diciembre 28, 2006

Hora de balances y proyecciones

Por suerte tenemos fin de año para hacer al menos un alto en nuestro peregrinar por este mundo y reflexionar en torno a lo bueno, lo malo y lo feo del año que se nos va. Por razones de espacio me limitaré a algunos brochazos. A nivel nacional y político el 2006 se inicia marcado por la elección presidencial y el triunfo de Michelle. A poco de asumir el paro estudiantil pone sobre la mesa el tema de la educación en Chile, evento que gatilla la primera crisis de gabinete. Termina el año con la muerte de Pinochet procesado, y el destape de una corrupción de la que nos creíamos exentos. Ojalá aprovecháramos estos acontecimientos, de los que difícilmente se escape algún sector de nuestra sociedad, para revisar no solo leyes y medidas, sino comportamientos y conductas, que si bien pueden reportar ventajas de corto plazo, pueden ser éticamente reprobables y de alto costo en el mediano y largo plazo. Sin embargo, no nos creamos el cuento que esto es de ahora. Viene de hace tiempo, e incluso invita a revisar el modelo de transición hacia la democracia que hemos estado recorriendo. Una transición basada en acuerdos, conversaciones, transacciones, pulseadas entre una mayoría agrupada en la Concertación por la Democracia y una minoría sobrerepresentada en el Congreso Nacional y en todos los acuerdos alcanzados, en tanto que otra minoría subrepresentada en todas las instancias de decisión. Que desde antes exista corrupción no justifica ningún acto corrupto, pero no olvidemos que quienes hoy rasgan vestiduras no tienen las manos limpias y dentro de las negociaciones posplebiscito del 88 –cuyo tenor exacto se desconoce a la fecha- hay ciertos acuerdos explícitos o implícitos que están en el origen de los problemas que nos azotan por estos días. ¿No es acaso un insulto a la inteligencia que la educación todavía se rija por una ley orgánica constitucional promulgada el día antes que Pinochet entregara el gobierno? ¿y que esta ley no haya podido ser siquiera discutida hasta la fecha? ¿que la comisión investigadora los pinocheques en la Cámara de Diputados cerrara el caso por “razones de Estado”? ¿que Pinochet dejara el gobierno y reasumiera la Comandancia del Ejército como si acá no hubiese pasado nada? ¿y que después abandonara la comandancia para transformarse en senador vitalicio? ¿que hasta la fecha no se investiguen las privatizaciones realizadas bajo el régimen militar y las nuevas fortunas generadas? ¿o la operación salvataje de los bancos mientras se aplicaba mano dura con los deudores habitacionales y se desmontaban subsidios sociales? No se trata de empatar, sí se trata de repudiar unos y otros hechos, de llegar a acuerdos para desentrañar todos los misterios, en vez de acuerdos para tapar y encubrir. Debemos revisar el camino seguido. Por él se corre el grave riesgo de estar fraguando una crisis que si la clase política no escucha puede tentar a los aventureros de siempre que se encuentran al acecho. Ojalá el 2007 sea el año del sinceramiento aprovechando que al frente de nuestro gobierno tenemos a Michelle, una mujer de corazón limpio.

diciembre 22, 2006

Hoy es Navidad

En una noche como hoy, hace ya más de dos siglos, en una cuna de paja, hijo de María y José –un modesto carpintero-, nació el niño Jesús. Menciono esto para aterrizar la desenfrenada locura en que nos encontramos sumergidos. Locura expresada en la obsesión por comprar y regalar a como dé lugar. Como si fuéramos una manada impulsada por una fuerza irrefutable, caemos presa de una fiebre de compras que nos deja extenuados y endeudados por todo el año. Con esta conducta desvirtuamos el sentido más profundo de esta fecha.

El ambiente que estamos viviendo no tiene nada que ver con el nacimiento de Jesús. Éste simboliza todo lo contrario: la irrelevancia de lo material y la relevancia del espíritu. En efecto, en lo económico para qué hablar. El comercio y la actividad económica en general vive sus mejores días gracias a una publicidad atosigante y la proliferación del crédito que permite ahogarnos sin que nos demos cuenta hasta que ya es muy tarde. Lo más triste es que al final del día los que pagan los platos rotos son los más pobres porque terminen pagando dos o más veces lo que compran vía intereses dada la imposibilidad de pagar sus compras al contado. Como consuelo, la tasa de empleo aumenta mientras más nos encalillamos. Quizá a qué nivel se encontraría el desempleo si nos abstuviésemos de comprar y osáramos tener una navidad familiar en casa, reflexiva y tranquila, en el que los regalos se centraran en nuestros mejores deseos para los demás.

