julio 22, 2011

Sin pies ni cabeza

Los cambios de gabinete del gobierno de Piñera que tuvieron lugar esta semana no alcanzo a comprenderlos. Ellos vienen precedidos por una verdadera olla de grillos desde el propio sector oficialista que pedía a gritos un giro que necesariamente debía implicar la salida de ministros.

Entre tales gritos figuraba el de la UDI que pedía la salida del Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, reprochándole que la ausencia de una conducción política, como la que existía en tiempos de José Miguel Insulza, alias el Panzer. También se le recriminaba que la criminalidad no disminuyera no obstante que uno de los slogans de la campaña presidencial había sido que se les iba a acabar la fiesta a los delincuentes. Sin embargo, Piñera hizo la vista gorda a tales peticiones, y en compensación, admitió el ingreso de Longueira al gabinete, claro que en un ministerio de pocas luces, pero al que ya por estos días está buscando sacarle brillo político.

Del primer gabinete gerencial, tecnocrático, en dos etapas, la derecha está quemando sus últimos fusibles, introduciendo políticos de la primera hora, de los tiempos de Chacarillas, cuando los entonces jóvenes Andrés y Pablo entre otros, rendían loas al capitán general mientras en las mazmorras del régimen se torturaba y violaba sin misericordia.

Tal como en el primer cambio ministerial sacó a dos senadores, Allamand y Matthei, en esta ocasión, sacó otros dos senadores, los que serán reemplazados a dedo por la UDI. De esta forma, sin querer queriendo, se vuelve al sistema favorito de la derecha, el de los senadores designados. Alegan que la Concertación sentó el precedente con una diputada, pero omiten, que fue un caso excepcional en 20 años, mientras que ahora son 4 casos en menos de 2 años.

En Educación, salió la otrora estrella de la revolución silenciosa, Lavín, enredada en medio de las movilizaciones estudiantiles y su conflicto de interés con una universidad privada, y a quien como premio de consuelo se le dio el ministerio de planificación nacional. En su lugar, pone a un abogado que no lo estaba haciendo mal en Justicia, pero que de educación nadie sabe si sabe algo.

En fin ¿qué buscan los cambios efectuados? Se presume que es para revertir el aumento del rechazo ciudadano al gobierno, enfrentar los desafíos inmediatos y prepararse para las elecciones municipales del próximo año.

La nueva forma de gobernar y el gobierno de excelencia que postulaban quienes han tomado las riendas del poder político, son slogans que han quedado en el desván de los recuerdos. Ahora afirman que no basta con la excelencia si no va acompañado de humanidad; que no es suficiente hacer bien las cosas, si no se comunican apropiadamente. ¿Qué significa esto? Significa que están convencidos que están haciéndolo bien. Lamentablemente los que pagamos los platos rotos somos nosotros, quienes no están en el Olimpo, sino quienes están en el mundo real, como los damnificados de Dichato.

Como broche de oro, uno de los nuevos ministros tuvo que renunciar por conflicto de intereses a menos de 3 días de haber asumido el cargo. Y lo quieren poner como ejemplo de honestidad. Andan más perdidos que el teniente Bello. En síntesis, un cambio de gabinete sin pies ni cabeza.

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