marzo 26, 2009

Pataleos de ahogados

La crisis que estamos observando a nivel mundial, y cuyo epicentro está localizado en USA, no tiene precedentes. Existe un alto riesgo que la depresión de 1929 quede chica al lado de esta. La banca y las instituciones financieras, que tiraban dinero por la ventana, prestando dinero a cualquiera, para comprar cualquier cosa, sin adoptar los debidos resguardos, terminó clavándose con activos sobrevalorados que a la hora nona se desinflaron, y aún así no encuentran compradores. Son los llamados activos tóxicos o “infectados”, que tienen falseados los balances.

Para contribuir a resolver la crisis los bancos centrales están aumentando la liquidez y han bajado las tasas de interés para facilitar y reactivar el crédito bancario. Sin embargo esta reactivación no se está dando con la velocidad y profundidad esperada por razones obvias: la banca y las instituciones financieras infladas con activos infectados, se ha puesto conservadora, exigente, temerosa, reacia a traspasar a sus clientes la baja en las tasas de interés.

Es así como hoy estamos ante un problema que atañe a toda la sociedad, la que se ve en estado de indefensión, “en pelotas”, con gobiernos paralogizados, desmantelados en sus atribuciones, luego de décadas en que se nos intentó convencer que el Estado es el problema, no la solución. Y resulta que ahora se afirma que la solución debe provenir del Estado, el cual debe intervenir empresas aseguradoras y financieras, y comprar activos intoxicados mediante la inyección de multimillonarios recursos para restaurar la confianza y el flujo crediticio.

La confianza, para que la gente que tiene trabajo, no tema perderlo y vuelva a ser el consumidor que el sistema requiere; y el flujo de créditos para que el aparato productivo se reactive, esto es, las empresas vuelvan a funcionar a todo ritmo. Si los consumidores mantienen su recelo, de nada servirá que se fabriquen más y más automóviles, refrigeradores y demases que no encontrarán compradores.

La lógica implícita que hay tras todo esto resulta obscena: tenemos que rescatar a los poderosos para mantener o recuperar nuestros puestos de trabajo, para salvar nuestros fondos de pensiones. Como dijera el innombrable en sus buenos tiempos, “debemos tratar bien a los ricos” porque son quienes nos dan trabajo. Nada nuevo bajo el sol, como en los viejos tiempos patronales, latifundistas, medievales.

Hoy como ayer, seguimos socializando las pérdidas privadas.

1 comentario:

  1. Rodolfo:
    Lo que ha pasado esta última semana (bolsas): ¿será un veranito de San Juan?
    Tú muestras la situación desde el lado negro. Yo, creo, en alguna de las tonalidades de gris.¿Habrá alguien que la vea desde el lado blanco?
    Saludos.

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