En lo político nos encontramos bajo un ambiente un tanto turbio, con dimes y diretes que generan un clima de crispación inconducente, o que a nada bueno nos puede conducir. Buen momento este para hacer un alto y recordar nuestra condición humana, así como nuestra aspiración de vivir en paz y armonía. Dejar de ver la maldad en el otro y la bondad en uno mismo, para ponernos en el lugar del otro.

En fin, aprovechemos la oportunidad que nos brindan estos días para renovarnos, para reinicializarnos, dar vuelta la hoja, desarmarnos, recoger las lecciones que el pasado y presente nos señalan para proyectarnos al futuro con ganas, optimismo y fé. He tratado de imaginar que si Jesús naciera hoy ¿qué nos diría? ¿a qué nos invitaría? Creo que nos invitaría, a cada uno de nosotros, a dibujar el país que queremos. Y lo más probable que nos nos encontremos con mayores diferencias. Luego nos invitaría a proponer los caminos a seguir para el logro de ese país que dibujamos. En este punto es muy probable que surjan las discrepancias, pero ellas no deben ser como para que nos cortemos las venas.

Vamos, ¡¡¡¡Arriba los corazones!!!!

diciembre 14, 2006

La muerte de Pinochet

La historia es muy cruel. Así como para el 11 de septiembre del 73 una parte del país estuvo descorchando botellas de champaña, en esta ocasión la celebración corrió por cuenta del sector opuesto. Hoy como ayer, no hubo funerales de Estado, ni banderas a media asta, y tampoco se decretó duelo oficial.

Para unos, Pinochet fue un libertador, poniendo el acento en que entregó su vida por los demás, salvando al país de una guerra civil derrotando al marxismo internacional, que fue capaz de encarar a Perú y Argentina en momentos extremos, y de abordar profundas reformas económicas liberalizadoras, soslayando el tema de los derechos humanos y las restricciones impuestas al devenir político. Para sus partidarios, si algún error se le pudiese imputar, sería el de no haber matado a todos sus adversarios. Si alguna lección dejan estos años, y se pudiese repetir la historia, esa sería la de haber sido demasiado “blandos”.

Para otros, Pinochet fue un clásico dictador de derecha que se enriqueció haciendo uso del poder, que encabezó el período más trágico de la historia de Chile implantando una dictadura caracterizada por la sistemática violación de los derechos humanos al amparo de una doctrina de seguridad nacional que posibilitaron los asesinatos, las torturas, los exilios, y atropellos haciendo uso del aparato civil y militar del Estado. En lo económico, enfatizan las oscuras privatizaciones que enriquecieron a unos pocos y propagaron la miseria y cesantía.

Su muerte ha dejado al trasluz las profundas diferencias que nos dividen como nación y las dificultades que encierra su construcción. Estas encontradas visiones de quienes habitamos esta tierra, son las que nos impedirán alcanzar el objetivo común de ser un país desarrollado capaz de vivir en paz.

La muerte de Pinochet lo que ha puesto sobre la mesa es esta realidad que no pocas veces soslayamos y ocultamos. Ojalá el período de catarsis que estamos viviendo abra paso a una fase de reflexión. Mientras su nieto lo ensalza, otro nieto del comandante en jefe del Ejército que precedió a Pinochet y que fuera asesinado en Buenos Aires, escupe sobre su féretro. En este marco, las palabras y decisiones adoptadas en estos días por la presidenta Bachelet, hija de un general de Aviación muerto bajo el régimen de Pinochet, nos orientan respecto del camino a seguir.

Debo confesar que la muerte de Pinochet me produjo alegría y pesar; sentimientos encontrados y la constatación de un gran fracaso nacional: la incomunicación nacional, la existencia de sectores de la sociedad incapaces de asumir sus responsabilidades, imputándoselas a los demás.

Pesar porque los tribunales de justicia chilenos no fueron capaces de condenarlo, aún cuando tenemos la convicción que la historia ya lo condenó. pesar porque las tácticas dilatorias de sus abogados dieron su fruto. Alegaron demencia, prescripción por el paso del tiempo, edad,, el contexto de guerra fría, estirando la cuerda para que alcanzara a morir antes que lo condenaran. Y lo lograron. Se dieron el gusto de rendirle honores en la Escuela Militar.

