Por suerte tenemos fin de año para hacer al menos un alto en nuestro peregrinar por este mundo y reflexionar en torno a lo bueno, lo malo y lo feo del año que se nos va.
Por razones de espacio me limitaré a algunos brochazos. A nivel nacional y político el 2006 se inicia marcado por la elección presidencial y el triunfo de Michelle. A poco de asumir el paro estudiantil pone sobre la mesa el tema de la educación en Chile, evento que gatilla la primera crisis de gabinete. Termina el año con la muerte de Pinochet procesado, y el destape de una corrupción de la que nos creíamos exentos. Ojalá aprovecháramos estos acontecimientos, de los que difícilmente se escape algún sector de nuestra sociedad, para revisar no solo leyes y medidas, sino comportamientos y conductas, que si bien pueden reportar ventajas de corto plazo, pueden ser éticamente reprobables y de alto costo en el mediano y largo plazo.
Sin embargo, no nos creamos el cuento que esto es de ahora. Viene de hace tiempo, e incluso invita a revisar el modelo de transición hacia la democracia que hemos estado recorriendo. Una transición basada en acuerdos, conversaciones, transacciones, pulseadas entre una mayoría agrupada en la Concertación por la Democracia y una minoría sobrerepresentada en el Congreso Nacional y en todos los acuerdos alcanzados, en tanto que otra minoría subrepresentada en todas las instancias de decisión.
Que desde antes exista corrupción no justifica ningún acto corrupto, pero no olvidemos que quienes hoy rasgan vestiduras no tienen las manos limpias y dentro de las negociaciones posplebiscito del 88 –cuyo tenor exacto se desconoce a la fecha- hay ciertos acuerdos explícitos o implícitos que están en el origen de los problemas que nos azotan por estos días. ¿No es acaso un insulto a la inteligencia que la educación todavía se rija por una ley orgánica constitucional promulgada el día antes que Pinochet entregara el gobierno? ¿y que esta ley no haya podido ser siquiera discutida hasta la fecha? ¿que la comisión investigadora los pinocheques en la Cámara de Diputados cerrara el caso por “razones de Estado”? ¿que Pinochet dejara el gobierno y reasumiera la Comandancia del Ejército como si acá no hubiese pasado nada? ¿y que después abandonara la comandancia para transformarse en senador vitalicio? ¿que hasta la fecha no se investiguen las privatizaciones realizadas bajo el régimen militar y las nuevas fortunas generadas? ¿o la operación salvataje de los bancos mientras se aplicaba mano dura con los deudores habitacionales y se desmontaban subsidios sociales?
No se trata de empatar, sí se trata de repudiar unos y otros hechos, de llegar a acuerdos para desentrañar todos los misterios, en vez de acuerdos para tapar y encubrir. Debemos revisar el camino seguido. Por él se corre el grave riesgo de estar fraguando una crisis que si la clase política no escucha puede tentar a los aventureros de siempre que se encuentran al acecho.
Ojalá el 2007 sea el año del sinceramiento aprovechando que al frente de nuestro gobierno tenemos a Michelle, una mujer de corazón limpio.
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