, el modelito político-económico-social, podado y repodado, no gusta, y ha traído consigo un malestar inasible.

Estamos convencidos que el mundo nos mira como un país modélico. A estas alturas, se nos ve como el paradigma del neoliberalismo, tal como en un pasado no muy remoto se nos vio como un modelo de transición pacífica hacia la democracia; de un modelo de dictadura en tiempos del innombrable; de un modelo de socialismo en democracia en tiempos de Allende; o de revolución en libertad en tiempos de Frei Montalva.

Lo concreto es que estamos insertos en un contexto del que difícilmente escaparemos, marcado por oleadas. La década de los 60 estuvo marcada por el influjo de la revolución cubana, la derrota de USA en Vietnam; la de los 70 por la oleada militarista, caracterizada por una represión sin parangón que trascendió fronteras geográficas; la de los 80 por la imposición de un modelito neoliberal extremo que en lo grueso se conserva hasta la fecha y que ha dado origen a protestas, al agotamiento del militarismo; la de los 90 por las transiciones hacia la democracia, más o menos largas, más o menos profundas. Todo esto, en medio de un desarrollo científico-tecnológico sin precedentes cuyas caras más visibles son los PC, los tablets, los celulares, internet, los correos electrónicos, las compras en red, las redes sociales. La información se expande vertiginosamente.

En la primera década del presente siglo, marcada por las consecuencias de políticas que desembocan en una crisis financiera a nivel mundial, y un cierto cansancio con transiciones que parecen interminables, incapaces de modificar sustantivamente el modelito vigente. Asoman las primeras movilizaciones que empiezan a caracterizar a la presente década. El 2014, difícilmente escapará a este sino. Todo indica que las movilizaciones llegaron para quedarse a despecho de los medios de comunicación tradicionales jaqueados por las redes sociales capaces de movilizar multitudes en minutos y que hacen tambalear o caer gobiernos.

Más allá de quienes nos gobiernen, gobernar se hace una tarea cada vez más compleja, particularmente cuando se pretende hacerlo de espaldas a una ciudadanía más exigente, que cada vez menos entiende a quienes hacen fortuna sin trabajarle un peso a nadie. En este contexto, en marzo se iniciará un nuevo ciclo político en Chile con Michelle en la presidencia. De ella y de todos nosotros depende que seamos capaces de sortear obstáculos navegando en mares encrespados.