Alegría porque al fin se despachó un personaje siniestro que influyó tanto en nuestras vidas. Porque con el tiempo se ha ido reduciendo a su real dimensión: la de un clásico dictador de derecha que en sus tiempos de gloria, con la soberbia propia de quien detenta el poder total, violó impunemente los derechos humanos. Alegría porque no obstante las limitaciones que enfrenta nuestra precaria democracia actual, el soporte cívico militar que lo sustentó, se encuentra en franca retirada. pero, ojo! porque se mantienen al acecho. Alegría porque no obstante que los tribunales de justicia chilenos no realizaron oportunamente su tarea, tanto a nivel internacional como nacional, ya está condenado en el corazón de la gente. Ello a pesar de los esfuerzos de la "seria" prensa nacional que emitió informes especiales en los que sibilinamente, eufemísticamente, al mas puro estilo mercurial, buscan ensalzar su figura posmortem. Esa misma prensa que en su tiempo ignoró las macabras acciones que se llevaban a cabo y lo que es peor, las alentaba al hacerse eco de los desvergonzados y mentirosos mensajes oficiales. Mientras en aviones lanzaban cuerpos al mar, con engoladas voces oficiales sostenían que esas personas presuntamente desaparecidas estarían en el exterior y que todo no era más que parte de la campaña internacional del marxismo.

A duras penas se atreven a llamr las cosas por su nombre. Régimen autoritario a lo que fue una brutal dictadura; Pronunciamiento a lo que fue un Golpe de Estado.

En fin, para qué seguir.

diciembre 07, 2006

Más y más

Uno de los problemas más serios que visualizo en la oposición es el carácter unilateral y repetitivo de sus propuestas. Esta realidad le estaría impidiendo capitalizar el desgaste de la Concertación, no obstante llevar ya más de 15 años de andadura gubernamental, y sumar una creciente dosis de conflictos internos. La ciudadanía no cree que siguiendo las recetas provenientes de la derecha tengamos un mejor país, un país más decente donde haya tanta disparidad económicosocial.

Desde la década de los 70 el país se ha empelotado, abriéndose al mundo y abandonando todo afán proteccionista. No solo se abrió al mundo, además inició un proceso privatizador sin precedentes en tiempos “autoritarios”, poco transparentes, que posibilitó la transformación de modestos funcionarios públicos en nuevos y poderosos empresarios a partir de la posesión de información privilegiada desde posiciones de poder.

Todo lo que nos enseñaron a lo largo de la vida, centrado en la necesidad de ganarnos el pan nuestro de cada día, ha sido puesto en jaque en el pasado y lo está siendo hasta el día de hoy. En la práctica lo que nos toca observar es que quienes más ganan, no lo hacen trabajando, sino que especulando sobre seguro. Cuando escribo esto último me asalta la duda porque la especulación en sí conlleva un riesgo y sobre seguro sería sin riesgo.

Pero no nos vayamos por las ramas. Volvamos al título de la columna: más y más. No conforme con la realidad actual, la derecha solo atina a reclamar más y más privatización, más y más flexibilización laboral, más y más espacio para seguir haciendo de las suyas. Todo atisbo de regulación es visto como sacrílego, presagio de los mil demonios y que va a contrapelo de las “recomendaciones” de los “expertos”. Por mera coincidencia estos expertos suelen ser “independientes” despojados de sesgo ideológico alguno.

Si siguiéramos las recetas de la derecha no tendríamos salario mínimo al cual culpan del actual nivel de desempleo; no debiéramos tener permisos pre ni posnatales porque elevan los costos de las empresas; no debiéramos tener jornadas de 8 horas diarias, sino que las que el “mercado” sugiera “libremente”; no debiéramos tener contratos laborales porque rigidizan los costos empresariales. No tendríamos escuelas ni universidades públicas. Quizá dónde estaríamos si siguiéramos a pies juntillas las recetas derechistas! Recetas que ni en la meca del capitalismo (Estados Unidos) se practican.

Estimo que esto es lo que está tras la decisión de los profesores y estudiantes secundarios y universitarios de marginarse del consejo de educación conformado luego del paro de los pingüinos. Marginación que solo puede explicarse ante la esterilidad de los esfuerzos desplegados por detener el insaciable afán de lucro, disfrazado de libertad de enseñanza, que hoy invade al ambiente educativo nacional.