mayo 21, 2013

Desde Nueva York, USA

Después de más de una década, luego del derrumbe de las torres gemelas, he vuelto al corazón financiero del imperio, Nueva York, todo un símbolo de la supremacía capitalista puesta en jaque, no por los comunistas, sino que por terroristas islámicos y los persistentes crisis financieras.

Supremacía que al día de hoy sigue presente, aunque ahora amenazada por China, cuyo crecimiento vertiginoso no deja de sorprender por ser resultado de una combinación muy sui generis: un capitalismo de mercado a nivel económico y un sistema político centralizado en un partido unico, el partido comunista chino, combinación impensable por estos lares.

Cuando estuve en Nueva York, a fines del 2001, encontré un país conmocionado por la osadía de un terrorismo que había logrado sortear toda clase de obstáculos para derribar los torres que constituían todo un ícono para los Estados Unidos de Norteamérica. Desde entonces, se ha vivido una crisis financiera sin precedentes, de la que le ha costado recuperarse.

Se trata de un país que ya vive en función de la guerra, al que le cuesta vivir sin guerras, impulsado por una mentalidad mesiánica que impulsa a sus lideres, o a quienes dirigen su destino desde las sombras. Obama ha querido salir de Guantánamo, de Irak, de Afganistán, pero no puede. Los poderes fácticos se lo impiden, y para desembarazarse de ellos se requiere de un coraje por encima del que posee. No es fácil en un país cuyo nivel cultural deja mucho que desear, cuyo materialismo está presente en todo momento, y cuyo nivel de vida pareciera sostenerse sobre la base de la industria militar que alimenta las guerras en las que se involucra para mantener su supremacía.

Desde la primera vez que llegué a USA percibí que la vida diaria en este país gira en torno al automóvil. Cada uno debe tener un vehículo. Ya sea por las distancias, por las limitaciones del transporte público, como porque el automóvil representa todo un símbolo de estatus. Las carreteras, todas en buen estado, de múltiples pistas, permiten desplazarse a altas velocidades a toda hora. En horas de congestión, hay pistas donde solo pueden circular vehículos que transporten a mas de 2 personas, en un intento de desalentar su uso por pocas personas, junto con pantallas que recomiendan el uso de caminos alternativos.

Pero lo que por estos días más me ha llamado la atención ha sido la obesidad. Por donde ande, ya sea en el mismo centro de Nueva York, como en sus alrededores, es público y notorio que el tema se ha transformado en un problema de salud pública que afecta tanto a los de arriba como a los de abajo. Es consecuencia de las características de la vida norteamericana, su tendencia a comer al paso, comida chatarra, y la vida sedentaria. La comida chatarra se ve favorecida por su bajo precio en relación a la comida sana, y si a ello se agrega que además genera adicción, sus consecuencias no se dejan esperar, y desafortunadamente no se dimensionan en su momento.

En Chile, donde tendemos a copiar la vida norteamericana, como lo prueba nuestra tendencia a llenarnos de automóviles y de comida chatarra, debemos mirar con preocupación lo que nos espera, porque no tenemos ni las carreteras ni los ingresos para enfrentar las secuelas de la obesidad que sí poseen los norteamericanos.

Con todo, USA sigue siendo el faro que atrae la atención de quienes se deslumbran con muchas de sus falsas luces y estrellas. Y ello, en gran parte porque también hay aspectos positivos que no podemos desestimar. Uno de ellos tiene relación con su tolerancia, su aceptación de la diversidad, a punto tal que se enorgullecen de ello. De ello tenemos mucho que aprender quienes vivimos en Chile. A más de 200 años de nuestra (supuesta) independencia, no visualizo posibilidad que alguna vez un mapuche pueda ocupar la presidencia de la nación. En USA, a pesar que recién se cumplen alrededor de 50 años desde que se eliminó todo vestigio de discriminación y segregación racial desde un punto de vista legal, hoy, se dan el lujo de ser gobernados por un presidente cuyas raíces provienen del continente negro. Esto, en un país donde hace poco más de medio siglo aún existía un grupo extremista blanco, el Ku Klux Klan, dedicado a mantener vigente el odio contra los grupos no blancos.

En Chile, es impensable un presidente mapuche. Ni siquiera en el Congreso. Y en la zona de la Araucanía, sus representantes en el Senado y en la Cámara de Diputados, no son mapuche. A lo más algunos de los alcaldes de sus comunas. Cuántos años más deberán transcurrir para que esta realidad cambie?

Estas reflexiones, las hago mientras las noticias que llegan de Chile reflejan nuestras debilidades. Por el lado opositor, la negativa de Escalona a someterse a primarias no legales por considerar que no le otorgan garantías. Su conducta revela un mal enquistado en muchos: la de creerse con derechos por encima de otros, y por tanto, no estar disponibles para que la ciudadanía resuelva el tema de los cupos parlamentarios.

Por el otro lado, el gubernamental, particularmente en la UDI, la decisión de no ir a primarias parlamentarias y resolver a dedo los cupos, pasando a llevar incluso a sus propios militantes que aspiraban a representarlos en el parlamento. Entre cuatro paredes, entre su candidato presidencial y la directiva, sacan a quienes concursaban por Santiago Poniente y los ponen en el sur, para que el cupo sea ocupado por su secretario general, José Antonio Kast. Sin arrugarse siquiera, Moreira y Von Baer son trasladados a dos circunscripciones del sur del país pasando a llevar la voluntad de las bases regionales.

No hay duda que todo esto habla muy mal de los políticos.

Como broche de oro, la otra noticia, la denuncia de que una diputada del distrito de Iquique, Marta Isasi, “independiente” de derecha, participara en la aprobación de una ley de pesca que favorecía a empresas pesqueras, una de las cuales habría financiado su campaña electoral. Ni se arrugó para no inhibirse de votar, sino que por el contrario, lo habría hecho con mucho entusiasmo.

Y acá tenemos la otra cara de la moneda, porque demuestra que la “independencia” de la diputada era de mentira. Em efecto, “el independiente” no obedece instrucciones de ningún partido, es “libre” de votar por quien mejor le parezca. Desgraciadamente, por lo general esta libertad no es tal, puesto que a falta de una ideología, o de un cuerpo de ideas, que oriente sus decisiones, tienden a hacerlo en función de las “ofertas” que les hagan los interesados en que voten para uno u otro lado. Los casos más conocidos, aparte de este último de la diputada Isasi, en su momento fueron el de los diputados “independientes” Velázquez y Alinco.

Por ello, mi preferencia por lo general va por alguien de partido, con domicilio conocido, antes que por un “independiente”, de quien nadie sabe con qué pastel saldrá, ni a quien rinde cuenta.

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